He sido y soy una mala feminista
Por Tálata Rodríguez
Tengo una tía que maneja muy bien
sin embargo, escucho desde pequeña
que las mujeres son un peligro al volante;
siempre supuse
que mi tía era una excepción.
Mi padre fue violento en casa
y aunque recibimos ayuda,
la bajada familiar,
siempre fue que mi mamá
era la complicada;
supuse entonces
que nuestro caso
era una excepción.
Tuve un trabajo
y me ascendieron
porque era buena haciéndolo,
y no solo eso:
era la mejor.
Sin embargo,
me mantuve en secreto
todo lo que pude
porque me sentía culpable;
alrededor mío pensaban
que ninguna mujer
accede a un cargo de poder
sin acostarse con un superior.
Se me dijo que las mujeres
éramos envidiosas, brujas,
trepadoras, conventilleras
que no se podía trabajar con nosotras
porque era “para quilombo”,
pero yo tenía unas amigas
con las que podía llegar a la luna;
durante mucho tiempo supuse
que mis amigas y yo
éramos una excepción.
Una noche,
cuidando la casa
de un poeta reconocido
que estaba de viaje,
armé una pila con los libros
de su biblioteca
escritos por mujeres:
eran sólo 7 entre 200 o más:
la excepción.
Hace diez años escribí
un texto llamado “Emperador”
donde el hombre máximo
a cargo del Imperio
dice que lo daría todo
por reencarnar
en una mujer
como yo que, a su vez,
en el poder
actuaría exactamente como él.
Ahora me avergüenza
haberlo escrito
aunque también lo celebro
porque ya no pienso
de esa manera.
Soy feminista
porque mejoré como persona,
y espero que lo mismo,
les suceda
a vos
y al mundo,
cuando, en un solo trazo,
unan el circuito de excepciones
y vean su gran dibujo.
Abrazo al feminismo,
que pasa de la protesta
a la propuesta
y pide que se revisen
los pactos sociales,
la historia, las ideas y leyes,
y todo lo que hay
en esta tierra.
Abrazo esa incomodidad
ahora, en marzo del 2021,
porque es necesario
que todo cambie un poco
para que nada siga igual.
Espero en 2031
leer este texto,
avergonzarme,
y celebrar así
el fin del gatopardismo.