El verano seco

El día que casi me quedo sin días.

Ácrata y Banquero
En el borde de la navaja.

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En el verano seco ese, me levanto del escritorio con un cigrarrito en la mano, cruzo el corredor con calma y salgo a relajarme después de una tarde intensa. Con una cabeza que no deja de botar ideas y que quiere explayarlas todas al tiempo, muchas malas, algunas muy malas y una que otra no tan mala.

Enciendo mi cigarro. Me quedo atónito mirando el humo que va subiendo para encontrarse en el cielo con Dios humo y con los angeles humo. Me doy cuenta de que hay mucho silencio y de que el tiempo se empieza a detener. Lo noto por que las hojas secas y tostadas en el piso se mueven pero mis bellos se quedan intactos. Además de eso, nada más se mueve. Nada. Todo queda sumido en un profundo silencio y cuando empiezo a darme cuenta de eso, reconozco que la luz tiene un mayor contraste. La sombra en la que me refugio es absolutamente negra, como una isla siniestra rodeada de una blanquisima luz que lastima mis ojos. Algo no está bien. Sigo mirando las hojas y veo un par de gotas que se estrellan en el piso con una gracia impresionante, parece que lo hicieran con mucho cuidado -el acto de reventar sus vientres contra el pavimento-. Me doy cuenta además, que no son gotas surgidas de un misterioso azar. Son fruto de un azar profundamente lógico; mi sudor frío. Estoy lavado en un sudor que brota como una cascada de asombro y espanto. Voy a morir. Lo sé, voy a morir. Ya estoy empezando.

Agonizo con el dramatismo de quien ha sido apuñalado, hago mis movimientos torpes y bruscos buscando capturar de nuevo el hilo de la vida que se me ha perdido, recién lo tenía y se me empezó a ir, como una cometa en el cielo azul ese. Mientras busco ayuda, frío, pálido, asustado, moribundo, pienso en el niño que fui, precisamente elevando la primera cometa con mis padres -Dante muy fuerte me compró una cometa cuando yo tenía 5 años. Recuerdo la angustia que sentí. Esto es una cometa, dijo Dante con su voz de hombre importante, dentro de su uniforme camuflado y detrás de su bigote rimbombante. En seguida pensé, mierda, los cometas son cosas del espacio. Me va a llevar a las estrellas?. No mi amor, dijo Amparo con la ternura impecable que brota por cada uno de sus poros. Así que respaldado por Dante, y tranquilizado por Amparo me entregué al arte de tener un pedacito de universo pendiendo de un hilo-.

Mis pies resultan dificiles de mover, nunca me había dado cuenta de lo pesados que son. Me sirvo un vaso de agua y lo lleno de azúcar, eso me dice mi instinto que haga. Pero, ¿qué instinto útil puede tener un animal acorralado? ¿Alguno? Y, ¿si el animal está en la línea de un matadero? ¿sigue siendo útil? Entonces pienso en el nené, en el bebé, en Lufi, Lufián, Juli, Julian. No sé porqué cuando me falta el aire, mi cabeza pasa por todos los rostros que aprecio, y que extrañaré cuando ya no encuentre nunca más el hilo, pero se detiene en él, mi hermano. En él cuando tiene 4 años y una gallina le pica su manita y con ira le quiebro el cuello por hacerlo llorar. En él cuando tiene 5 años y muerde un cable y se desmaya. En él cuando tiene 6 años y le pego a McIlroy por hacerlo llorar. En él cuando tiene 8 años y a mí se me rompe el corazón porque tiene un ataque de asma. En él cuando tiene 9 años y lo operan. En él cuando tiene 10 años y yo le rompo el labio. En él cuando tiene 15 y queda traumatizado por que un mortero casi me lo arrebata. En él cuando tiene resaca y odia que lo consienta. En él porque siento que no me alcanzará la vida para decirle cada día cuanto lo amo y ahora se me va, la vida.

Al final de cuentas fue un bajón de azúcar. Nada que no se solucione con una buena alimentación, dejar de fumar y tomar agua, porque el verano está definitivamente seco.

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