IVELYSE ANDINO

La mujer que emprendió la lucha por el “derecho a respirar” en el Sur del Bronx

El Deadline
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11 min readMay 21, 2019

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Ivelyse Andino es asmática desde niña, vio a su mejor amigo de escuela secundaria morir por la enfermedad, y ahora su hijo de cuatro años la padece. Su vida ha estado cruzada por la contaminación ambiental y las carreras de urgencia al hospital. Su caso es un ejemplo del drama que viven los habitantes de la comunidad –sobre todo, los niños. La tasa de hospitalización infantil por asma aquí es tres veces mayor al promedio de Nueva York. Tal disparidad se debe, según Ivelyse, a la desigualdad a la que ahora le hace frente.

Por Cristian Arroyo Santiago y Cristina Corujo Oruña

Son las cinco de la mañana de un lunes y suena el despertador. Ivelyse Andino, de 34 años, se levanta y disipa el sopor con café y ejercicios, mientras recorre la calle 138 en el Sur del Bronx. Los lunes dictan el compás de su semana. Ivelyse siempre está ocupada entre el trabajo, el hogar y los quehaceres cotidianos de la vida en Nueva York. Dan las siete de la mañana y toca levantar a su hijo de cuatro años. Al entrar a su habitación nota que el niño no respira bien. De nuevo, piensa, es otro día más, otra semana más que el asma altera sus vidas.

El niño, fan del béisbol y los Yanquis de Nueva York, ha perdido al menos dos semanas de clases en los dos semestres de su primer año escolar. Cada ataque de asma es la certeza de que perderá sus lecciones y de que su mamá, Ivelyse, perderá días de trabajo para llevarlo al médico o, en el peor de los casos, al hospital.

El asma de su hijo no es un caso aislado en su comunidad. Uno de cada 20 niños en el Sur del Bronx va al hospital cada año por complicaciones relacionadas con el asma. La tasa de hospitalizaciones infantiles por esta enfermedad en el Sur del Bronx es tres veces mayor al promedio de la ciudad de Nueva York.

Crédito: Cristian Arroyo-Santiago y Cristina Corujo-Oruña.

Cuando el asma se convierte en el actor protagónico de su día, Ivelyse no puede evitar recordar las veces que de niña estuvo en el hospital junto a una máquina de terapia respiratoria. Desde muy pequeña fue diagnosticada con asma. Aunque para su familia, de ascendencia puertorriqueña y con un alto historial genético de asma, esto no era nada nuevo, para ella es ahora frustrante ver cómo la historia se repite con su hijo.

“Recuerdo cuando me tocaba quedarme sola en el hospital”, dice con pesar. Cuando era niña su madre no podía quedarse con ella en la clínica. Ivelyse sí lo hace pero revive esos momentos en cada visita a la sala de emergencias con su hijo.

Aunque no es una enfermedad que discrimine entre ricos y pobres, pareciera que los factores contaminantes sí lo hacen ya que es en zonas pobres, como el Bronx, donde hay mayor polución.

Para esta mujer afrolatina el asma es más que una enfermedad respiratoria. Ha sido una constante que ha marcado momentos claves de su historia. Cuando tenía 18 años perdió a su amigo de la escuela secundaria, Manny, que murió de un ataque fulminante. Por eso, cuando observa los inhaladores de asma y a su hijo entrar en crisis, para Ivelyse todo se funde en un retorno al pasado, con escenas dolorosas que se repiten constantemente.

VENTANAS NEGRAS

El asma en el sur del Bronx -cuya prevalencia entre adultos también dobla al promedio de la ciudad- es una enfermedad común por factores como la predisposición genética y la contaminación ambiental. Aunque no es una enfermedad que discrimine entre ricos y pobres, pareciera que los factores contaminantes sí lo hacen ya que es en zonas pobres, como el Bronx, donde hay una mayor concentración de fábricas y un alto tráfico de vehículos de carga pesada. Ambos factores son dos de las actividades que más elevan los niveles de material particulado contaminante en el aire.

“El asma no es solo una situación ambiental, sino un conflicto de racismo sistemático”, dice Ivelyse. Crédito: Cristian Arroyo-Santiago.

“Por mi casa pasan camiones diariamente”, dice Ivelyse y se queja al respecto. “Esto no es una ruta comercial, los camiones no tienen por qué estar recorriendo la calle 138”, asegura.

En la Ciudad de Nueva York la contaminación del aire se refleja en los altos índices de partículas materiales (PM2.5). Las partículas son emitidas por vehículos de motor, edificios, la generación de electricidad y el polvo. Las PM2.5, más pequeñas que una hebra de cabello, son invisibles al ojo humano y se alojan en el tracto sanguíneo y en los pulmones. Una vez en los sistemas circulatorio y respiratorio pueden causar serias complicaciones respiratorias y cardiovasculares. Son estas complicaciones las que han afectado mayormente a la comunidad del Sur del Bronx, especialmente a los asmáticos.

Ivelyse ve el esmog en la sedimentación que se acumula en las ventanas de su casa. “La ventana del cuarto de mi hijo está negra”, dice. Ella mantiene las ventanas cerradas en un intento por controlar lo más que puede la circulación de partículas contaminantes en su casa.

En los vecindarios del Sur del Bronx estas partículas resultan mayormente de emisiones vehiculares, según datos del Departamento de Salud y la Oficina del Alcalde. Los mismos datos indican que en la ciudad un 17% de estas emisiones son causadas por vehículos.

Por las calles de estas comunidades transitan aproximadamente unos 304 camiones cada hora, según el estudio Clearing the Air de la coalición cívica Transform Don’t Trash NYC. Si se hace un cálculo simple pero conservador de cuántos vehículos de carga circulan por el área, si es que solo pasaran durante ocho horas al día, eso equivaldría a 2.400 camiones transitando por el barrio diariamente.

Los vecinos no necesitan un estudio para saberlo.

Ivelyse ve el esmog en la sedimentación que se acumula en las ventanas de su casa. “La ventana del cuarto de mi hijo está negra”, dice. Ella las mantiene cerradas en un intento por controlar lo más que puede la circulación de partículas contaminantes en su hogar. A pesar de que tiene un purificador de aire, y de que limpia constantemente, siente que no es suficiente. “La contaminación es visible dentro de la casa”, dice.

Además del alto tráfico de camiones y vehículos de todo tipo, decenas de compañías operan sus centros de distribución en Port Morris –área que bordea la península del Sur del Bronx– a pocas cuadras de la residencia de Ivelyse. Entre estas empresas, las más reconocidas son: Waste Management, el New York Post, FedEx y FreshDirect. Esta última compañía, que se dedica a la venta y distribución de alimentos, frutas y verduras, hace apenas un año trasladó su centro de distribución hasta el Sur del Bronx con la promesa de emplear a residentes de la comunidad y de cambiar gradualmente su flota de camiones por una eco-amigable. Ivelyse no conoce personalmente a nadie de la comunidad que trabaje en las nuevas instalaciones. Del mismo modo le tomó por sorpresa la promesa de la compañía de cambiar la flota a una eco-amigable. Nunca había escuchado eso. Intentamos comunicarnos con FreshDirect repetidas veces para confirmar los datos y no recibimos respuesta alguna.

DEMANDA COLECTIVA

En el 2012, cuando Ivelyse se enteró que FreshDirect vendría a Port Morris, no dudó en unirse a una demanda colectiva de decenas de residentes contra la empresa, el desarrollador del complejo industrial en el que se instaló la empresa y contra agencias del gobierno de la ciudad y el estado de Nueva York que aprobaron la construcción del centro de distribución de Fresh Direct. La joven se transformó en activista cuando entendió que la compañía no solo aumentaría el tránsito en la ya concurrida comunidad sino que también se instalaría en una nueva zona de desarrollo industrial que los vecinos habían pedido que se convirtiera en un área verde.

Como madre, Ivelyse tenía razones para preocuparse por el aire que respiraría su hijo creciendo en el vecindario. Al momento de la demanda su hijo tenía apenas cuatro meses y no padecía de asma. Pero Ivelyse igual temía por su salud.

Tras una larga batalla legal en la Corte Suprema del Condado del Bronx en Nueva York, la jueza Mary Ann Brigantti declaró que FreshDirect, subsidiada en 2012 con más de $112 millones por los gobiernos del Estado, y la Ciudad a través de la Corporación para el Desarrollo Económico de la Ciudad de Nueva York (NYCEDC, por sus siglas en inglés), podía proceder con su mudanza a la avenida St. Ann. Según Ivelyse la decisión fue como un balde de agua fría para ella y la comunidad.

“No fueron justos”, dice sobre la manera en que se diligenció el caso. El colectivo apeló sin éxito dos veces la decisión del tribunal. “Fue duro ese momento. Estábamos luchando por nuestras vidas y nuestro derecho a respirar”, dice.

Al no lograr detener la llegada de FreshDirect –que venía del inicio con el sello de aprobación del entonces alcalde de la ciudad Michael Bloomberg, del gobernador Andrew M. Cuomo y el presidente del condado del Bronx Rubén Díaz Jr.–, los residentes comenzaron a ver, desde julio de 2018, cómo camiones de la empresa arribaron a la zona, aumentando la cantidad de vehículos pesados que transitan por el tramo de la calle 138 y la avenida St. Ann donde se encuentran las oficinas de FreshDirect.

“No tenemos doctores, ni cuidados médicos suficientes”, protesta Ivelyse. En Mott Haven solo hay 54 médicos de cuidado primario y un solo hospital para casi 100.000 habitantes. En Manhattan, hay comunidades que cuentan con más de 250 médicos especialistas y con acceso a hasta seis hospitales.

La derrota judicial no hizo que Ivelyse se diera por vencida. Al contrario, la mujer tomó la decisión de involucrarse a fondo en el trabajo comunitario para enfrentar este y otros problemas de sus vecinos, que viven la tensión constante entre la necesidad de que se creen más y mejores empleos y el impacto ambiental de las industrias que podrían ofrecer esos empleos.

“NO TENEMOS DOCTORES”

“El asma no es solo una situación ambiental, sino un conflicto de racismo sistemático”, dice Ivelyse. Los datos demográficos confirman su tesis. La falta de servicios médicos y la contaminación afectan en mayor medida a los hispanos en la comunidad, que componen casi tres cuartas partes de la población del Bronx.

Convencida de que en el fondo de la lucha de su comunidad hay una raíz estructural, la joven puertorriqueña decidió denunciar la injusticia ambiental y la desigualdad en los servicios de salud del Sur del Bronx. “No es suficiente tener acceso a un plan médico universal”, dice, porque cuando 1 de cada 20 niños tiene ataques de asma de manera recurrente y no existen servicios de salud de calidad para todos, las consecuencias pueden ser fatales –sin mencionar el alto costo emocional y económico para las familias.

Tal como dijo la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, la crisis de salud en el Sur del Bronx “no es un asunto elitista” sino “un asunto de calidad de vida”. “¿Quieren decirle a la gente que sus preocupaciones y deseos de tener aire limpio y agua limpia son elitistas?

“No tenemos doctores, ni cuidados médicos suficientes”, protesta Ivelyse. Su comentario es comprensible. Los datos del Departamento de Salud de la Ciudad muestran que los residentes de Mott Haven y Port Morris tienen acceso muy limitado a servicios de salud. Comparado con comunidades de Manhattan, la diferencia es abismal. Por ejemplo, en Mott Haven solo hay 54 médicos de cuidado primario y un solo hospital para casi 100.000 habitantes. En cambio, en Manhattan hay comunidades en el Upper East Side que cuentan con más de 250 médicos especialistas y con acceso a hasta seis hospitales.

Tal como dijo la congresista Alexandria Ocasio-Cortez en una alocución del 26 de marzo en la Cámara de Representantes, registrada en un video que le dio la vuelta al mundo, la crisis de salud en el Sur del Bronx “no es un asunto elitista” sino “un asunto de calidad de vida”. “¿Quieren decirle a la gente que sus preocupaciones y deseos de tener aire limpio y agua limpia son elitistas? Díganle eso a los niños con asma en el Sur del Bronx, que sufren con la mayor tasa de asma en el país”, dijo.

Hablando de manera acelerada y gesticulando con las manos, Ivelyse cuenta del tiempo que ha dedicado a su lucha por que se generen cambios que aumenten y mejoren los servicios de salud en la comunidad donde ella creció y ahora crece su hijo.

En 2014 Ivelyse Andino dijo “basta”. Así partió su proyecto Radical Health, una organización sin fines de lucro con la que ha organizado decenas de talleres informativos sobre salud y se ha convertido en un espacio para escuchar a la comunidad. Crédito: Cristian Arroyo-Santiago.

“Tenemos conversaciones profundas sobre salud y escuchamos a la gente sobre lo que necesitan para poder construir una red que le provea esos servicios”, dice.

Antes de decidirse a protestar junto a otros ciudadanos por sus derechos de salud y calidad de vida, Ivelyse trabajó cuatro años en la industria de tecnología farmacéutica, desarrollando aplicaciones digitales que ofrecían información comparada de farmacias, medicamentos y servicios clínicos a sus usuarios.

“Era la única latina ahí”, recuerda. En la compañía se destacó como desarrolladora de tecnología móvil para pacientes. Fue allí donde comprendió que su gente, la comunidad del Sur del Bronx, era a la que más le urgía contar con sus conocimientos. El hecho que terminó por hacerle decidir darle un vuelco a su vida fue ver a su mamá desmejorar hasta fallecer de cáncer.

Así partió su proyecto Radical Health en 2014. Con todo en contra y ninguna experiencia administrativa, entre el luto de perder a su madre y el acecho de más camiones con la llegada de FreshDirect al vecindario, su organización sin fines de lucro ha organizado decenas de talleres informativos para hacerle frente a la desigualdad y convertirse en un espacio para escuchar a la comunidad.

“Tenemos conversaciones profundas sobre salud y escuchamos a la gente sobre lo que necesitan para poder construir una red que le provea esos servicios”, dice.

Para Ivelyse es muy importante que la conversación de desigualdad abarque otras problemáticas. La activista boricua entiende que la propuesta del Green New Deal, de Alexandria Ocasio-Cortez, es un paso adelante para atacar la inequidad y los efectos del cambio climático.

En esta lucha transcurren sus días si, con suerte, su niño respira sin complicaciones. Cuando una semana está acabando Ivelyse ya va pensando en la próxima, siempre esperanzada de que el asma no tome el control de su vida y la de su hijo.

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