Liaam Winslet y la defensa de su propia piel

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7 min readMay 4, 2021

Es una mujer trans, feminista, sudaca, latina y defensora de los derechos humanos.

Por Juanita Ramos

Liaam Winslet dirige el colectivo Intercultural Transgrediendo en Queen, NY. Foto por Sara Herschander.

Para Liamm Winslet la parte favorita de su cuerpo son sus piernas. Le gusta la sensación que le produce echarse crema y sentirlas lisas. Esto a pesar de que tienen varias cicatrices, la mayoría causadas por una cirugía para corregir una condición conocida como piernas arqueadas.

A estas marcas se le suman otras más: dos en la cabeza cuando un profesor se la rompió dos veces con un borrador por ser “amanerada”; una más en piernas por un empujón que le dio un hombre en medio de un ataque de homofobia cuando vivía en Guayaquil, Ecuador, y por último, las cicatrices de sus senos cuando hizo su proceso de transición.

Todas estas marcas conviven y se esconden en medio de una cabellera rubia, con tonos plateados que contrastan con su piel morena y el cuerpo de una matriarca latina imponente a la que le gusta vestir con ropa apretada desde que era niña. Ella ahora dirige el colectivo Intercultural Transgrediendo, la organización que continúa el legado de Lorena Borjas, la activista trans más reconocida en Queens. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, ha sido una lucha diaria por defender su propia piel.

“TODO ERA PECADO Y CULPA”

Durante los años noventa en Ecuador no se hablaba públicamente ni en familia de ser transgénero, de identidad, de depresión. “Todo era pecado y culpa” como recuerda Liaam, quien de niña siempre fue blanco fácil por sus actitudes femeninas y porque padecía de genu varum bilateral una condición en la que la parte inferior de las piernas está inclinada hacia dentro. Esto la llevó a sufrir múltiples violencias, en la mayoría de casos, de hombres que la rodeaban. Sin embargo, la más reciente es la de su madre.

“Mi mamá me pegaba con las mangueras de agua fría, las cortaba y me pegaba por mi amaneramiento, por mi feminidad (…) ella decía que prefería tener un hijo drogadicto a un hijo marica”, recuerda Liaam.

Hablar de su familia no le resulta fácil ni a ella ni a las personas transgénero que viven en la mayoría de los casos rechazadas por sus seres queridos. Liaam recuerda haber ido a psicólogos de los que luego se dio cuenta que habían intentado hacerle terapia de conversión. También se le quiebra la voz al recordar el sinnúmero de veces que le gritaron maricón y la hacían quedar en ridículo.

Fue hasta su colegio en secundaria cuando Liaam tuvo amigos similares a ella, amigos gays, amigos que exploraban su feminidad. Todo desde el closet, por supuesto. Esa fue su primera comunidad y en la que empezó a sentirse parte de sí. Con este grupo de amigos Liaam conoció organizaciones que hablaban de derechos homosexuales, que hablaban de ser trans.

“Yo creo que en toda esa etapa, mi adolescencia, lo más bonito, es que me llevó a conocer gente que me pudo compartir sus historias, pero que también entendían que mi historia era parte de la de ellos. Yo creo que el dolor y las heridas eran parecidas, pero no eran iguales” dice.

Liaam dejó la casa de su madre a los 12 años. Vivía con una amiga y su familia y a los 20 ya había empezado a trabajar con una organización LGBTQ donde conoció personas trans y trabajadoras sexuales. A la vez que aprendía de esta vida, se enteraba de que este grupo de personas eran asesinadas casi a diario y a nadie nunca le importaba.

“Eso me dio un sentido de lo que yo había pasado. El hecho de ayudar, de trabajar con la comunidad me puso a pensar que tu no quieres nunca que algún chique que esté explorando pase por violencia” dice.

Liaam pasó de ser una niña blanco de burlas a una activista con ropa ajustada, pelo largo y segura de sí misma, aunque le faltaba algo.

DE LIAM A LIAAM

Pensar en transicionar en Ecuador no era una opción para ella. Cuenta que vio como amigas se inyectaban silicona y sufrieron consecuencias graves.

“A veces, las chicas morían por usar hormonas en el mercado negro. No sabes qué te estabas tomando” dice.

Cuando este pensamiento pasaba por su mente, se concentraba en denunciar los actos de violencia contra trabajadoras sexuales, lo que motivó amenazas hacia ella, que sumadas a la crisis económica, la obligaron a salir del país.

Vino a Filadelfia a una conferencia de derechos de la comunidad trans y ahí conoció a Lorena Borjas. Cuando le comentó su situación, Lorena le recomendó quedarse. Y así fue como llegó a Queens el 3 de junio del 2012 justo un domingo cuando se celebraba la parada gay de Jackson Heights. Toda una gran bienvenida.

Con Lorena fue a la primera cita en un centro médico para tomar hormonas. Lorena la guiaba a ella y a varias inmigrantes que venían con una herida de soledad en sus países. Fue Lorena quien le advirtió tener mucho cuidado cuando Liaam inició el trabajo sexual. Las hormonas le costaban 120 dólares y además tenía que pagar la renta de su cuarto del que se mudó hasta hace apenas un año.

“Cuando le conté de mi primer clientecito ella me dijo: ‘Tienes que cuidarte. A todas nos ha tocado y nos va a tocar”, recuerda.

Relata que le daba mucho miedo porque oía las historias de sus compañeras con los clientes y ella misma había vivido la situación en Ecuador. Esta sensación de incertidumbre era mermada en cierta medida por el hecho de que su cuerpo estaba cambiando. Curiosamente su cuerpo y ella misma estaban atravesando varias fronteras.

Cuando las hormonas hicieron efecto, empezó a notar que en su exterior la mujer que siempre había defendido ser. Dice que se sintió más liviana. “Sientes que vuelas”, asegura. Lorena siempre estuvo ahí, guiándola y siendo su madre. Liaam, a cambio, la ayudaba a escribir aplicaciones para los fondos de la organización y poco a poco se convirtió en su mano derecha en las labores de activismo de Borjas. Ambas tenían una conexión especial. Liaam se lo atribuye a que las dos eran Géminis.

Quienes las conocieron no dudan que Lorena de alguna manera estaba moldeando a Liaam para dejarle su legado. Así lo dice Carlos Hernández, quien trabaja en el área administrativa de la Organización.

“Cuando superé el COVID-19 Liaam me ayudó a mí como Lorena lo hubiera hecho. Lorena estaría orgullosa al 1,000 por ciento de lo que ha hecho Liaam porque ella era la alumna de Lorena”, dice Carlos.

El cuerpo y la vida de Liaam estaban transformándose, no solo por las hormonas, sino también en su forma de caminar tras operarse de las piernas. Ejercía el trabajo sexual con una lista de clientes de los cuales, hasta hoy, 4 permanecen fijos.

En su trayectoria le agregó una A a su nombre y le aumentó más descripciones a su identidad: es una mujer trans, feminista, sudaca, latina, defensora de los derechos humanos. Todo este camino empezaba a tomar sentido pero llegó el 2020.

ADIÓS A UNA MENTORA

Liaam en su oficina ubicada en Jackson Heights con una pintura de Lorena Borjas. Foto por Sara Herschander.

Cuesta pensar qué sería de Liaam sin Lorena y qué sería del legado de Lorena sin Liaam. La amistad y la familia que se forman entre la comunidad ayudan a todas a sobrevivir en medio de la violencia, el proceso migratorio y la soledad.

El 30 de junio del 2020 Lorena Borjas falleció a causa del COVID-19, dejando una orfandad en muchas de las trabajadoras sexuales y trans. Murió en plena era géminis y apenas días antes del cumpleaños de Liaam, quien perdió a su mentora.

“Yo entiendo que ella no está físicamente, pero quiero pensar que en algún momento de la vida nos vamos a volver a encontrar. Yo creo que siento mucho coraje con la vida. Siento que la vida es muy injusta con nosotras. ¿Por qué se nos castigan de una manera severa? Venimos a un mundo donde la gente, por el hecho de ser o existir como somos, nos maltratan, nos matan y al ver que la misma vida se encarga a veces de arrebatarnos la vida. Es como triste, porque no sólo nos mata un hombre transfóbico o una persona que tiene odio, sino que a veces la vida se encarga de quitarle la vida a alguien que trataba de remediar ciertos errores y lo mejor que merecía era una oportunidad más y no pudo gozar de esos logros de su vida” dice Liaam con coraje y lágrimas en los ojos.

La soledad de la muerte de Lorena la impactó y es que muchas de ellas fallecen solas porque la relación con sus familiares es nula, sin embargo, pese a su tristeza Liaam sacó la fuerza que ha venido desde que era llamada “maricon” en Guayaquil y logró inaugurar las oficinas del colectivo a un año de la muerte Lorena.

Ella aún ejerce el trabajo sexual con sus clientes fijos y es la directora de un grupo de trabajadoras sexuales que hacen activismo.

“Quiero que esta organización sea de nosotras para nosotras, que podamos hacer entender que necesitamos respeto y recursos” dice Liaam, quien se divide entre reuniones y papeles en una oficina vigilada por varias imágenes de Lorena.

Lee mucho — una de sus autoras favoritas es la chilena Isabel Allende. Lee de feminismo y está enganchada con “La Veneno” la historia de la trabajadora sexual transgénero más famosa de España. Las demás la ven como una mujer fuerte que lidera la organización sin descanso.

Su sueño ahora es dejar una marca que permanezca. Trabaja en el proyecto de crear la Casa Trans y ser refugio, dar información, ser el hogar de muchas personas que como ella conviven con cicatrices y heridas por defenderse a sí mismas.

“Yo quiero ser esa persona que se siente bien con su cuerpo. Ahora me siento bien conmigo misma. Transicioné a mi manera. Si yo quiero me puedo poner un vestido hoy día, si no me pongo mañana un pantalón, me da igual. Yo creo que reconocerme como tal ha sido esencial en mi vida, pero también entenderme a mí misma y amar las cicatrices de mi cuerpo”, concluye.

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