La psicología del chilango.

Por Raúl Orozco

El Tren del Mame
5 min readMay 19, 2014

Hace algunos años me encontraba en los Cabos cenando con una amiga de Sinaloa, me dijo contundentemente: ¿Sabes por qué nos molestan tanto los chilangos en provincia, en especial en el norte? Mi respuesta fue un gesto de desconocimiento esperando a que ella misma me lo dijera.

Su respuesta fue: porque hacen todo a la brava y nos terminan ganando en todo, siempre por las buenas o malas nos terminan superando y eso nos molesta, no estamos acostumbrados a competir con la misma fiereza que ustedes, no siempre juegan derecho y nos ganan, incluso sólo por el hecho de venir de una ciudad nos terminan sobrepasando.

Su argumento en una localidad como los Cabos era brutal, un lugar como casi todos los centros turísticos del país se encuentra lleno de inmigrantes de otras partes del país, en pocas zonas si no lo es en las grandes ciudades se aprecia esta diáspora de nacionales, pero la presencia de capitalinos se nota desde varios metros.

¿Y por qué hablar del capitalino fuera de la ciudad? Por el hecho de que parece que afuera de ella se nota más el comportamiento y las costumbres de los nativos de la ciudad, mal o bien llamados chilangos.

En búsqueda del chilango

La primera discusión en torno del tema es el nombre y qué específicamente qué es un chilango, sí capitalino y defeño son sinónimos. Algunos afirman que es el de provincia que viene a vivir a la ciudad de México, argumento en el que no creo puesto que la mayoría de los inmigrantes a la ciudad si bien se adaptan al ritmo y cultura de la capital, tienden a conservar muchas de sus costumbres y tienen un gran amplio sentido de pertenencia hacia su lugar de origen.

El chilango, defeño, capitalino, son sinónimos y son para especificar al sujeto nacido en el Distrito Federal e incluso su área metropolitana-la ciudad no termina en sus límites geográficos-, tampoco es importante si sus dos o sólo uno de sus padres nació en la Capital de México, al final el oriundo de la región más transparente (hoy ya una broma) es el que se termina criando en ella, no importando incluso si fue traído muy pequeño.

Y la discusión va a continuar en torno al tema, pero tener una postura sobre la definición terminará siendo afirmada con los posteriores argumentos sobre el nacido en el Distrito Federal, su comportamiento, cultura y costumbres lo afirmarán.

El duro camino de la capital

La Ciudad acaricia y de la misma manera abofetea a sus habitantes, es casi imposible que la vida en un lugar con millones de almas que sólo buscan llegar a sus destinos sea fácil, de cierta forma la vida en la capital del país te educa de una manera que dudo que otra ciudad o localidad de México lo haga.

El simple hecho de ir al lugar de trabajo o cualquier destino implica una lucha, contra la urbe y su casi anárquico crecimiento, pero sobre todo contra los miles de otros capitalinos que buscan lo mismo, llegar. Es aquí donde la cortesía y las reglas de etiqueta se olvidan, no se puede ser demasiado amable al intentar subirse al metro en hora pico o intentar entrar al Viaducto un viernes de quincena, es casi un acto de supervivencia y de la ley del más fuerte.

No conozco un solo habitante del DF que haya tenido que romper por más que quiera las buenas maneras para poder tan sólo llegar a casa, véalo así es casi como ver un accidente controlado, miles de personas tratan de llegar y pocas veces se ven incidentes, si bien los roces y choques existen entre las personas, la masa en si termina autorregulándose, parece una coreografía, en el que sale uno sólo un poco más sudado, magullado y algo más harto.

La lucha no sólo es por transportarse, se da en todos los ámbitos, en la búsqueda de desarrollo, alimentos, oportunidades laborales, educativas, de hogar, seguridad pública y en todas las necesidades de un habitante de ciudad, pareciera que ser capitalino es sinónimo de ser algo así como un luchador-boxeador urbano.

Esta supervivencia contra miles de personas nos forja un carácter diferente a todos los demás habitantes del país, se nota cuando el chilango sale de su coto de caza y va de vacaciones, es fácil distinguirlo, se nota más acelerado, poco más salvaje y no con las mejores maneras. No olvida que ha salido de su terruño y que fuera todo es más tranquilo y relajado. Son estas formas las que terminan haciendo mala fama, muchas veces real, sobre el actuar y las formas del defeño.

Otra de estas características es esa tonta superioridad sentida porque el destino del país se dirige desde las entrañas de su ciudad, ya lo dijo Carlos Monsiváis en su texto Lugares comunes, sitios inesperados sobre el centralismo y esta idea de ser más que el resto del país. Si bien los poderes del Gobierno Federal se encuentran aquí, es esto mismo lo que nos vuelve cortos de vista para con la Ciudad y su relación con el resto de México.

Pero también este centralismo vuelve al Valle de Anáhuac un crisol de toda la nación, aquí cual poema mexicano de estampita se une el Bajío y la Huasteca, el desierto de Sonora con las selvas chiapanecas; lo que la vuelve una ciudad diferente que debe de tener una gran tolerancia, que ya existe para poder sobrevivir únicamente pero sólo de una manera básica, se debe de entender que en la Capital tenemos de todo y ese todo se debe de respetar y entender porque también representa a los que conforman la sociedad chilango.

Es así como al capitalino sólo debe de quitarse la venda de los ojos hacia las otras realidades de su país, sino de su comportamiento en general. Solo como lo dice Ramos en La psicología del mexicano haciendo una autocrítica se podrá mejorar. La ciudad nos lo da y quita todo, es nuestro trabajo darle lo mejor y quitarnos lo peor, por lo menos para poder llegar a casa más tranquilo, sin tanto estrés.

Pachucos, cholos y chundos

Regresando a Ramos y su siempre molesto pero bonito ensayo; nos recuerda también este espíritu nacional de la violencia asumida como forma de sentirse superior ante no tener ninguna otra manera de superar los complejos de inferioridad mexicanos, que nos gusten o no, son muchos.

Parece que el chilango la retomó como forma casi de identidad esta postura, la ciudad es violenta y por lo tanto sus habitantes lo son, nos envalentonamos como justificación de superioridad entre nuestros iguales, ante nuestros vecinos de la llamada provincia, nos justificamos buscando justificar lo injustificable o lo que esa frase significa.

Es de esta manera que si bien tenemos un espíritu defeño, con más errores que virtudes, podemos trabajar en una primera instancia por lo menos en no ser tan molestos para nuestros hermanos que viven pasando las casetas por lo menos nos reciban más hospitalariamente.

Abur…

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El Tren del Mame

Columna de opinión que ni mi madre lee. Se recibe cascajo.