La ira, esa gran desconocida

Javier González Lozoya
EmotionalApps_es
Published in
3 min readNov 9, 2017

En ocasiones nos resulta muy complicado no dejarnos llevar por la ira en un momento de desesperación. Impulsos internos nos piden pegarle un grito a nuestro jefe o dar un golpe a la puerta del lugar donde trabajamos cuando un compañero nos hace algún desprecio.

Pero, ¿realmente estamos ante una emoción incontrolable y perjudicial para las personas?

Desde la American Psychological Association (APA) se destaca que la ira es “una emoción humana totalmente normal y por lo general, saludable”. El problema surge cuando se pierde el control de ésta, ya que puede acarrear desavenencias en el trabajo, en las relaciones sociales y en la calidad de vida. En ese momento podemos llegar a sentir como una poderosa fuerza nos invade y nos domina de manera impredecible.

La ira es un estado emocional que varía de intensidad y va desde una irritación leve hasta una furia intensa. Según la APA está caracterizado por la presencia de una serie de cambios biológicos y psicológicos: incremento del ritmo cardiaco, elevación de la presión arterial y aumento de secreción de las hormonas adrenalina y noradrenalina, responsables del nivel de energía.

La expresión de la ira es una respuesta natural agresiva que se adapta a las amenazas, impulsa sentimientos intensos y conductas que nos empujan a luchar en el instante que nos sentimos atacados. Así pues, un grado determinado de enfado es esencial para la supervivencia, siempre y cuando la agresividad sea mínima y no dañemos a los demás.

La gestión de la ira, como la de cualquier otra emoción, se ve afectada por dos componentes esenciales que interaccionan entre sí: el factor genético y el ambiental. Por ejemplo, un niño puede ser más propenso a experimentar irritabilidad que otro niño en función de su genética. Además, el factor ambiental hace referencia a cómo la persona aprende a responder a dicho estado, a las experiencias individuales que cada uno tenemos con esta emoción.

Una forma de dominar ese estado consiste en contenerlo y enfocarse en desarrollar una conducta más positiva, aunque al no exteriorizar dicha ira, ésta puede quedar retenida en nuestro interior y producir problemas de hipertensión, depresión, adopción de conductas pasivo-agresivas (resarcirse con un tercero en lugar de hacer frente a su problema real), o desarrollo de una actitud hostil y de crítica hacia el resto a largo plazo al no haber aprendido a expresar la ira de forma adecuada.

Bertrand Regader, psicólogo y director de la web Psicología y Mente, proporciona una serie de pautas para lidiar con la ira de forma eficaz:

1No acumular la ira, sino gestionarla adecuadamente: afrontar los inconvenientes con asertividad y control, sin permitir que la pelota crezca y explote en forma de violencia verbal o física.

2Evitar la mentalidad de ganador/perdedor: realizar una gestión correcta de la frustración cuando las cosas no salen tal como se espera, adoptar una actitud empática en nuestras relaciones sociales y no actuar como si estuviésemos en un juego en el que unos ganan y otros pierden.

3Reflexionar acerca de las causas y las consecuencias de nuestra irascibilidad: observar si nuestra respuesta está justificada y realmente nos sirve de ayuda o si, por el contrario, nos perjudica.

4Descansar lo suficiente: nos ayuda a analizar mejor las situaciones y a mantener la mente despejada. Habrás podido observar en numerosas ocasiones cómo varía tu humor según las horas que hayas descansado. Así pues, cuando no dormimos las horas que nuestro organismo necesita comprobamos que durante el día tenemos una tendencia a estar más irritables.

5Relajación, meditación y autocontrol: realizar cualquier actividad que nos ayude a distraer la mente. Existen muchas técnicas de relajación que nos pueden ser de gran utilidad para calmarnos en los momentos de ira, como por ejemplo el Mindfulness.

6Evitar situaciones y personas irritantes: evitar en general todo tipo de contextos que puedan hacernos estallar y, en referencia a personas, si es imposible el alejamiento por razones de peso, llegar a un acuerdo para intentar reducir la irascibilidad al estar en contacto.

7Terapia con un psicólogo: es un buen método para modificar actitudes que generan situaciones de enfado y permite al paciente gestionar eficazmente su estado de enfado por medio de la ayuda de un profesional.

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