Cifu para los amigos

Luis Alberto Álvarez
En el vórtice
Published in
4 min readMar 17, 2015

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Cada cual tiene sus primeros recuerdos audiovisuales como los tiene. Es muy común en mi generación rememorar frases bobas de los Electroduendes o de Espinete. No voy a negar que mi infancia estuvo de alguna forma vinculada a esa memoria colectiva. Pero no lo es menos que desde pequeño pude permitirme el lujo de trasnochar viendo los programas televisivos que me diese la gana, una de las ventajas de pertenecer a una familia monoparental de clase obrera.

Uno de esos recuerdos noctámbulos fue sin duda el de un extraño tipo que presentaba actuaciones en directo en una especie de gruta invadida por un tono azul oscuro, en un ambiente cargado de nicotina. Un minúsculo escenario, presidido por las palabras Jazz entre amigos en brillantes luces de neón rosa, tríos, cuartetos, sextetos de negros, de latinos, de nórdicos, de tipos raros, interpretaban temas, melódicos unos, vibrantes otros, inolvidables la más de las veces. Juraría, no lo he podido confirmar, que la sala donde se grababa el programa es la canalla Clamores.

Jerséis oscuros de cuello vuelto, gabardinas, estilo, todo muy cool. Entre tema y tema, Juan Claudio Cifuentes, Cifu para los amigos, presentaba a las bandas como un colega más (entre colegas).

En el 91 desapareció ese estupendo programa de la parrilla y desde el punto de vista personal el grunge causó estragos en mi adolescencia. Perdí la pista a mi amigo Cifu, tampoco pregunté por él. Mientras estudiaba arte retomé mi curiosidad por el jazz, con el tiempo se convirtió en amor incondicional. Me suscribí a la guía con la programación de Radio Clásica, también me tentaba la música culta, amor al que, sin embargo, no le he sido muy fiel. En esa publicación descubrí que había un programa que se llamaba Jazz porque sí presentado por Cifu, su nombre en ese momento no me decía nada y no lo relacionaba con el programa televisivo. Ahora me he enterado que llevaba emitiendose desde 1971 en distintas emisoras hasta recalar en Radio Clásica en los 90.

El Milestone de Miles, sintonía con la que abría y cerraba ese programa, ha sido, no cabe duda, el grito de guerra de generaciones de jazzmen patrios. Un oasis ante la banalidad generalizada. Nocturno como también era ese programa — en aquella época todavía no se habían inventado los podcast — uno tenía que esperar hasta las tantas para poder escucharlo, creo recordar que era diario. A partir de la hora bruja desfilaban los Parker, Coltranes, Monk, Evans de turno, pintando la madrugada de cromatismo, de standars, de tempos, de free, de JAZZ.

El Milestone de Miles, sintonía con la que abría y cerraba ese programa, ha sido, no cabe duda, el grito de guerra de generaciones de jazzmen patrios.

Últimamente, escuchaba A todo jazz, programa que tenía en Radio 3 los fines de semana, aunque, ahora sí, me permitía el lujo de escuchar sus podcast en cualquier momento, pero vamos, me bajaba todos. ¡Madre mía¡ ¡Qué crack el Cifu! Un emérito setentón con nada menos que cinco horas a la semana de jazz en antena. De verdad que me parecía un animal. En Radio Clásica con Jazz porque sí emitía dos días, un día dos horas y otro un monográfico de una hora de una figura histórica del jazz. En A todo jazz dos horas más, grandes conciertos de cualquier época, una pasada. Uno aprendía con sus emisiones, explicaba todo, una verdadera enciclopedia de esa música de negros.

Joder, tío, cómo te voy a echar de menos. Presentaba el concierto, el tema y el contexto y cuando terminaba hacía EL análisis de lo que se había escuchado. Se tiraba la vida describiendo el sólo de batería, la ejecución del piano, el tempo sostenido del bajo (“hay que hacerlo”, decía), cómo entraba el standard, los compases. Un marciano. No importaba, tan agradable era escuchar la canción como oír su explicación. Qué admiración profesaba por el jazz, por los músicos, por los compositores, por el acompañamiento. Elogiaba a todos los que ponía, creo que sólo ponía lo que le gustaba de verdad. Decía cosas como que estaba perfectamente ejecutado, no le falta ni le sobra una nota, entra en el momento justo. ¡Qué delicia! Cómo te voy a echar de menos. Te quedaban tantos tinteros.

Tan agradable era escuchar la canción como oír su explicación. Qué admiración profesaba por el jazz, por los músicos, por los compositores, por el acompañamiento.

Estaba gestionando una entrevista con él para este humilde blog a través de un compañero pero… en fin. Charlie Parker, Miles Davis. Sé que lo flipaba con ellos, por eso la imagen de este post no es de él sino de ellos. Al fin y al cabo, para mi era un amigo, sí, pero un amigo sin rostro.

Dejo los enlaces de sus dos últimos programas.

Besos, abrazos, carantoñas y achuchones múltiples para todos.

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