El alma nos apaga
Tenemos un trasto de carne con huesos.
Como nervadura, el sistema operativo.
Abrazados a los vasos con escarlata.
La masa prieta en la piel embutida.
Ensortijados de hilos y penachos.
Un cuerpo grácil en plena huida.
Y apergaminado de mil surcos
El pasado desgastado y viejo.
Es carrocería del caminante.
Adalid que espolea con brío
Abriéndose hoy al más allá.
Enjuga la pena sin lágrimas,
Alcanza la meta en volandas
Buscando sin pausa en el cielo
El Edén de las almas que reposan.
En silencio, escondidas, con calma,
Mientras se miran, enamoran y aman
Es el alma la que ciega nuestros cuerpos.
Indumentaria deslumbrante e inocente,
Fragor blanquecino, ramo de brillantes.
Es la sábana desplegada y casi nueva,
Compañera tozuda en duermevelas.
Arropando con primor estos años,
Lustros que ya nos abandonaron:
Estaciones, lluvias y más flores,
Nevadas y eclipses son soles.
Acelera el paso a zancadas,
Mirando la cinta y la meta:
La felicidad y las alegrías
Nos llegarán regaladas.
Las palabras mudas
De quienes callan
Diciendo nada
O casi nada.
©Emmanuel Romano | Madrid 5 junio 2021