Rimbaud: el demonio de la Belleza

Rimbaud y Verlaine vagaban borrachos de arte. Los libertarios, entonces, de política y revolución.

Alberto Cruz
4 min readSep 6, 2016

Los ojos de Arthur Rimbaud eran los de un súcubo. El tono celeste que podemos ver en las retocadas fotografías en blanco y negro del bello poeta, son una muestra de su sensualidad. Un poder erótico que se potenciaba con su genio lírico y rebeldía decadente.

Una noche, senté a la Belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié. — Una temporada en el Infierno.

Lo que canta Rimbaud es la manifestación de sus propias contradicciones. La belleza que podía transmitir por medio de su poesía estaba ligada a las posesiones demoníacas que él mismo ejercía sobre Pauvre Lelian (Paul Verlaine) y lo infernal que sentía en su propia escritura.

Yo sigo, hecho un desastre, igual que un estudiante,
bajo el castaño de indias, a las alegres chicas:
lo saben y se vuelven, riéndose, hacia mí,
con los ojos cuajados de ideas indiscretas.

Yo no digo ni mú, pero miro la carne
de sus cuellos bordados, blancos, por bucles locos:
y persigo la curva, bajo el justillo leve,
de una espalda de diosa, tras el arco del hombro.

Pronto, como un lebrel, acecho botas, medias…
-Reconstruyo los cuerpos y ardo en fiebres hermosas.
Ellas me encuentran raro y van cuchicheando…
-Mis deseos brutales se enganchan a sus labios…

Rimbaud se sabe demoníaco y bello. Cualquiera que se atreva a penetrar realmente en lo que nos queda de él se quema. La belleza es destructora de ella misma y de quienes la rodean. Destructora por el fulgor poético que entrega y que terminó calcinando a Verlaine en su debilidad burguesa, dócil y sensible. Autodestructiva por la soledad que significa la genialidad y el control de los colores, las palabras y las sensaciones. De la luz y la constante consagración de los instantes. Gracias a las luchas de todos por adquirirla y controlarla, la belleza también desciende al averno.

Oh divino Esposo, mi Señor, no rechacéis la confesión de la más triste de vuestras sirvientas. Estoy perdida. Estoy borracha. Estoy impura. ¡Qué vida!

El era casi un niño… Sus delicadezas misteriosas me sedujeron. Olvidé todo mi deber humano para seguirlo. ¡Qué vida! La verdadera vida está ausente. No pertenecemos al mundo. Yo voy adonde él va, no hay qué hacerle. Y a menudo él se encoleriza contra mí, contra mí, una pobre alma. ¡El Demonio! Porque es un Demonio, sabéis, no es un hombre.

Así, como mi pena se renovara sin cesar, y como me sintiera más extraviada ante mis propios ojos -¡como ante todos los ojos que hubieran querido mirarme, de no haber estado condenada para siempre al olvido de todos!- tenía cada vez más y más hambre de su bondad. Con sus besos y sus abrazos amistosos, yo entraba realmente en un cielo, un sombrío cielo, en el que hubiera querido que me dejaran pobre, sorda, muda, ciega. Ya empezaba a acostumbrarme. Y nos veía a ambos, como a dos niños buenos, libres de pasearse por el Paraíso de la Tristeza.

De inmediato yo me presentía, sin él, presa del vértigo, precipitada en la sombra más tremenda: la muerte. Y le hacía prometer que no me abandonaría. Veinte veces me hizo esa promesa de amante

Una temporada en el Infierno. La Virgen Loca — El esposo Infernal

La belleza se une al erotismo en el arte. La verdad se desnuda. Unas cuantas personas son las que se encargan de despojarla de sus vestiduras y mostrarla. Hacernos ver sus hombros y la línea divisora de su espalda. Hacernos sentir el calor de su aliento sobre nuestro rostro. Hacernos escuchar sus gemidos asustadizos y de placer. Hacernos tocar su piel. Reconfortarnos en su color.

No quiero decir que haya una sola verdad. Más bien, existen muchas manifestaciones de ella, las cuales incluso pueden ser contradictorias entre sí.

Ese mismo erotismo se puede palpar en toda manifestación humana sincera. El sexo, el arte y la política.

No puedes gustarle a todos con tus acciones y tu arte. Rinde justicia a pocos. Agradarle a muchos es malo — Schiller.

La nuda veritas es una guía para el artista y el libertario. Profundizar el erotismo descubierto que trae la pasión es el camino. A pocos les agradará al comienzo, pero el tiempo va dando la razón a quienes se atreven a entregar su humanidad. La belleza y la revolución terminará por destruir a quienes la profesan y transmiten, pero con el consuelo que puede y va a transformar.

Quienes tienen una vocación transformadora de la sociedad deben erotizar y mostrar la política en el espacio público. Como Rimbaud y Verlaine vagaban borrachos de arte, los libertarios deben deambular borrachos de política y de revolución.

--

--

Alberto Cruz

Ácrata (supongo). Intento de escritor frustrado. Poesía.