Siete.

La oportunidad de ser feliz.

Llamó a la puerta y alguien salió.
- Lo siento no quiero nada – y cerró la puerta-.
Al día siguiente volvió a llamar.
- Vaya a otro sitio, aquí no.
Al otro más de lo mismo.
- Ya le he dicho que no necesito nada de lo que ofrece
Él continuó a la mañana siguiente.
- ¿Otra vez? – la puerta se seguía cerrando-.
24 horas más tarde.
- ¿Qué parte del no, no entiende?
Seguía.
- Mire, le agradecería mucho que se fuera. –la puerta se cerró por última vez-.
Al séptimo día.
- Ya no más. Lleva una semana llamando cada día a la misma hora. ¿Qué diablos quiere?
- Nada importante. Simplemente comentarle que había ganado el concurso del supermercado. Le ha tocado un viaje a la felicidad con todo pagado.
- ¿Y cuándo puedo ir?
- Perdone, me he explicado mal. Le había tocado un viaje a la felicidad con todo pagado. Le tocó hace exactamente 7 días. El primer día que llamé era para comentárselo. Como no me hizo caso insistí en un segundo, todos tenemos un mal día, aun así el segundo me volvió a cerrar la puerta. El tercero fue para comentarle que si esa tarde no iba a por los billetes perdería el viaje.
- ¿Y por qué no me lo dijo antes?
- Le recuerdo que me cerraba este trozo de madera ante mis ojos.
- Bueno, entonces si lo he perdido me remito a mi pregunta de antes. ¿Qué diablos quiere des del cuarto día?
- El cuarto volví para comentarle la pérdida de su premio. Pero no me hizo caso. Así que decidí volver cada día porque alguno como hoy, sabía que abriría la puerta. Entonces me daría el gusto, que acabo de tener, de decirle que ha perdido el premio de su vida.
- ¿Qué diversión entonces, verdad?
- No, ninguna. Pero quería que aprendiese que cualquier día puede llamar a la puerta el sueño de su vida y de ser como es, lo desperdiciará.
- Una pregunta, ¿el premio entonces a quien le ha tocado?
- El supermercado decidió dar el premio a su vecino.
- Pero… si usted es mi vecino.
- Por eso soy feliz.