La conciencia de lo efímero.

Diego Gutiérrez
El hendir de la ventana
4 min readJun 9, 2018
“Dark clouds in front of the sun” by Sebastian Molina fotografía on Unsplash

Me encontraba sentado en el asiento trasero del auto, paciente ante la demora de nuestra partida. Con los audífonos puestos mientras la música acompañaba el tranquilo ambiente, miraba a través de dicho vehículo.

Mis ojos se encontraban justo detrás de la ventana de vidrio y mi rostro era débilmente reflejado en esta, sorprendido mirando al exterior.

El ruido era disipado por la música que se encontraba resonando en mis tímpanos, pero aun cuando esta estuviera ausente, el silencio sería el que predominaría en aquel interior, debido al vidrio, el cual estaba cerrado.

Era un día sin trascendencia, que tenía todo el potencial para ser olvidado, de no ser por una situación que se presentó. Mi padre por fin abandonó nuestro hogar, saliendo por la puerta principal a la par en la que yo pensaba que al fin el viaje daría inicio y que la espera ahora se reducía a un simple momento del pasado que eventualmente sería olvidado, haciendo así que todo el significado que alguna vez tuvo, dejara de importar.

Acomodé mi cabeza en el asiento y cerré mis ojos, me estaba dejando llevar por la música, después de todo el carro no demoraría más en partir.

Fue entonces cuando entré en consciencia de que ninguna clase de movimiento, exceptuando el de mi propio ser, estaba siendo producido.

Mis ojos nuevamente se separaron dejando entrar la luz en ellos, miré de nueva cuenta al exterior y entonces me percaté de que ahora no solo era mi padre el que había salido de nuestro hogar, aun cuando no logre verla salir, mi tía también se encontraba parada ahí afuera, justo al lado de él.

Aparentemente estaban sosteniendo una platica, de la que ignoro cuál habrá sido el propósito, por que la música solo me permitía ver movimientos de boca sin sentido y alguno que otro gesto.

Los miré por un largo rato y entonces fue en el instante en el que percibí que no sabían que mi mirada se encontraba posada sobre ellos, cuando una abismal tristeza invadió mi ser.

Los miré, como dos efímeros instantes que desconocían cual era su destino, y aun cuando sabía que poseían la conciencia de la muerte, era como si simplemente sintieran indiferencia ante ello.

Ignoraba el pasado de ambos, pero conocía bastante bien cuál sería su futuro. Seguía mirándolos y en cierto instante mi padre soltó una carcajada, ese momento impactó en mi ser como un potenciador para la tristeza que el instante me brindaba, sabía que debía de sentir dicha pero la conciencia de lo efímero no me lo permitía, sabía que aunque tal vez en ese instante las cosas se encontraran bien, sería incapaz de prolongar aquella gran sonrisa que quedo estigmatizada en forma de recuerdo dentro de mi ser.

Ya no podía sentir dicha ni siquiera por los momentos felices, porque algo muy en el fondo de mi ser me recordaba constantemente que era inútil esforzarme por tratar de prolongarlos, era como si supiera que desde el instante en el que algo comenzaba esto mismo ya había llegado a su fin.

Aunque por otra parte me sentía virtuoso por no tener que preocuparme por llorar. Mientras la felicidad estuviera ausente de mi vida, la tristeza se mantendría pura y neutral.

No habría necesidad de lágrimas sin un motivo que involucrara felicidad. Pensaba en la complejidad de la vida y luego solo pensaba que esta misma complejidad no era más que una excusa para justificar lo absurda e inefable que esta era.

Desde el momento en el que alguien adquiere la consciencia de lo efímero, nada vuelve a ser igual, tal vez uno podría pensar que debería disfrutar más las cosas, o apreciarlas mientras estas aun se encuentren tangibles y visibles, pero para mi no era así.

En cuanto a mi, había decidido que era una inmensa pérdida de tiempo generar cierto afecto por todo aquello que tarde o temprano tendría que partir y fue solo en ese instante, en el que descubrí que nada importaba y que nada en este mundo vale realmente todo el dolor que el afecto generado por la experiencia y el tiempo compartido genera.

El dolor solo es un sentimiento que se obtiene posterior a la experiencia. Una cualidad del ser humano que no existiría de no ser por el afecto que brindamos a todo lo que nos rodea, todo lo que es efímero y lamentablemente involuntario. En nuestra senda lo único seguro es lo funesto, una sonrisa siempre es el inicio de una condena.

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