Kendry Martínez quiere ser un ejemplo de esperanza para otras trabajadoras sexuales trans

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7 min readMay 11, 2021

Sobreviviente de violencia y adversidad desde Tegucigalpa hasta Queens, New York.

Por Bruce Gil

Kendry Martínez en la oficina de CITGny en Jackson Heights con su corona de Miss Primavera. Foto por Sara Herschander.

Kendry Martínez estaba nerviosa por subir a un escenario por primera vez en meses. Vestida de negro, hizo un show de sincronización de labios y baile con maestría a una mezcla de cumbia del grupo hondureño Chicas Rolands. La energía del público, unas 50 personas, en Luna’s Kitchen and Bar, en Jackson Heights, la empujó a bailar aún mejor.

“Miré cómo la gente me apoyó, miré cómo la gente me gritó y todo. Eso son cositas que te van llenando”, dice Martínez.

Martínez estuvo a punto de no participar esa noche del 3 de abril, pero quiso apoyar a la organizadora del evento, Laura Martínez, una líder de la comunidad trans de Nueva York y presentadora de shows en club nocturnos. También pensó que era el momento adecuado ya que había encontrado más estabilidad en su vida, tanto económica como emocional. Aquella noche se fue con 500 dólares en propinas y la corona de Miss Primavera.

Pero el camino hacia esa noche no fue nada fácil.

En las oficinas del grupo de derechos trans donde trabaja en Queens, el Colectivo Intercultural TRANSgrediendo (CITGny), Martínez cuenta sobre su experiencia como trabajadora sexual trans en Honduras. Ella mueve su cabello largo y oscuro detrás de la oreja para mostrar el lugar donde le cortaron con un cuchillo por ser trans. Agradece que sus cicatrices ya no se noten.

“Nos mataban como si fuéramos nada”, dice Martínez de 31 años. “En Honduras la calidad de vida para nosotras, las chicas trans, es no pasar de 30 años’’.

Martínez se fue de Honduras para los Estados Unidos cuando tenía 26 años. En esos 26 años ha visto a muchas de sus amistades ser asesinadas en su país de origen por ser trans, por elegir ser fieles a ellas mismas.

Su amiga Angie Ferreira, una prominente activista trans en Honduras, recibió un disparo mientras caminaba con amigas el 25 de junio de 2015.

Según testigos, la policía no hizo nada para ayudar a Ferreira mientras se desangraba. Tenía 26 años.

Honduras tiene la tasa más alta de asesinatos de personas trans en el mundo, según el Trans Murder Monitoring Projcet. Entre 2008 y 2020 se reportaron 107 asesinatos de personas trans y de género diverso en Honduras, una tasa de casi 11 personas trans asesinadas por cada millón de habitantes. En comparación, la tasa de asesinatos de personas trans en Estados Unidos durante el mismo periodo de tiempo fue de sólo 0,8 asesinatos reportados por millón de habitantes.

Martínez, como sus amigas, empezó a trabajar como trabajadora sexual por necesidad cuando tenía 19 años.

Su familia religiosa evangélica la rechazó cuando salió del closet inicialmente como gay, aunque ella sabía desde muy joven que era una mujer.

“Mi familia me miraba diferente. Ya no me miraban como la estrella, la persona que estudiaba”, dice Martínez, quien tiene un título de administración de empresas en Honduras. La educación siempre fue una manera para diferenciarse de sus hermanos y primos.

Su madre eventualmente la echó de la casa. Sin recursos y con pocas opciones, empezó a ejercer el trabajo sexual.

Superviviente de amenazas y violencia, la experiencia de vivir como trabajadora sexual ha cambiado a Martínez.

Según Martínez, la violencia en Honduras ha hecho que muchas trabajadoras sexuales trans de su país sean un poco agresivas y naturalmente desconfiadas.

Su compañera de trabajo en CITGny, Nayra Berrios, recuerda el comportamiento distante de Martínez cuando ambas recorrían las mismas calles de Queens, Nueva York, en busca de clientes.

“Si yo estaba aquí, ella no pasaba por donde yo estaba”, dice Berrios. “Ella salía de su casa y se pasaba por el otro lado porque estaba en su mundo”.

Pero Martínez dice que siempre ha tenido un carácter fuerte.

Ella es el tipo de persona que abre su propia “calle”. En Tegucigalpa ya había zonas establecidas para la prostitución, pero ninguna para mujeres trans. Así que Martínez creó una. Fue a una de las zonas establecidas, saludó a las trabajadoras sexuales cisgénero y se instaló.

“Yo llegué y aquí me paro y de aquí nadie me mueve”, dice ella. Otras mujeres trans se unieron a ella poco después. Las pandillas también las siguieron y empezaron a amenazar y extorsionar a ella y las otras trabajadoras sexuales de la zona.

Tras el asesinato de Ferreira, Martínez asumió su papel como coordinadora de Muñecas de Acoiris, el colectivo trans del grupo hondureño de derechos LGBT Acoiris. Se presentó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en una conferencia en Washington DC en 2016.

“También tenemos la discriminación por la policía militar, en donde nosotras las transexuales nos vemos expuestas a extorsiones, golpes, burlas sin motivos y detenciones sin justificación,” asi es como Martínez describio la situacion en su pais en la conferencia.

Desde esa conferencia ha permanecido en Estados Unidos.

Fue en Estados Unidos donde comenzó su transición. A medida que su pelo crecía y su cuerpo empezaba a cambiar debido a las hormonas que tomaba, empezó a sufrir acoso por parte de sus compañeros en una empresa de distribución de snacks en la que trabajaba en Nueva York. Su jefe la despidió.

A pesar de su pasado, Martínez sigue teniendo fe en un poder superior.

“Dios me ha cuidado. Dios ha estado ahí conmigo. Él ha sido la razón por la que salí de todo ese mundo intacta,” dice Martínez. En todo el mundo, las trabajadoras sexuales tienen entre un 45 y un 75 por ciento de posibilidad de sufrir violencia en el trabajo, según una revisión sistemática publicada en el American Journal of Public Health.

Martínez dice que Dios siempre pone ángeles en el camino de uno.

Uno de sus ángeles fue la difunta Lorena Borjas, una figura maternal para la comunidad trans latina en Queens que murió de Covid-19 el año pasado.

Martínez fue enviada a prisión por apuñalar a un exnovio en lo que ella dice fue defensa propia. Pasó un mes en prisión y luego tuvo que aparecer en la corte a lo largo de un año. Con dinero de un fondo que manejaba para ayudar a la comunidad trans, Borjas pagó la fianza de Martínez en abril de 2019. Martínez se ríe recordando que Borjas bromeó diciendo que si hubiera sabido que era Martínez por la que estaba pagando la fianza no la habría pagado.

Una de las últimas cosas que Martínez recuerda que le dijo Borjas fue, “Tienes que cambiar, niña. Tienes que cambiar porque si tú sigues de la misma manera que vas, te vas a meter en muchos problemas”.

Otro de sus ángeles es Liaam Winslet, la directora ejecutiva del CITGny. Durante la pandemia, Martínez estaba en un momento bajo de su vida. Se sentía sola y no tenía ningún trabajo fuera del trabajo sexual. Sentía que no tenía ningún propósito. Entonces Winslet la llamó. Le propuso trabajar en el CITGny.

Kendry Martínez en la oficina de CITGny en Jackson Heights. Foto por Sara Herschander.

En su papel de especialista en el proyecto Sex Work 101 de la organización, ayuda a poner en contacto a las trabajadoras sexuales trans con servicios de salud y asistencia legal. Dice que su trabajo la hace sentir útil.

Los demás también notan una diferencia en ella. Martínez ha tenido que asistir a mujeres en el CITGny con las que se había metido en conflictos físicos en el pasado.

“Me dicen ‘tú eres la chica que me hizo esto o tú eres la chica que me pegó’”, dice Martínez.

Con una mujer se peleó dos veces en una semana. La primera vez, Martínez estaba tratando de detener una pelea entre ella y una de sus amigas, pero terminó involucrándose. La segunda vez la mujer vino a buscar a Martínez y Martínez la golpeó con una faja. Recientemente, hablaron en el CITGny.

“¿Recuerdas lo que pasó entre nosotras? Eso ya está olvidado. Porque estoy viendo que has cambiado, que ya no eres la misma chica peleonera”, dijo la mujer, según Martínez.

Kendry Martínez en la oficina de CITGny en Jackson Heights. Foto por Sara Herschander.

El objetivo de Martínez es no tener que hacer el trabajo sexual. Quiere seguir estudiando. Ya se ha conseguido su GED y ahora quiere obtener un título en enfermería o trabajo social. Pero dice que ya ha cumplido uno de sus sueños.

Uno de los primeros recuerdos de Martínez es un sueño que tuvo cuando tenía cinco años. En el sueño se veía a sí misma como una mujer.

“Realmente creo que he llegado a esa meta, porque en el momento de que me levanto, me miro al espejo, me siento satisfecha con lo que estoy viendo. Siento que ahora soy la persona que siempre soñé”, dice Martínez.

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