Imagen: © UNFPA/Ruth Carr

Embarazo Adolescente: El rostro de la desigualdad en Paraguay

Consejo UNFPA
#ElBonoSomosTodos
5 min readNov 5, 2019

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Si pienso en mi infancia hay ciertos hitos que vienen inmediatamente a mi memoria: las meriendas con mis primas donde mamá preparaba abundante pan con manteca y chocolatada; las tardes con mis amigas jugando a las muñecas, trepando árboles o mojándonos con una lluvia imaginaria producida por una manguera; las tardecitas donde el sueño me ganaba y finalmente una se rendía al sueño frente a una película o con un cuento de esos que tantos nos gustaban.

Y mi adolescencia no tuvo mucho de diferente. También la recuerdo de manera vívida y, dentro de todos los complejos que una pueda llegar a esa edad donde nos vamos conociendo y descubriendo, era feliz.

Este debería ser el panorama ideal para toda niña o joven. Vivir cada una de sus etapas con alegría, acompañada y protegida hasta poder llegar a la vida adulta donde, teniendo todas las herramientas y educación necesarias, pueda tomar las mejores decisiones para su propio futuro y sobre todo, decisiones propias, que las hagan felices.

Pero este no es el caso de muchas niñas y adolescentes en nuestro país. Factores como la pobreza estructural, una problemática con la que lidiamos desde hace ya mucho tiempo, la cultura machista tan fuertemente arraigada a nuestras costumbres y la marginalidad que implica una combinación de ambas impiden que, al día de hoy, estas sean plenas sujetas de derechos. Para ellas no hay tardes de juegos y risas, ni meriendas abundantes, ni libros y días de estudio.

Muchas terminan siendo víctimas del peor hurto: el hurto de su infancia, de su plenitud, de poder decidir la vida que quieren llevar, todo esto a causa de un fenómeno tristemente común en la sociedad paraguaya: el embarazo adolescente. Y el culpable no es otro que un Estado ausente, incapaz de ofrecerles la protección que precisan para poder desarrollarse de manera plena.

Este tema incomoda, quizás de sobre manera, porque cuando una persona se pone a leer las cifras sabe que estamos llegando a un punto crítico donde no podemos seguir hablando de casos “apartados” o “circunstancias insólitas”Podemos hablar de estos números como las “cifras de la desigualdad”.

Números que movilizan

En nuestro país, 1 de cada 20 niñas de entre 10 y 14 años en situación de pobreza tienen hijos. Esto empeora cuando hablamos de quienes forman parte de las comunidades indígenas, donde son 1 de cada 10. Quizás así, suena poco impactante, pero pongámoslo en esta perspectiva: en cada periodo de gobierno, sumamos 100.000 niñas y adolescentes que han tenido hijos/as.

Ellas con sus hijas e hijos, podrían llenar el estadio Defensores del Chaco (el más grande en todo el territorio nacional) 5 veces en cada período de gobierno, según las estimaciones de la experta en salud sexual y reproductiva del UNFPA, Adriane Salinas Bomfim.

Adriane Salinas Bomfim, Oficial de Salud Sexual y Reproductiva del UNFPA en Paraguay, abordó el #EmbarazoAdolescente en la edición número 50 de Gramo.

La imagen asusta. Porque entonces podemos entender que la protección y promoción de los derechos sexuales y reproductivos es una tarea pendiente que tenemos. Estas niñas y adolescentes forman parte del ya conocido bono demográfico o, dicho en otras palabras, la oportunidad que tiene el Paraguay de crecer y desarrollarse económicamente debido a que posee una alta población joven, capaz de ser educada e introducida al mercado laboral.

Sin embargo, este sector ya pierde de por sí oportunidades. Remarcando que la mayoría de los embarazos son productos de relaciones sexuales abusivas que son en su mayoría cometidas por miembros de su entorno familiar (padrastros, padres, tíos, primos, abuelos, etc.), la tenencia de un/a hijo implica en la mayor parte de los casos la deserción escolar por tener que hacerse cargo de una responsabilidad para la que aún no están ni física ni psicológicamente preparadas, implicando así que únicamente podrán acceder a empleos precarios y que el círculo de abusos continúe en sus hogares.

En términos económicos, no sólo se pierde la oportunidad de tener una mano de obra capacitada y de calidad, sino que los embarazos implican una pérdida anual del 12% del Producto Interno Bruto (PIB). Solo en el periodo del 2018, Paraguay perdió la cifra de USD 4.812 millones.

Qué podemos hacer?

Creo que en este punto, quienes acompañan esta lectura entienden que este es un tema que nos compete a todos y todas. Pero la siguiente pregunta, es ¿qué podemos hacer?

  • Exigir al Estado la implementación de un plan de educación sexual integral, que sea transversal y dado a lo largo de toda la vida de este sector de la población con el cual les enseñaríamos no solamente a vivir una vida sexual responsable y segura.
  • Trabajar en la detección de señales de abuso, medidas preventivas, a donde acudir para recibir ayuda y otorgar sostén para que puedan así disfrutar plenamente de cada una de las etapas de su vida.

Existen muchos factores culturales presentes en nuestras más profundas raíces que deben analizarse bajo la lupa. En la sociedad (sobre todo en los sectores donde el acceso a la formación académica es menor), las relaciones entre adultos y menores de 18 años están naturalizadas. Estas deben entenderse por lo que realmente son: relaciones de coacción, de poder y dominación de un persona sobre otra que también es sujeto de derechos.

Las niñas y adolescentes deben ser empoderadas, entender que su cuerpo es suyo y nadie ni nada puede obligarlas a tener relaciones sexuales antes de que se sientan listas. Precisan herramientas para poder iniciar sus vidas sexuales en el momento que ellas consideren adecuado, sintiéndose seguras y capaces de entender conceptos como la planificación familiar, la autonomía de sus cuerpos y sobre todo, lo que implica el consentimiento.

Como ciudadanos y ciudadanas tenemos la responsabilidad de interperlarnos esto de manera constante, de exigir al Estado que sea garante de estos derechos y sobre todo, debemos empatizar y ver qué podemos hacer que esté a nuestro alcance para las niñas y adolescentes que forman parte de nuestras familias, que son nuestras vecinas, conocidas, estudiantes, pacientes, amigas.

Seamos fieles defensores de que reciban así la información y educación necesarias para que puedan crecer y desarrollarse de manera plena, tomando las decisiones que mejor le parezcan a ellas y así puedan convertirse en el proyecto de mujer que ellas desean ser.

Este artículo fue redactado por Guadalupe Acosta. Guadalupe es miembro del Consejo Consultivo Joven y Adolescente del Fondo de Población de las Naciones Unidas en Paraguay.

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