El (Infalible) Test de las Ideas: ¿Diamante en Bruto o Bomba de Tiempo?
Un simple y efectivo método que te permitirá comprobar si tu idea de negocio tiene potencial (o si está condenada al fracaso).
Primero lo primero: ¡Basta de pensar tanto!
Ok, lo entiendo. Te vienen contando desde hace rato las historias de las grandes techies de Silicon Valley y estás un poco confundido.
A esta altura del partido, crees que emprender consiste en inventar el próximo Spotify, Airbnb o Uber (o al menos algo que sea “disruptivo” -aunque no tengamos ni la menor idea de lo que eso signifique-).
Vivimos en una suerte de reality show donde los emprendedores ponemos todo nuestro foco y empeño en generar la idea más sexy y canchera de todo el mercado, como si esto tuviera alguna correlación con la creación de un negocio virtuoso.
“Damas y caballeros, hoy vengo a presentarles Dinder, ¡el nuevo tinder para perros!” — dijo algún emprendedor en algún evento para emprendedores.
No paro de toparme con profesionales y entusiastas sumamente capaces y con muchísimas ganas de emprender, pero que están desde hace rato esperando una suerte de iluminación divina que les baje esa idea que va a cambiar el mundo para siempre.
Noticia de último momento: lo estás pensando TODO AL REVÉS.
Re-calculando: Cambiemos el punto de partida
Por alguna extraña razón, estamos profundamente programados para partir de soluciones (ideas) en lugar de problemas o necesidades (oportunidades).
Este “inocente” enunciado (que hasta puede sonar banal) representa nada menos que la razón número uno por la cual mueren nueve de cada diez startups en Argentina. Si, really.
Día tras día, se siguen creando nuevos productos con tecnologías de punta, diseños de vanguardia y cuatrocientas doce funcionalidades que, francamente, a nadie le importan ( — ¡Hey, al menos tiene un bonito nombre!).
¿Ya te paraste a pensar en todas esas ideas de negocio que se te ocurrieron este último tiempo? ¿Cuántas de ellas verdaderamente responden a un problema o necesidad de mercado? ¿Cuántas, en cambio, son simplemente “grandes ideas” (sexys, “innovadoras”, “disruptivas”)?
¿Otra pequeña revelación? No necesitas reinventar la rueda para generar un negocio virtuoso. Mucho menos crear el próximo Instagram.
Es MUCHO más simple que eso, señores. Dejemos de quemarnos tanto el bocho buscando esas “ideas geniales” que para lo único que sirven es para vanagloriarnos en el asado del domingo y que no resuelven ningún problema o necesidad.
Lo que necesitas es hacer un cambio de foco y empezar a partir de problemas o necesidades reales, que afecten a personas reales (las de carne y hueso, no esas que solo habitan en tu encéfalo). Tan simple como eso.
Ya lo decía nuestro amigo Dave de 500 Startups, “a los clientes no les importa un carajo tu solución, solo les importa su problema.”*
*Bueno, quizás Dave no haya usado la palabra “carajo” en su cita original (¡pero hey, ayuda a reforzar el concepto!).
Caso #1: La idea SEXY (partiendo de una solución)
Algunos años atrás, cuando desarrollé BigTime, lo hice en base a una idea que, conceptualmente, prometía ser todo un éxito.
Era una de esas ideas que cuando las comentás entre amigos te responden cosas como: “¡Que buena idea, MAN! Cuando te vuelvas millonario no te olvides de mi” o “¡WOW! No entiendo cómo no se le ocurrió a nadie antes…”
Salimos a desarrollar una cuponera de descuentos para turistas. Pero no cualquier cuponera… una cuponera bien canchera, con los mejores descuentos de todo Buenos Aires.
Varios meses después del gran lanzamiento (y habiendo invertido 10.000 dólares en la impresión de diez mil cuponeras), éstas se ofrecían en más de 300 puntos de venta de la ciudad.
Sin embargo (y para mi sorpresa), las ventas totales ascendían a cero.
¿La cruda realidad? A nadie le importaba un bledo lo genial y canchero que era nuestro producto o lo sexy que sonaba nuestra idea. A fin de cuentas, nadie lo necesitaba.
Caso #2: La idea NO SEXY (partiendo de un problema)
Un año antes de BigTime había desarrollado otro proyecto llamado Infolletos (lo sé, me podría haber esmerado un poco más con el nombre…).
La idea había surgido en base a un pedido por parte de turistas extranjeros que había recibido en reiteradas ocasiones cuando trabajaba como guía de turismo en la Casa de Gobierno.
Una porción considerable de ellos quería un folleto con información del interior de la Casa Rosada. Así de simple.
Sin vueltas -mas por ignorancia que por conocimiento empresarial-, me aboqué a desarrollar sola y específicamente eso. Nada sexy, nada innovador, nada disruptivo; un folleto básico con menos diseño que las revistas barriales (y que, dicho sea de paso, ¡debía vender en la vía pública! — ¿quién demonios compra un folleto, a todo esto?).
No se si hasta acá se llega a percibir el grado de DESSEXITUD (perdón RAE y cía.) que tenía esta idea…
Pues, ¿saben qué? Funcionó a rolete. Se vendió como pan caliente.
Simplemente porque respondía a una necesidad específica de un mercado. Porque alguien, del otro lado, lo quería.
El producto no tenía que ser canchero, no tenía que tener veinte funcionalidades distintas… no. Tenía simplemente que resolver una necesidad. Y lo hacía.
¡Luz, cámara, ACCIÓN!
Así que, ya sabes. No cometas los mismos errores que cometemos sistemáticamente los emprendedores a la hora de arrancar un proyecto.
Deja de pensar tanto en dar con esa “idea perfecta” y aferrate hoy a un problema o necesidad que afecte a un grupo específico de personas.
Obsesionate con los problemas y no con las soluciones. Ahí radica gran parte del éxito de tu proyecto, y no en cuán innovadora, disruptiva o sexy suene tu idea.
Y tu emprendimiento actual… ¿supera el infalible test de las ideas? Eso que traes entre manos, ¿es un diamante en bruto o una bomba de tiempo? No dejes de contármelo en los comentarios.
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¡Hasta la próxima!