Universo Nº 7.

El infinito es solo un ocho cansado.

Victoria
Español de todo tipo
3 min readMay 13, 2014

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Estos últimos tres universos no han sido nada fáciles.
El nº5 carecía de comunicación verbal y todos aquellos que no sabían dibujar las pasaban putas para expresarse. Utilizaban el sistema jeroglífico, pero al no hablar era imposible plasmar pensamientos e ideas abstractas y permanecían en un plano material muy básico. Un aburrimiento.
Por otro lado, tenían una gran cultura pictórica (evidentemente) y bailaban genial. Había muy poca población y no tenían ningún sistema de gobierno, cada uno hacía lo que le daba la gana, pero resulta curioso cómo respetaban a los demás sin que nadie se lo impusiese. Sí, eran cuatro gatos, pero felices siguiendo la sencilla regla «vive y deja vivir». Fue una pena marcharse, pero no soportaba no poder hablar con nadie.

El nº6 era un mundo de chinos. Todos los humanos eran de la etnia Han, hablaban chino mandarín y trabajaban sin parar. Mi llegada fue un shock. Me acosaban a preguntas. Que si qué me había pasado en el pelo, que si qué me había pasado en la cara, que si qué era eso de «vacaciones». Creo que al enseñarles qué son las vacaciones, la jornada laboral intensiva de ocho horas y la siesta he mejorado sus vidas notablemente. En su tiempo libre seguían trabajando, pero a diferencia de antes, era para ellos mismos y no para el Estado. Nació la “Hermandad” que les permitía reunirse para divertirse trabajando por amor al arte. Me sentí un poco rara cuando usaron mi retrato como imagen de la asociación, pero al fin y al cabo había sido yo quien les había enseñado la importancia del tiempo libre. Ahora, cómo lo usaran es cosa suya. Supongo que no tardarán en descubrir los vicios que nos son comunes. En fin, de algo hay que morir.

Por último, el nº7 era un universo de hombres. Afortunadamente pude disfrazarme rápido para pasar inadvertida y poder averiguar más sobre ese mundo. He podido saber que la ausencia de mujeres no se debe a su inexistencia, sino a su huida. Por lo visto todo empezó con una discusión que llevó a la mujer a dejar a su pareja. Ésta convenció a sus amigas para que hiciesen lo mismo y el pacto se extendió internacionalmente. En ese intervalo de tiempo, un grupo de ingenieras logró construir una estación espacial gigantesca con el fin de alojar a todas las mujeres del mundo [1].
La estación, bautizada como “Venus” (muy original, sí), alcanzó un tamaño algo superior al de la Tierra, ya que todas las mujeres querían habitación y baño propios, por lo que produjo un cataclismo brutal que desplazó al planeta de su sitio, obligándolo a orbitar a su alrededor.
Actualmente, la reproducción sigue siendo relativamente natural gracias a los bancos de esperma que las mujeres llevaron consigo a “Venus”, pero los rumores en la Tierra son que un grupo de biólogas está trabajando en el esperma femenino para no volver a necesitar la participación masculina en la perpetuación de la especie. De momento, anualmente llega un mensaje en el que se transmite la lista de los admitidos para viajar a la estación y hacer su contribución en la reproducción, siempre como donación de esperma. En el viaje de vuelta llevan consigo a los bebés masculinos nacidos ese año para que crezcan en la Tierra.
En los demás aspectos, las diferencias entre ambos mundos no son muy grandes. Sí, en el planeta triunfan las películas de acción y en la estación los dramas madre-hija; en la Tierra hay guerras por los recursos y en Venus no, pero por lo demás no hay muchas distinciones.
Personalmente creo que ambos pierden mucho por no compartir espacio, pienso que en las diferencias está la riqueza que hace la vida interesante.

Me voy antes de que me descubran.

[1] Inicialmente se marcharon las mujeres heterosexuales, pero no tardaron en seguirlas las homosexuales. No paraban de verse acosadas por los hombres que intentaban “convertirlas”, por lo que consideraron más seguro y tranquilo viajar a Venus.

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