μετα-εγώ

Sobre la conversión cíclica del ser humano

Philipp
Español de todo tipo

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Después de un mousse de atún, lasaña de espinacas y un pastel de manzana con los krümel más generosos habidos, se debatía cuándo la identidad de uno mismo era real; bien cuando se realizaba algo que en su momento se rechazó o si estando en el punto de rehusarlo ya se era así como cuando, más adelante, se ejecutaría.

En situaciones específicas, haciendo un especial énfasis en la congénita simpleza ajena, se pueden sintetizar razones y explayarse en teorías causa- efecto. Una que se evidenció fue de aquella chica de imposible armonía física, que no quiso tener descendencia y acabó dando a luz. Decían que realmente siempre quiso haber sido madre pero que lo negaba porque pensaba que no podría encontrar pareja por su apariencia física, por lo que su «yo real» estaba siendo subyugado por un «yo camuflado» para adaptarse a la realidad de un momento.

Según se decía, el «yo real» de aquella chica esperó a una idoneidad existencial para manifestarse. Personalmente me resulta un tanto aberrante pensar que existe un «yo inmutable».

Si en casa los niños están untando tostadas con mantequilla y mermelada, ¿acaso no tiende la mantequilla a mezclarse con la mermelada y la mermelada con la mantequilla? La explicación de estos fenómenos es que hay más maneras de tener mantequilla y mermelada mutuamente contaminadas que en estado puro. Siempre que opere el azar, es probable que un sistema cerrado ordenado evolucione hacia el desorden, dado que éste le ofrece muchas más posibilidades.

Murray Gell-Mann — Premio Nobel de Física

Si estamos tiranizados por el yugo de los miedos, las ideas preconcebidas, los traumas o la cautela, y florecemos en la prosperidad de las ilusiones, la ignorancia, el deseo o la valentía, entre otras muchas cosas, y además lo que nos tiraniza a veces nos hace florecer y viceversa ¿cómo definir un «yo real» que permanezca continuo sin alteraciones?

La vida de una persona, de cualquier persona, es una lucha constante contra un estado natural de caos. Nos pasamos la vida reajustándonos y bajando nuestros propios niveles de entropía para intentar regir todo un irritante e indómito desorden.

Seguramente aquella chica ha sido en ambos momentos una persona diferente; todos hemos podido ser nosotros mismos ayer y nosotros mismos hoy, solo que en comparación son dos personas diferentes que bailan en una necesaria asincronía.
La gente cambia, caso contrario estaríamos obviando el factor evolutivo de una vida, todo un desarrollo expuesto a infinitos factores que pueden alterar a una persona y aceptando que en algún momento esa evolución quedó congelada. A mi me parece un poco salvaje, más aún cuando tenemos claro que tanto la especie humana como una sola unidad de ella, son seres que se adaptan, ya sea a una era glacial o a que el papel higiénico no sea de doble hoja.

Hay millones de factores; internos, externos, globales, específicos, idealistas, unos incontrolables y otros manejables, unos irreales y otros fantasiosos, etc. Es un vasto compendio de variables simples, complejas, de difícil trazabilidad e incalculables, ergo, impredecibles. Una persona no está capacitada para analizar a otra basándose en tantos datos. No es una cuestión de intelecto sino de capacidad cognitiva; estamos, como seres humanos, limitados en cuanto a operaciones y memoria se refiere.

Pero no excluye esto que una vez el camino se haya recorrido, no se pueda analizar la toma de decisiones por unos factores u otros. El problema es si lo hace otra persona, y no uno mismo, ya que cada cual sabemos de nuestros propios demonios que, en la mayoría de los casos, son sirvientes silenciosos y desconocidos para el mundo exterior y, además, en el Averno también hay variables por doquier.

Lo que sí tenemos como personas es una esencia troncal donde se definen —o no— aspectos como la bondad, la simpatía, los niveles de filantropía y otras cuestiones superficiales a las que seremos más o menos fieles durante gran parte de nuestra vida. Pero realmente no influyen directamente en la toma de decisiones importantes, como el de tener o no descendencia.

Esa inmutabilidad es lo que vemos en otros y dejamos ver de nosotros mismos, pero no es sino un marco de una ventana. Y eso es lo que nos hace parecer que no cambiamos, porque se confunde con la ventana que contiene el marco.

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Philipp
Español de todo tipo

Alemán de nacimiento, de ningún lugar por crecimiento.