El Museo

El único museo en el mundo que me ha dejado absolutamente boquiabierto

David Fuentes
El viejo continente

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Hay muchos museos espectaculares que he tenido el honor de visitar: el Museo del Prado de Madrid, el Louvre en París,el British en Londres (de este hablaré otro día, porque casi se merece estar en este artículo), los museos Vaticanos en Roma, la Accademia en Florencia… y muchos que, sin haber podido estar, no dudo de su valía: el Hermitage de Leningrado, l Pergamon en Berlín, el MOMA en New York, New York, o el Smithsonian, en D.C., entre otros, que ansío visitar. Y ójala, ójala tenga la suerte de que alguno de ellos me impresione tanto como lo hizo el museo Vasa en Estocolmo.

Cualquier enamorado de las bellas artes que lea esto probablemente me quiera asesinar, y con razón, pero la mayoría de los nombrados son acumulaciones de colecciones de pintura y escultura (con la excepción del British, que es un poquito más especial, y del Pergamon, que creo que puede llegar a superar a éste del que hablo) de mayor o menor nivel, de un momento histórico u otro. Y sí, estar delante de “La Familia de Felipe IV” de Velázquez impresiona, y la primera vez que ves “La Liberté Guidant Le Peuple” de Delacroix (mi pintura favorita, por cierto), tu vida cambia un poquito, es cierto. Pero a mi no me hacen vibrar.

Vasa Museet, by Edwige

Sin embargo, un museo un tanto insulso en su exterior es la guinda perfecta para una increíble ciudad como Estocolmo. Es la máxima expresión de un museo mongráfico; no es un museo de juguetes, o de elementos de tortura o de armas… nada así. Es un museo (el único que yo sepa) sobre un único objeto.

Es un museo que alberga un barco

¿Sólo eso? ¿Un barco? Sí, pero no es un barco cualquiera. Se trata de un barco que fue orgullo (y vergüenza) de un país entero. Un galeón de guerra construído a principios del Siglo XVII para la corona de Suecia, por orden de Gustavo II Adolfo. Uno de los barcos más grandes jamás construidos en aquella época: 70 metros de eslora, 64 cañones de bronce, capacidad para más de 400 tripulantes… y naufragó en su viaje inaugural sin terminar de haber salido del propio puerto de Estocolmo.

Más de 300 años pasó enterrado en el fango del fondo del puerto. Debido a las condiciones del Báltico (muy baja salinidad y temperaturas bajísimas), donde hay muy pocos organismos invasores de pecios, se mantuvo en casi perfecto estado hasta que a un simpático arqueólogo se le ocurrió reflotarlo y guardarlo en un museo (foto de Pedro Szekely) para el disfrute de todo el mundo.

Las operaciones de recuperación duraron más de 6 años hasta que en 1961 fue completamente recuperado. Fue almacenado y tratado durante años hasta la finalización del museo y apertura al público en 1990.

Regalskeppet Vasa, by Tiberio Frascari

El estado de conservación es espectacular para haber estado hundido durante tanto tiempo. Las tallas de la cubierta se conservan en perfecto estado y demuestran el lujo con el que se construyó el navío.

Stern of the Vasa, by Todd Lappin

Aparte del barco en sí, en el museo se exhiben contenidos originales del barco, estatuas, esqueletos recuperados de su interior y un storyline del barco desde su diseño hasta el día de hoy.

Simplemente espectacular.

Y ya sabéis, como siempre, si os gustó: corred la voz!

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David Fuentes
El viejo continente

Pachorro, viajero, despistado, Molone, pensador, ingeniero, coherente, baterista, madrileño, cervecero, rayista, seriéfilo, comidista, chanante y submarinista.