Licencia para (intentar) conquistar un biólogo marino

Vera Ricerca
El juego del paquete
8 min readAug 23, 2017

Me propuse que mi vuelta a la rutina después de las vacaciones sea todo menos vuelta y rutina. No me hago la loca superada, sé que tengo que trabajar, ir al supermercado y pagar las expensas como casi todos los seres humanos, pero quiero que esas cosas cotidianas sean menos automáticas que de costumbre. Tratar de disfrutar más es uno de mis objetivos post viaje.

Regreso al trabajo haciendo entrada triunfal con golosinas españolas en mano, para deleite de mis compañeros (y de gente que no sabemos de dónde sale pero aparece muy segura a buscar su ración, cosa que suele suceder cuando hay comida expuesta y gratuita). Eloísa pone de fondo música española y Marcelo a cada rato me grita desde su escritorio:

– Vera!

– Qué? -contesto seria pensando que va a hablarme de algo laboral.

– Cómo está Serrat? -y así todo el día nombrando a Almodóvar, Antonio Banderas y cada español famoso que conoce.

Yeye apenas me ve me dice que tiene un montón de cosas importantes que contarme y cuando tengo un minuto para escucharla me cuenta que el lunes entra un chico nuevo que “parece que es super lindo y soltero!!! A lo mejor es alto y… quién dice?! Campanas de boda para Veruch!”. Estallo de la risa y me sorprendo de no estar detestándola. Eloísa me llama con la excusa de preguntarme algo sobre una reunión que tenemos hoy y me cuestiona en voz baja:

– Te reíste CON Yeye! estás bien?

– No sé Elo, creo que me dio más ternura que odio… no me reconozco.

Todos se interesan por que les cuente anécdotas de mis vacaciones y por actualizarme sobre las cosas que pasaron mientras no estuve; me hacen sentir bienvenida, yo estoy contenta de verlos y todo eso colabora con que la jornada laboral se pase muy rápido.

Al día siguiente me levanto y, como no puede ser de otra manera en la vida de cualquier adulto, tengo un trámite pendiente: 9:10 am tengo turno para renovar el registro.

Cuando llego, saco el número 18 y espero a ser atendida. Me toman los primeros datos y me vuelvo a sentar. Llega el portador del turno número 19: es alto, lindo y tiene mucha cara de dormido. Le toman los datos y mientras miro al infinito mi oído funciona a toda máquina: “Maximiliano Galende, DNI 28.992…”.

Empezamos la fila para sacarnos la foto deforme de rigor y pasar por las distintas revisiones (oftalmólogo, psicólogo, etc).

En otro momento, en una circunstancia similar a esta, mi única acción de intento de llamado de atención hubiera sido mirar al muchacho en cuestión, con el objetivo de que él me hable y, seguramente, no lo hubiera logrado.

Como ejercicio de autosuperación me propongo hablarle yo. Trato de juntar fuerzas y me doy ánimo como si tuviera un director técnico interno: Vamos Vera! pensá rápido, hacete la linda y sé espontánea! (Algo-más???-Querés-que-te-cocine-un-rissoto-mientras-tanto???).

– Si nos sacan la foto con esta luz fría ya vamos a salir con cara de sospechosos!

– Jaja! Tal cual! (Se rió, contestó, consintió: gol de Vera!)

En seguida me da charla y avanzamos en la fila hablando sin parar, de pavadas entre desconocidos, claro.

Se abre la puerta de la posta del psicólogo y dice: “pasen de a dos por favor”.

Asombrados, nos sentamos frente al escritorio y mientras dibujamos cuadrados, puntitos y círculos, el profesional nos hace preguntas a ambos y con ellas, nos conocemos un poco más.

Parece que es biólogo marino (waaaw!) y vive con el padre (uuuuhhhh!).

Cuando salimos nos reímos cómplices por haber compartido una “sesión” de terapia juntos y como solo resta esperar la entrega de la licencia, nos sentamos para seguir charlando animados. En seguida encuentra una excusa para explicarme que vive con el padre porque se acaba de separar, que además de trabajar en temas acuáticos es artista.

Se me ocurren muchas preguntas para hacerle y parece que a él le pasa lo mismo conmigo. Qué interesante cuando hay interés!

Me llaman primera para darme el carnet y vuelvo a saludarlo con un chiste y un beso cortos deseando que al darme vuelta me diga algo así como “Pará! no me vas a dar tu teléfono?” o “Da para un café con medialunas ahora?”… pero no.

Llego al trabajo sin parar de pensar en Maximiliano Galende, DNI 28.992…

No está en facebook, no está en twitter, no está en linkedin, no está en instagram, Maximiliano no existe en el mundo virtual. Navegar en google se vuelve naufragar en un océano hasta que una pequeña isla de esperanza aparece: una página en construcción con su perfil artístico y un mail.

Dudo treinta y dos segundos y le mando un correo. Escribo simple, concreto, un poco simpática, un poco sugerente.

Pasan dos horas y me contesta: “Hola! Qué bueno que me escribas. La verdad es que pensaba que nuestra charla estaba muy entretenida y podríamos seguirla. Pero me saludaste medio rápido y yo también capaz fui un poco lento. Vamos a tomar algo? Un beso”.

Emoción. Mi nueva actitud proactiva parece estar dando resultados.

Quizás ésta sea la gran historia de amor que voy a contarle a nuestros hijos (o al menos a todas mis amigas).

Quedamos en vernos la semana próxima porque este fin de semana se va a un congreso en la costa para debatir sobre esos temas de los que los biólogos marinos debaten en congresos.

Ya siento el apoyo y los cánticos de toda la tribuna, este campeonato es mío.

Llega el sábado y nos juntamos con Lau y Josefinita para ponernos al día de todo lo que pasó durante mi ausencia vacacional. Vamos a merendar a uno de esos bares del barrio de Palermo donde para armar el menú se olvidaron el uso del idioma español: todo es brunch, croissant, muffin, brioche y la mar en coche extranjero.

Gritamos, saltamos y nos abrazamos apenas nos vemos. Tenemos otra vez quince años cuando se trata de celebrar nuestra amistad. Nos sentamos y no paramos de hablar, parece que hubiera tres conversaciones en simultáneo. Y las hay, pero seguimos el hilo sin problemas, para eso cada una tiene dos orejas y una boca. La ecuación da perfecta.

Les cuento todo sobre mi viaje (Aunque ya relaté todo desde Madrid pero sumo detalles, descripciones y hasta imitaciones, que no pueden transmitirse por whatsapp): mi hermano, He-Man, el rechazo en el subte y mi resolución de disfrutar un poco más de la vida. Y claro, no olvido el tema del momento: el biólogo con registro de conducir.

– Ah bueeeeeno, ahora ella conoce hombres en lugares públicos!! Bien Verita, pero nosotras seguimos necesitando del mundo virtual -dice Lau con tono misterioso y la mira a Jose.

Parece que en las últimas semanas, las dos entraron en el universo de Happn, una app similar a Tinder, que te muestra hombres que te hayas cruzado geográficamente en las últimas horas, filtrados por el rango de edad de tu interés.

– Y ya salieron con alguien?? Cuenten por favor! -suplico.

– La que me pasó a mí es de cuarta -dice Jose resignada-. Hablé un par de días con Rodrigo, 32 años, graffitero y botones de un hotel.

– Bieeen, al menos te conseguiste uno con trabajo estable! -Acota irónica Lau.

– Sí, me parece que era lo único estable que tenía. La cosa es que me dice de tomar algo a la salida de su trabajo. Me puse los zapatos con taco finito, tomé el subte, caminé veintemil cuadras y llegué hasta pleno centro a un bar irlandés donde me citó. Apareció treinta minutos más tarde de lo que quedamos, les juro que ya me estaba por ir. Era más bajo y más feo que en las fotos y con la dentadura muy floja de papeles. Pero le puse onda porque sé que el “envase” no es todo. No sé si es que era tímido o yo no le gusté pero él habló muy poco, básicamente sobre sí mismo. Yo saqué temas de dónde no había nada. A la hora hace que atiende el teléfono y me dice que hay una emergencia en el hotel y se tiene que ir. No solo se va sin siquiera saludarme con un beso sino que no me deja plata ni para pagar su parte!!!

– Me estás jodiendo?! Que pedazo de salame!!! -No puedo evitar reírme mientras hablo.

– Un idiota importante!!! -se exalta Lau.

– Les juro que me quedé atónita. Y lo peor es que para mí lo del llamado lo inventó, el teléfono no sonó chicas! Me sentí una boluda… no sé si estoy preparada para seguir experimentando este tipo de situaciones.

– Pará Jose! Es un tipo que es un tarado pero hay miles por conocer! -dice esperanzada Lau.

– Miles de tarados? -pregunto un poco en broma y un poco en serio.

– Jaja, no! Miles de tipos. Yo conocí a uno hace unos días, también por Happn, y venimos teniendo anti-citas.

– Y eso? en qué consiste? -consultamos con Jose casi al unísono.

– Resulta que hace un par de semanas que hablo con Horacio, 42 años, cardiólogo con 3 hijos. Nunca encontrábamos el momento de vernos así que como los dos corremos, quedamos en hacer juntos el circuito de los lagos un martes a la noche.

– Esa fue la primera cita? Me muero! -se asombra Jose.

– Jaja! Sí! Por eso le pusimos la anti-cita, nos conocimos transpirados y en jogging, cualquiera!

– Y qué onda esa primera impresión? -pregunto curiosa.

– Bien! Lo loco es que mucho no pudimos hablar mientras corríamos pero ya correr acompañada fue una linda sensación. Y después mientras nos estirábamos charlamos de cosas super cotidianas, me gustó que no caímos en el cuestionario básico de intercambio de datos, fue como más…no sé…natural. Y la segunda anti-cita fue el jueves, yo el único rato libre que tenía necesitaba lavar el auto y me dijo que venía a hacerme compañía. Trajo el mate y charlamos en la puerta del lavadero un ratito. Raro y super normal al mismo tiempo…

– Tal cual! Me gusta la onda de Horacito!! Ahora… transpiran, se toman el mate pero de sexo ni hablar, no??? -Jose va al grano.

Nos reímos sin parar y creo que no es porque haya sido tan gracioso lo que dijo Jose sino porque estamos felices de estar de nuevo juntas charlando, comiendo y compartiendo la vida.

Las dos me insisten para que me descargue Happn. No tuve una buena experiencia con Tinder pero les hago caso y las tres juntas elegimos las fotos para mi perfil y empezamos a seleccionar posibles candidatos. A los pocos minutos mi teléfono vibra y me avisa que tengo un crush (quiere decir que ambos nos gustamos) con un tal David.

Me llega un mensaje de él que dice: “Por fin apareciste, te estaba esperando Vera!”.

Se lo leo a las chicas y acoto:

– Qué miedo, será un asesino serial?

– Jaja! Relajá! No habías vuelto del viaje con otra actitud? Contestale, dale! Un gran paso para Vera, un pequeñísimo paso para la humanidad -me burla Jose y brindamos las tres con licuados y café con leche.

Vuelvo a casa contenta de estar disfrutando de la vida real y con la esperanza de que entre el biólogo marino, el nuevo compañero de trabajo que entra el lunes y el candidato virtual de Happn surja al menos, alguna anti-cita.

Dentro de los objetivos post viaje, también quiero tener un cambio de actitud respecto a los hombres: abrirme a nuevas experiencias y exponerme a situaciones a las que antes hubiera evitado. Y, sobre todo, quisiera desdramatizar cuando alguien en el que pongo expectativa se esfuma, me deja, o la versión del fracaso que toque. Pero eso lo veo más complicado, no creo haber clavado bandera en la cima de mi madurez emocional.

¿Querés saber quién soy y por qué escribo? Leé Yo soy Vera

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Vera Ricerca
El juego del paquete

Soy feliz a pesar de saber que en el mundo hay reptiles, medias sucias y mermelada cítrica. Escribo en el blog El Juego del Paquete. elblogdevera@gmail.com