Los 5 ingredientes de una disculpa eficaz

Martin Sanchez
EmotionalApps_es
Published in
4 min readSep 7, 2017

¿Sabemos pedir perdón? ¿Cuántas veces lo hacemos correctamente?

¿Qué ingredientes componen una disculpa eficaz?

Pido perdón, por no haber escuchado tus ruegos
pido perdón, por las lágrimas que hablan de mí,
pido perdón, por tus noches a solas
pido perdón, por sufrir en silencio por ti.
Te pido perdón, a sabiendas que no los concedas
te pido perdón, de la única forma que sé.

Devuélveme la vida -Antonio Orozco y Malú-

Todos cometemos errores, es parte de la vida y del aprendizaje. Sin embargo, no todos sabemos cómo reparar esos errores. Cuando nuestros actos afectan a otras personas, debemos intentar reducir el daño causado, o al menos minimizar sus consecuencias. Es ahí cuando entra en juego el arte de la disculpa.

Una disculpa a tiempo puede evitar males mayores, sin embargo, no valen las disculpas por compromiso. Para que una justificación sea realmente eficaz debe provenir de un arrepentimiento sincero. Desgraciadamente, ese tipo de disculpas son las menos comunes.

Vivimos en una sociedad de disculpas automatizadas donde desde pequeños nos enseñaron, o más bien nos obligaron, a disculparnos por nuestros errores. Si hacíamos algo mal, nuestros mayores nos pedían que nos disculpáramos inmediatamente. De esta forma, a menudo nos disculpábamos sin saber qué habíamos hecho mal. Como resultado, las disculpas se fueron automatizando disculpas vacías en las que no había un auténtico reconocimiento de la falta y mucho menos un sincero arrepentimiento.

Así, muchas personas han llegado a un punto en el que, sin saber muy bien por qué, piden disculpas. Desde pequeños aprendieron a reconocer las señales de desagrado en los demás, gestos muy sutiles que denotaban molestia, y responden ante estos de forma automática pidiendo disculpas, sin asumir una verdadera responsabilidad y sin siquiera ser conscientes de lo que han hecho para causar esa molestia.

La frase que mejor recoge esta situación es: “Te pido disculpas por si algo que dije o hice te molestó”. Sin embargo, esta frase aporta poco y denota una importante falta de atención. Sería mucho más maduro y útil preguntar: “¿Te ha molestado algo de lo que he dicho o hecho?”.

Con este sencillo acto podemos comprender dónde nos equivocamos para ofrecer una disculpa auténtica y evitar repetir ese comportamiento en el futuro. No obstante, la mayoría de las personas son mejores buscando excusas o negando su error que disculpándose y asumiendo la responsabilidad.

¿Cuáles son los ingredientes de una disculpa eficaz?

Un estudio reciente llevado a cabo en la Universidad de Ohio ha desvelado que los componentes más importantes de una buena disculpa son:

– Reconocimiento de la responsabilidad

– Oferta para reparar el daño

– Expresión de arrepentimiento

– Explicación del suceso

– Declaración de remordimiento

Sin embargo, entre estos factores hay tres fundamentales. El reconocimiento de la responsabilidad consiste en reconocer que nos hemos equivocado. Obviamente, para ello primero tenemos que ser conscientes de lo que hemos hecho mal, por lo que no vale una disculpa genérica.

El segundo factor clave consiste en intentar reparar el daño ya que de esta forma la persona comprende que realmente estamos dispuestos a hacer algo para subsanar nuestro error.

En tercer lugar se encuentra la expresión de arrepentimiento, la cual se entiende como una confirmación de que realmente nos sentimos mal. Este es el componente más difícil de conseguir genuinamente, ya que no solo hace referencia a nuestras palabras y acciones sino que también incluye nuestras expresiones faciales y la postura, las cuales deben ir en consonancia con lo que realmente lo sentimos.

¿Qué ocurre si no nos perdonan?

El perdón, a largo plazo, es la mejor opción para la víctima. El hecho de no perdonar a alguien coloca a la persona en una situación permanente de sufrimiento y angustia que prolonga la sensación de víctima y agudiza las emociones negativas durante más tiempo.

Sin embargo, cuando alguien comete un daño sobre nosotros es frecuente que tengamos ganas de hacerle sentir lo mismo y, en un acto de justicia, que sufra lo mismo que nosotros sufrimos con su acto. Pero debemos recordar que la Ley del Talión, “ojo por ojo, diente por diente“, genera casi tanto dolor en las dos partes implicadas, ya que supone la creación de una espiral de dolor que se prolonga en el tiempo. Por esta razón es importante no centrarnos en la venganza, ya que dedicar nuestro tiempo y recursos a devolver el daño acaba afectando a otras áreas de nuestra vida y dificulta el proceso del perdón.

“Ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego”

-Mahatma Gandhi

El perdón no implica olvidar lo que ha pasado. El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, en el tiempo. Solamente implica el cambio de conductas destructivas a positivas hacia el ofensor, tal y como se ha indicado. Hay ideas erróneas asociadas con el perdón como que si se perdona no se debe acordar o sentirse enfadado por lo ocurrido. El perdón no supone justificar la ofensa que se ha recibido ni minimizarla. La valoración del hecho será siempre negativa e injustificable, aunque no se busque justicia o se desee venganza.

El perdón no es un acto único que se hace en un momento dado, es un proceso continuo que se puede ir profundizando y completando a lo largo del tiempo. Por tanto, trata de aplicar estos sencillos consejos para disculparte de un modo más efectivo y recuerda que si la otra parte no acepta tus explicaciones será ella la que acabará sufriendo más.

“Un hombre debe ser lo suficientemente grande como para admitir sus errores, lo suficientemente inteligente como para aprovecharlos y lo suficientemente fuerte para corregirlos”.

-Khalil Gibran

Martín Sánchez Gómez

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