Tokyo: The Last Megalopolis // 1988

Ari P. S.
TEST
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3 min readOct 7, 2016

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dir. Akio Jissôji // cp. Exe Co. Ltd.

La década de los ochentas generalmente se le ha considerado uno de los períodos mas flojos en la historia del cine japonés, tanto en calidad como en cantidad de cintas. La televisión, el boom del video, y la falta de propuesta produjo un estancamiento en la industria fílmica. Aun así, varios clásicos lograron producirse, Ran de Akira Kurosawa, el debut como director de Takeshi Kitano, Violent Cop, y de igual manera súper producciones de grandes presupuestos como Sweet Home de Kiyoshi Kurosawa, y Tokyo: The Last Megalopolis. Definitivamente esta década se ve ahora con una óptica mas positiva, sobre todo tomando en cuenta que para muchos críticos, cineastas, actores, y para el que escribe estas lineas, del 2010 a la fecha realmente se puede decir que el cine nipón ha caído en su etapa mas oscura. Cine plano y desprovisto de corazón, alma y cerebro. Adaptaciones sosas de mangas, y demás largometrajes carentes del carácter que siempre ha formado parte del cine de la nación asiática. Aunque eso ya es tema para otro texto, aquí lo que nos compete es hablar de Tokyo: The Last Megalopolis, ejemplo de un blockbuster con ambición y arrojo, que aun sin ser totalmente logrado a nivel de guión entrega bastante en escena. Hablamos de un proyecto a gran escala, que contó con la colaboración de H. R. Giger para diseño de criaturas, sets enormes cuidadosamente elaborados, y un reparto que incluía a veteranos como Shintaro Katsu y Shishido Jo. Con tales credenciales la cinta no tarda en empezar a entregarnos espectáculo, con uno de los villanos mas memorables en la historia de la ficción japonesa, e inspiración directa para la creación de Bison (Vega en Japon) el jefe final de Street Fighter II de Capcom. Interpretado por el inconfundible Kyasaku Shimada, el personaje de Yasunori Kato es un hechicero de mas de mil años convertido en espíritu vengativo. Presentado como un espigado, y despiadado hombre, enfundado en un imponente uniforme del ejercito imperial japonés, éste ha despertado en el Tokio de principios de siglo 20 con un sólo propósito: destruir la ciudad. Una serie de personajes tratarán de evitarlo a como dé lugar. Esta aventura involucra vistosos efectos especiales prácticos, animación stop motion, y elaboradas secuencias de exorcismos, posesiones, y ataques de seres fantásticos. La banda sonora, que igual toma piezas de Wagner que de Gustav Mahler, sirve para establecer el carácter épico de la cinta. Es inevitable que ante tantos sucesos, personajes, y una intrincada mitología, el espectador se pueda perder. Queda claro que la novela original del señor Hiroshi Aramata, fue recortada para poder acoplarse a las 2 horas de duración. Muchos de los sucesos ocurren sin grandes explicaciones, y uno tiene que hacer lo posible para ir a la par de una trama que siempre va dos pasos adelante. Los mismos realizadores señalan en un comentario de audio de un reciente bluray las complicaciones para adaptar un relato tan abundante. Lo llegan a comparar con el Dune de Lynch de la misma década, aunque a diferencia de esa producción, ésta si logro un éxito en taquilla, y un buen recibimiento entre el publico. Tokyo: The Last Megalopolis sin duda queda corta de ser un verdadero clásico del genero. Su naturaleza espesa en folklore japonés la hace difícil de seguir para un publico occidental poco familiarizado con las referencias históricas. Con todo esto a consideración, la cinta para nada es un fracaso y logra ser bastante envolvente de principio a fin. Hay una energía y entrega en pantalla que las grandes producciones del Japon actual no tienen. Se siente aquí un verdadero deseo de contar una historia y no de saturarnos con efectos y explosiones sin razón de ser. Sin duda una obra que merece ser explorada nuevamente. ~Ruben Martínez Pintos

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