Papel ministro

Hugo Molchanvique
El Tiburón
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6 min readOct 15, 2015

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- A veces me da la impresión, Tancredo, de que el mundo entero yace sobre cuadrículas — dice CE11.
La ciudad entera vibraba ante ellos mediante alarmas, silbidos y bocinas. A través de la ventana, ambos veían cómo los muy numerosos vehículos de la calle León no podían desplazarse, ya el semáforo favorecía a unos pocos de la Avenida Cándida, perpendicular a la primera. Los tejados se extendían, rectangulares, hasta las faldas del volcán.
- Las cosas que se estarán diciendo allá abajo, y nosotros discutiendo sobre retículas — dice Arturo. Pero Tancredo no le hace caso: su mirada ya se ha perdido en la disposición, tan irregular, de luminarias a lo largo de la montaña. La impresión también surte efecto en Tifón, que, mientras se propone a excarvar el refrigerador por ungüentos y colesterol, cae en cuenta de la implacable organización de cerámicas en el piso y de azulejos en la pared; de los encajes del bordado del mantel y en las compuertas del mueble de alacena.
- Pero lo que importa es cómo se las llena-, dice al abrir la nevera, que también se le revela monstruosamente dividida en celdas y columnas y filas, pero, para su alivio, abundante en quesos olorosos y embutidos surtidos.
- Las medidas elegidas son arbitrarias, — dice CE11. — Cada quién juega según su inteligencia.-
- ¿Cómo?- dice Tancredo.
- Que se puede dividir a la realidad en parcelas infinitas, aunque su geometría natural suela obstruir este propósito. Me explico: una flor puede ser analizada por la forma y comportamiento de sus tallos y sus pétalos, pero también podemos adherirla a un conjunto, Planta, que a su vez se aglomera en Maleza; las Malezas se aglomeran en Vegetación y las Vegetaciones en Flora: de determinado lugar, de determinada parcela. Las líneas con las que dibujamos la percepción pueden trazarse desde puntos cualesquiera. La vida es infinitamente fragmentable.
- La vida, para mí, es lo que pasa a este lado de la ventana — dice Tifón. — Yo no puedo hacer nada con los silbatos y sus retículas.
- Pero están allí — dice Tancredo. — Tifón se ha ido exasperando, y deja, con su partida, su rastro de migajas. No puede evitar contornear cada imagen del trayecto en contenedores geométricos: los marcos de los cuadros, las curvas (imperfectas, siempre esencialmente rectas) del tallado de la madera, las repisas donde pende cada ornamento. Pero apenas entra en su oficina y lo sorprende otra catarata de estímulos. Eructa y procede a enfrentarla.
- Más que eso, pasan cosas, y sin necesidad de dividir — dice Arturo. — Los gritos de la Cándida no son solo gritos: hay gente que le está gritando cosas a otra. Gritan “¡Oye, Jaime!” y Jaime, que estaba haciendo otra cosa, se da la vuelta, se pone atento, busca a quien lo haya llamado entre penumbra y multitud. El conductor pita para que el conductor del lado se apure, o no le choque, o deje de hacer huevadas. La flor crece porque la semilla fecundó. A nosotros, porque estamos en las alturas, nos llega esta mezcla de todo, amorfa, sin sentido, abrumadora si no fuese tan distante, pero allá, abajo, todo está sucediendo, con mucha urgencia y con mucho significado para todos. Si es que la alarma suena, el dueño del carro mucho se va a preocupar. Hay cómo verlo todo, desde acá, pero sin entenderlo nada, sin que importe nada. Tus esfuerzos, CE, le están despojando a tu mundo de sentido.-
- Pero en cambio están allí — dice Tancredo. — La telaraña de frecuencias, de luminosidades, de trazos geométricos erigidos, mediante sudor y concreto, sobre valles antes vírgenes, y sobre ellos, hoy, el perpetuo dinamismo de la civilización. El humano es post-biológico: desde que se encontró con el abstracto, él decide qué tan tupidas serán sus parcelas. ¿No es admirable, visto desde aquí? ¿No es esta vista más admirable que la de la loma desnuda? ¿No es la concatenación de acontecimientos que hemos estado causando más compleja, más hermosa, más poderosa? -
- Yo, por mi parte, — dice Arturo — quisiera aprovechar la multiplicidad cosmopolita a través de una, y tan solo una, de sus especímenes salvajes. Yo, por mi parte, sólo me pregunto cuándo iremos a bajar.-
- No creo que sea el humano quien decida — dice CE. — No creo, tampoco, que nuestro propósito, acá arriba, sea admirar las capas erigidas.
- Sobre todo en nuestro tiempo libre — dice Arturo. Pero ellos ignoran su comentario. Y es que todo el tiempo era libre entonces, pero, al mismo tiempo, todo el tiempo había que pensar en algo en pos de completar algún encargo. A veces, pensaba, se les olvidaba diferenciar el vivir con el elucubrar. Arturo, en este tipo de pláticas, era el que más se preocupaba por el fenómeno; por lo menos él, pensaba, seguía diferenciando. Hace rato que había perdido el gusto de darse las vueltas hasta forzar la epifanía. Pero, ¿a dónde iría si se ausentase ahora mismo? Ausentarse: ir a la habitación, cerrar las cortinas, olvidar a la ciudad y a sus putas oscilaciones, dejarse abatir por el abrigo seco del silencio, recordar a Claudia, y a Amalia, y a Carolina, y a Claudia de nuevo, preguntarse en qué se hallará, en qué estará pensando, sentir la compañía de la impostora que noche a noche él mismo ha esculpido, preguntarse si la volverá a ver, a ver de esa forma, y si ella le mirará de vuelta, de esa otra forma, y programar dichos y fábulas que de alguna manera escondan la patética rutina heterodoxa en la que él mismo se ha inmiscuido; olvidarla, momentáneamente, con esfuerzo; drogarse, masturbarse, ojalá pensando en alguna otra chica aún más etérea, aún más fantaseosa, revolcarse en dolores cada vez menos evidentes, en angustias cada vez más fantasmales, quedarse dormido. ¿O iría a avanzar esta noche? ¿Iría a avanzar más yéndose o quedándose?
- Ahora, con respecto a tu punto: ¿no estamos atados al tiempo y sin ninguna libertad? — le dice Tancredo.
Arturo suspira.
- ¿Puede una semilla dar un fruto distinto del que naturalmente le corresponde? ¿Permite la fecundidad anomalías? No vas a sembrar naranjas y esperar manzanas: ¿se diferencia en algo nuestro proceder? ¿No es cada instante la consecuencia natural de todos los que lo antecedieron? -
- No creo que seamos solamente semillas; tampoco creo que el mundo solamente se asimile mediante similes — dice Arturo, que, sin comprenderlo del todo, ha optado por quedarse. — Hay demasiadas variaciones en nuestro germinar. Toma en cuenta todas esas ideas descartadas; todas esas bifurcaciones que se nos presentan ante cada acto y que ignoramos para ejecutar otro. Actuamos, tantas veces, casi misteriosamente, en contra de nuestra supervivencia y de nuestro bienestar. Decidimos, erramos, nos sorprendemos de nosotros mismos. No creo que esté todo preprogramado; no creo que podamos haber sido codificados con tal tolerancia a la variación.-
- Pero en cambio — dice CE -, actuamos de cierta manera, motivados por determinado flujo mental y determinadas circunstancias inintercambiables, y cada acto es definitivo: es ese, y no otro, el que se ha llevado a cabo; es ese, y no otro, el que quedará registrado y el que dictará, con mayor o menor grado, los efectos en nuestro hábitat y sus ocupantes. ¿Cuánto le interesa al mundo la intención, lo que pudo, casi, haber sido, pero no fue?-
- No es prudente precipitarse al adentrarse en los interminables cauces de la causalidad- dice Tancredo. — No veríamos esta ciudad ahora sin que algún antepasado haya fundado Jericó. Este valle fue descubierto por alguien, y en él se amontonan los hijos de su estirpe, que son, a su vez, hijos del valle y sus erosiones, y del tiempo en el que les ha sido obligado vivir. El automóvil no lo ensambló el propietario preocupado, sino alguien que lo precedió; alguien que, a su vez, no basó su proceder en ráfagas de inspiración automotriz divina, sino en estatutos formulados por otros próceres del desplazamiento humano: quizás nunca los haya leído, quizás nunca hayan sido redactados, pero de alguna manera (entre cánticos y cromosomas, digamos), también fueron cimiento para su propia deducción. Nada sale de la nada.-
- Ya de una vez di que todo es todo.-
- Así es — dice Tancredo.-
- Pero eso no nos sirve de nada — dice CE11.
- Los despojos, en tu caso, son masivos — dice Arturo. — ¿Qué es que nunca sientes nada? -
- ¿Cómo? — dice Tancredo.
CE también luce sorprendido.

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