Fotografía: wikimedia.org

Sentados en el lago

Ácrata y Banquero
En el borde de la navaja.
2 min readMay 21, 2013

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La luna se asoma nerviosa por entre las nubes mientras que nosotros nos escondemos en un hueco que hay en el vacío. El silencio que impregna los momentos raros se puede partir en dos, eventualmente un pedazo será tuyo. El otro es mío. Como si supieras lo que te corresponde, me miras y tocas mis labios. Tú tan seca, tan disciplinada, tan fría, me miras y te beso. Me alejas, me tomas la mano, los pocos grados bajo cero se han ido. Caminamos juntos rompiendo la bruma de la noche.

Subimos los peldaños de madera, tengo nervios y tu te ríes. Abres la puerta del teatro, los chasquidos anuncian nuestra llegada. Te siento cerca y busco tu piel. Somos un vórtice, giramos, nos detenemos, seguimos. Te deseo más que nunca y entonces sobreviene le petit mort. El segundo impávido se extiende y somos uno por un instante, de momento viajamos a una tarde de verano frente al lago en que te conocí. Tenemos los pies en el agua y me pierdo en el verde de tus ojos. Esa tarde te diría que nadaras conmigo, desde ahí sabría que el pez soy yo y el anzuelo eres tú.

Otra vez frío. Te abrazo,te tomo por la cintura que ahora está exhausta, te duermes sobre mí. Te siento tan delicada, como imagino serías antes de empuñar el fusil, antes de que te rompieran el corazón y te lo dejaran con bordes afilados para perseguir niños palestinos, para tirarles pan a unos pobres miserables que se mueren del otro lado como lo harían tus abuelos en un goulash o Auschwitz. ¡Los pájaros cantan!.

Tenemos que huir. El amanecer se acerca y no habrá cómplice. No habrá quién cubra nuestros pasos mientras huimos por el bosquecillo hasta llegar a nuestras cabañas. Te beso y visto con torpeza. Salimos asustados, aturdidos, buscamos el norte para llegar al sur. Por fin entro a la casa. Duermo un par de minutos, dos horas más tarde estaré sentado bajo el sol extrañándote. Buscándote en una ciudad donde no estás, donde sólo eres un espejismo. Sabiendo que lo más probable es que el destino nos aleje cada día más. Entonces ¿qué hago con tus huellas? En vano te retrato antes del amanecer, sólo para saber que ya no queda nada de ti, cuando el sol cae, cada día al atardecer y yo sigo sentado en el lago.

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