Reseña: Cienfuegos en vivo
La banda que no existe
¿Se puede hablar de algo que no existe? Mucha gente habla de Dios así que creo que sí. Mas mortales que el Altísimo, y menos existentes, Cienfuegos hizo un acto de magia: Se hizo presente el sábado pasado ante un Groove agotado varios días antes, y volvió a desaparecer.
Durante esa noche, Sergio Rotman insistió que Cienfuegos es una banda que no existe y no soy quien para cuestionarlo. Más bien pienso que todos esos cuarentones algo canosos, panzones y arrugados, que cantaron de punta a punta, y hasta movilizaron sus anquilosados huesos en los números más movidos del set (“Deja que te diga”, “Carne de Tiburón”, “Llega el dolor” o “La Eternidad” que cerró el set) en una especie de pogo intenso hasta donde el físico daba, tampoco existen. Tampoco existió que, como bien remarcó el cantante al final del recital, no haya prácticamente celular en alto filmando o fotografiando el recital: Esencialmente, se vivió ese momento y nada más; y eso tampoco existió.
Tampoco existió versiones de canciones tapadas pero de alto valor compositivo como “La Colina”, “La vida es un pastel”, “Viaje al fin de la Noche” o “Desierto”. O los covers de Bowie y Joy Division, que sabemos, tampoco existieron.
Nada de eso existió; mejor dicho, existió ese momento y dejó de existir. Ese momento es de otro tiempo, por urgencia, hambre de vivir y sentir y por necesidad. Cienfuegos, la banda que no existe, hizo un acto de magia: apareció un rato, para gente que esperaba mucho ese portal espacio-temporal en Groove, y por una hora y pico fue la única banda que importó, para volver a no existir. Y me pareció muy bien.
