¿Dónde está mi calma?

And you’ll ask yourself Where is my mind?

Ácrata y Banquero
En el borde de la navaja.
3 min readSep 9, 2013

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https://soundcloud.com/thwhateverr/pixies-where-is-my-mind

La abrazo y sonrío. Todo está oscuro y ella deja caer un suspiro profundo mientras empieza a dormirse. Yo cierro los ojos y la sensación de ver lo mismo con los ojos abiertos y cerrados es increíble. Imagino vívidamente muchas figuras que carecen de sentido y que se dibujan como caricaturas en el aire. Veo como se van alejando como si fuera una secuencia de seres que existieron por una fracción de segundo. Una ventana de tiempo que es exactamente lo que dura mi imaginación ocupandose de cada uno de ellos. Una vez se concentra en otra cosa, muere uno y nace otro.

La música en el fondo enmarca la sutil danza de la secuencia caricaturezca, y cuando ahondo en los sonidos, en cada uno de ellos, en su composición, sus notas, sus trastes, su piano de juguete, algo irrumpe el ritmo. Una ligera interrupción que empieza a alargarse en el tiempo. Ya no es una melodía constante y rítmica sino que empieza a convertirse con aires de tormenta en una repetición de sonidos bruscos y que se asemejan a gritos. Definitivamente son gritos y lamentos; deja de ser agradable y empieza a ser aterrador. Me estoy malviajando.

Estoy cayendo. Siento con suavidad como me enfrío, como me voy alejando de los sonidos, los siento más lejos. Siento que me hundo en el mar, puedo verme mientras me alejo de la superficie, en una noche tan oscura como mi habitación. Estoy muriendo. Soy consciente de que mi presión está bajando, trato de controlarme. Sudo frío. Voy a desamayarme. Ya no sé si soy capaz de mover mi cuerpo. Tengo que volver. Siento que con el último aliento que me queda -que no es mucho- vuelvo a la superficie, abro los ojos y la negrura me dice que nada ha terminado. Los gritos están ahí. Siguen mortificándome y yo estoy cubierto por una transpiración fría que se asemeja al agua de mar. Siento cómo cada uno de mis vellos está decidimente erizado, alerta, confundido.

Enciendo la lámpara, me siento en el piso. Ella se despierta y me pregunta con asombro que qué pasa. Yo la miro y con toda la esperanza que mi existencia en riesgo posee espero que cuando ella me hable todo acabe. Algo me dice que ella me puede traer del fondo del mar. — ¿Estás bien? — No. Háblame. — ¡Andrés, no me jodas, me estás asustando! — Cuéntame algo. Sácame de aquí.

Ella sale de la cama y me abraza, la escena es dramática, la luz dorada sobre su cara asustada sin saber que hacer conmigo. Yo me aferro a ella y con una profunda decepción me doy cuenta de que ni su voz me puede sacar de ahí. Ella procura calmarme y yo sigo escuchando gritos. A tiempos que no la puedo escuchar a ella y me quedo petrificado. Voy y vuelvo. En momentos de lucidez le pido perdón. Perdón porque ella no tiene porque vivir esta situación, perdón porque está cansada y quiere dormir. Yo sigo asustado. Me da un vaso de agua y se derrama por el borde. Tiemblo. Tiemblo mucho.

Después de un rato entiendo cómo mueren las personas en un naufragio; esa necesidad de mantenerse a flote deja de ser imperante. Mientras el cuerpo se agota con cada movimiento, la mente se va resignando con silencio. Hasta que al final no intentarlo más es una decisión de dos seres, el instinto vencido y la racionalidad que entiende que el tránsito no puede durar mucho.

Me rindo. Me dejo ir. Me sumerjo en la negrura y veo como el silencio lo inunda todo, la superficie está tan lejos que ya no se ve; y aquí sólo estoy yo ahogado. Pero tan pronto como soy consciente de ello, vislumbro como en medio de la oscuridad aparece un gran ojo amarillo cuya pupila se dilata un poco y después se aguza, para enfocarme a mí. Estoy helado, mi corazón apenas da saltos desesperados por la falta de oxígeno y porque ahí está mi peor pesadilla mirándome fijamente mientras se acerca. El gran Leviatán estaba dormido y se despierta ante mi insignificante presencia.

Pesadamente se mueve y puedo verle de frente. Me aspira con una fuerza que es insoportable; que casi descarna mi piel.

Despierto en un hospital varios días después.

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