Ex nihilo nihil fit

Ácrata y Banquero
En el borde de la navaja.
6 min readFeb 7, 2024
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Nada viene de la nada, repetía Rapaz ensimismado a Rapiña, su alumno. Era el último maestro buitre de su generación y tenía el sacramental deber de transmitir a su clan el conocimiento que había acumulado a lo largo de los años preparando cadáveres.

El implacable sol veraniego del mediodía en punto se imponía con furia sobre las dos aves que miraban con gravedad el cuerpo de una tercera que yacía ante ellos. Una grulla había fallecido el día anterior y su cadáver reposaba sobre el altar inmaculado que Rapaz había confeccionado desde que amortajara por primera vez.

Rapaz removió las plumas del cráneo y las lanzó al viento, lo lavaron, untaron la piel con un aceite aromático, afiló su pico, y tras aspirar vapores narcóticos, Rapaz dio inicio a la ceremonia. Comenzó por hendir el pellejo del cráneo y separarlo a los lados sin inquietarse ante los fluidos que se derramaban; después perforó el hueso desnudo haciendo un agujero a picotazos y sacó un trozo de hueso. Lo escupió sobre una piedra convexa cuya finalidad era contener todo elemento corrupto. Rapaz, visiblemente cansado por el esfuerzo acumulado de los años, se arrodilló a descansar para recuperar el aliento.

Sigamos con la ceremonia que nos convoca, porque a la medianoche en punto debemos haber terminado exclamó Rapaz quejándose de dolores en las articulaciones, mientras se reincorporaba de su breve descanso. Pues ex nihilo nihil fit. Nada viene de la nada Rapiña.

Picoteó con sumo cuidado los globos oculares de la grulla para extraerlos sin quebrarlos. De todos los pasos del ritual, Rapiña, éste es el más sagrado dijo Rapaz mientras alineaba con precisión el iris, la córnea y la pupila bajo los rayos del sol.

Una vez que has extraído las ventanas del alma, podés ir por ella para liberarla, dijo Rapaz acentuando cada palabra con solemnidad. Pero primero, tienes que borrar lo que han visto, así separarás el mundo externo del interno, concluyó. Su voz acompañaba el humo que se elevaba mientras se quemaban los ojos y crujían bajo el rayo concentrado del sol.

Una vez carbonizados los ojos, volvió sobre las cuencas oculares y siguiendo el nervio óptico de la grulla, succionó con fuerza su cerebro y se lo tragó. El efecto que esto tuvo sobre Rapaz impresionó a Rapiña. El otrora anciano frágil se irguió con vigor mientras sorbía los restos de materia gris que se le escurrían por las comisuras del pico y con una voz viril le recordó a Rapiña el último paso: retirar el corazón y pesarlo.

Así lo hizo. Con un par de potentes y enérgicos picotazos, lo arrancó del pecho y lo dejó sobre el extremo de una vara que reposaba justo en la mitad, sobre una piedra redonda; el otro platillo contenía granos.

Rapaz sumó granos de uno en uno hasta que los platillos estuvieron equilibrados. Anotá Rapiña, son treinta y tres semillas de alpiste. Dicho esto, le convidó a Rapiña el corazón que aún escurría una sangre negra y espesa y entre los dos lo picotearon con entusiasmo.

Una vez satisfechos y habiendo digerido el banquete, Rapaz recuperó su adusto semblante habitual y mirando al cielo le habló a Rapiña.

Los misterios de la muerte pertenecen a la naturaleza y los únicos que podemos transmitirlos somos nosotros, Rapiña, dijo Rapaz con la mirada perdida en el horizonte. No te ilusiones de a mucho. Los misterios que podemos poseer no son otra cosa que un compendio de procedimientos y ceremonias, argumentó el Maestro.

Nos encargamos de que todo vuelva al punto de partida porque ex nihilo nihil fit. Ningún pájaro debería quedar tendido al olvido sin una ceremonia, como si fuera una víbora, Rapiña, atinó a decir corto de aliento ante la mirada escrutadora de su alumno. No, continuó, nosotros los miembros de la cofradía habitamos los aires y toda ave se reduce a carne, espíritu y facultad rectora.

Por eso debemos esmerarnos en que nuestro espíritu y corazón sean plumas; el primero para que se eleve al firmamento eterno y el segundo, para ser condescendientes con nuestros dolientes, porque ex nihilo nihil fit. Pero, a diferencia del resto de la confederación de aves, y ya lo deberías saber Rapiña, continuaba Rapaz, los buitres no nos trepanamos entre nosotros, es decir que somos enterrados sin excerebración.

Los patos consideran esta particularidad un privilegio de clase, la verdad es que todo se debe a que la longitud de nuestros picos no permite cubrir el diámetro del cráneo. Mientras que a los demás miembros les parece repugnante buitrear a un buitre, como dicen ellos con desprecio.

Pero su asco no es más que el temor que les inspira nuestra aspereza. Si lo consideras bien, Rapiña, su rechazo es un honor. Verás Rapiña, decía el Maestro con modestia, no hace falta que te alteres por el menosprecio que nos profesa la confederación.

Que te honre saber que nosotros somos guardianes de un ciclo que se ha perpetuado por los siglos de los siglos. Nada viene de la nada. La cofradía de las aves es injusta con nosotros, pero así es la naturaleza de las aves.

Yo creo que el que nosotros podamos sobrellevar este peso es fundamentalmente un asunto de tamaño craneal, por más que los patos se opongan a la evidencia física y nos censuren cuando los confrontamos con los hechos.

Para rematar, los patos insisten en afirmar que lo nuestro es una concesión injusta y desmerecida. Pero, dime Rapiña, si la ley de la naturaleza nos lo impide y las leyes de la confederación lo reiteran, ¿cómo esta condición de servidores de la muerte puede ser una prerrogativa? ¿qué prebenda es esta que no nos aporta ninguna regalía?. Son necios y no debemos impacientarnos ante su ignorancia.

Nuestros cerebros son más grandes, sí, es un hecho, y eso se debe sin duda a que hemos practicado nuestros ritos con esmero a través de los tiempos. Piensan que por comernos el cerebro nos adueñamos de sus ideas o que por retirar el corazón, podremos conocer sus traiciones.

Mirá Rapiña, el cerebro y el corazón no son más que masas inertes cuando el espíritu abandona el cuerpo y la facultad rectora se escurre por los orificios. El primero tiene pliegues corrugados que lo convierten en un laberinto del que muchas aves no pueden escapar, como los patos que se ahogan en su mismidad. El segundo está tan enmarañado en nervios que si no se libera pronto, termina por pudrirse en vida arrastrando al espíritu y la facultad rectora con él.

Así, no hay secretos ni pasiones de las que nos adueñamos. Y si fuese por eso, no hace falta hacer mucho para indagar el alma. Basta con mirar cualquier ave con detenimiento y sin prejuicios para tener una noción de qué oculta entre sus plumas.

Por eso nos temen y nos evitan, porque habitamos el silencio y ejercemos irreductiblemente la paciencia. Por eso nos maltratan y condenan a la periferia, pero no les queda otra que acudir a nosotros cuando quieren perpetuar el ciclo de la vida, porque ex nihilo nihil fit.

Ahora Rapiña, es hora de envolver la grulla y llevarla a su lugar de descanso donde ya deben encontrarse sus dolientes. Mañana cuando despunte la aurora la enterrarán. Sabrás que ellas mezclan sus huesos con la tierra seca de los desiertos, porque sólo en la escasez se valora el alimento, el agua y el buen tiempo. Así es y ha sido para la cofradía siempre por los siglos de los siglos.

Retirémonos pero antes de partir recuerda que nos tienen que pagar treinta y tres semillas de alpiste por nuestro servicio, es esto lo que sella la ceremonia y mantiene el equilibrio de la vida y la muerte. Así podemos comprometernos para llevarlo a su descanso eterno. Ex nihilo nihil fit.

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