La Monetización del Odio: Una Reflexión sobre el Pasado y el Presente

Juan Álvarez
El Intersubjetivista
5 min readJul 17, 2024

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Imagen: Juan Álvarez

El fenómeno de la monetización del odio no es una novedad en la historia humana. La explotación de las emociones negativas ha sido una constante a lo largo del tiempo, desde los discursos incendiarios de líderes políticos hasta las publicaciones sensacionalistas de los medios de comunicación. Sin embargo, la era digital ha llevado este fenómeno a nuevas dimensiones, donde los algoritmos y las plataformas en línea juegan un papel central en la amplificación y comercialización de estas emociones.

La manipulación del odio y el miedo para lograr fines políticos y personales tiene raíces profundas en la historia. Un ejemplo histórico ilustrativo es el discurso de Urbano II que desató las Cruzadas en 1095. Apelando a las emociones religiosas y militares, Urbano II movilizó a los reyes europeos hacia una causa común, mientras buscaba afirmar su poder y autoridad sobre el papa Cirilo III de Constantinopla.

Sin embargo, el uso del odio y el miedo no se limita a un solo evento. Durante la Segunda Guerra Mundial, la propaganda nazi demonizó a los judíos y otras minorías para justificar sus atrocidades. Más recientemente, los discursos antiinmigrantes en Europa y Estados Unidos han explotado el miedo al “otro” para obtener apoyo político. Por ejemplo, el uso de retórica antiinmigrante durante la campaña presidencial de Donald Trump, incluyendo declaraciones sobre construir un muro en la frontera con México, apeló al miedo y al odio hacia los inmigrantes para movilizar a su base de votantes.

Hoy en día, los algoritmos de las plataformas digitales actúan de manera similar a los discursos manipulativos del pasado, amplificando el contenido que evoca emociones fuertes como el odio y el miedo. Estos algoritmos están diseñados para maximizar la participación de los usuarios, ya que el contenido polémico genera más interacciones. Este enfoque no solo perpetúa la división y el conflicto, sino que también lo monetiza, generando ingresos a través de la publicidad y el aumento del tiempo de pantalla.

Reforzamiento de Poderes: Históricamente, así como los líderes utilizaron discursos de odio para consolidar su autoridad, en la era digital los creadores de contenido emplean el odio y el miedo para ampliar su influencia y ganar seguidores. Las plataformas en línea facilitan esta dinámica al proporcionar herramientas que permiten a los creadores alcanzar grandes audiencias y convertir a sus seguidores en una fuente de ingresos. El miedo, incluso, ha sido hábilmente utilizado en el ámbito comercial mediante conceptos como el F.O.M.O (Fear of Missing Out, miedo a perderse algo). En el marketing digital, las estructuras de las landing pages y las estrategias de venta están meticulosamente diseñadas para explotar este temor, persuadiendo a los consumidores a actuar rápidamente por el temor de perder una oportunidad única o un beneficio exclusivo. Esta táctica no solo impulsa las ventas, sino que también refuerza la idea de que el miedo puede ser un motor poderoso para generar ingresos y mantener la demanda en el mercado.

Impacto en la Cohesión Social: A lo largo de la historia, el uso estratégico del miedo en el discurso ha tenido consecuencias duraderas y destructivas. Hoy en día, la proliferación de contenido divisivo en las redes sociales está socavando la cohesión social y alimentando la polarización. Este fenómeno debilita el tejido social, creando un entorno en el que el diálogo racional y constructivo se vuelve cada vez más difícil de sostener.

En lugar de ‘noticias falsas’ en el sentido de falsedades totalmente fabricadas, muchas de las historias más compartidas hoy en día pueden entenderse con mayor precisión como “opiniones en estado de desinformación”. Estas son construidas con la intención de mostrar solo una parte sesgada de la verdad, partiendo de un hecho cierto o parcialmente cierto para construir una versión engañosa y parcializada de la noticia. Este tipo de manipulación no es nuevo, pero la velocidad y el alcance de su difusión en la era digital son sin precedentes.

Muchas personas no distinguen claramente entre una opinión, una noticia, una idea, una ideología o una creencia, lo cual es aprovechado al máximo por las redes sociales y las corporaciones informativas. En el ecosistema digital actual, la línea entre información objetiva y perspectivas subjetivas se difumina con frecuencia. Las plataformas sociales están diseñadas para maximizar la participación del usuario, priorizando la viralidad sobre la veracidad y fomentando un entorno donde las emociones y los puntos de vista sesgados tienen una presencia desproporcionada. Esto no solo dificulta la formación de opiniones informadas, sino que también alimenta la polarización al exacerbar las diferencias en lugar de fomentar un entendimiento común y constructivo.

Las plataformas sociales se han convertido en una fuente principal de noticias para muchas personas, exacerbando así el problema de la desinformación. Los algoritmos favorecen la difusión de contenido divisivo y polarizante, no porque los diseñadores de estas plataformas busquen explícitamente propagar odio, sino porque este tipo de contenido resulta ser altamente efectivo para captar la atención de los usuarios y generar ingresos publicitarios. Así, se crea un ciclo en el que las expresiones de odio y la infusión del miedo se convierten en herramientas lucrativas, explotadas por los creadores de contenido y amplificadas por las plataformas digitales.

A pesar de que hablamos de redes sociales, son los propios usuarios quienes amplifican estos mensajes, creando un ambiente de “autoenvenenamiento”. Aunque las empresas detrás de las redes sociales tienen parte de la responsabilidad, nosotros, los usuarios, cargamos con la mayor y más seria responsabilidad. Nuestra forma de interactuar con el contenido, de compartir y de reaccionar, determina en gran medida qué mensajes ganan prominencia y cuáles son marginados. Es crucial que como usuarios reconozcamos este poder que tenemos y adoptemos una postura crítica y responsable al consumir y difundir información en línea.

Es crucial reflexionar sobre nuestro papel como consumidores y difusores de contenido en línea. Con frecuencia, compartimos publicaciones y artículos sin verificar la veracidad de la información o la intención detrás de ella. Es fundamental distinguir entre opiniones, noticias verificadas y desinformación. Al no ser críticos y reflexivos en nuestra participación en el mercado del odio y el miedo, inadvertidamente contribuimos a su amplificación y normalización en la sociedad digital.

Aunque la explotación del odio y el miedo ha sido una constante en la historia humana, la era digital ha magnificado este fenómeno debido a los algoritmos que buscan maximizar las ganancias a expensas del bienestar social. Este desafío requiere una respuesta multifacética que incluya la regulación tecnológica, la promoción de una ética de la comunicación y el fortalecimiento de la cohesión social.

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Juan Álvarez
El Intersubjetivista

Autor, filósofo y especialista en narrativa, creatividad, pensamiento disruptivo, y líder en servicios creativos. Story-Coach, guionista y marketer digital.