Una vez me tomé una copa con un millennial

Y me di cuenta que, definitivamente, también lo soy

Montserrat Bonilla
Escribiendo en español

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Ahí estaba yo, un jueves, en un bar casi solitario, viendo el fondo de mi mojito mientras le lloriqueaba a mi acompañante que no tenía certeza de saber cuál era mi pasión.

Días antes de ese encuentro había sobrevivido a una entrevista —con rigor de juicio— en la Facultad de Arquitectura de la UNAM en la cual tuve que explicarle al secretario académico —o no sé qué puesto rimbombante tenía— por qué, además de ser periodista, quería ser diseñadora industrial.

Entre mis lamentos le argumentaba a mi acompañante que durante dicha entrevista había descubierto que mi principal pasatiempo y mi trabajo eran lo mismo, es decir, escribir, pero no entendía cómo ni por qué, encontraba en las propiedades proyectuales del diseño y en ese match de lo estético y funcional algo increíblemente sorprendente e incluso embriagante.

Tras uno o dos lloriqueos más, y después de darle un gran trago a su Heineken, se limpió su bigote (que es casi naranja, lo juro) y dijo:

“Hay una cita de Robert A. Heinlein que enlista una serie de cosas que debe saber un hombre en la vida como cambiar un pañal, usar una computadora, dar órdenes y demás, y al final concluye que la especialización es de los insectos. Así que…”

En ese momento, una luz abrió las nubes que me atormentaban y me di cuenta que había tomado varias decisiones en mi vida profesional a través de ideas ajenas que socialmente eran las “correctas”, como el especializarte en una profesión o buscar un trabajo estable pero sobre todo el encontrar en la vida laboral la única manera de desarrollarme como persona.

Después de ello empecé a notar que algunos colegas y ex compañeros de algún otro grado académico tenían estudios profesionales en arquitectura, diseño industrial, comunicación, mercadotecnia, sociología pero habían abandonado todo y se dedicaban al cine, actuación, danza, periodismo, ingeniería en agronomía, relaciones públicas, composición musical…

Incluso un viejo amigo pedagogo me platicó que una de sus mayores experiencias fue su estancia por dos meses en una isla investigando el comportamiento de no sé qué aves.

“No hay duda, somos millennials”, concluí.

Somos pioneros de una generación que ve en el trabajo el medio, mas no el objetivo, para desarrollarse en lo que más les gusta: llámese viajar, escribir, conocer personas, cultivar sus propias tierras, tocar en una banda, hacer su propia cerveza, qué sé yo… y que lo más importante es el camino, las experiencias y el crecimiento que te deje cada una de ellas.

Así que, ¿qué esperamos? ¿Cuándo daremos ese giro como sociedad en el que “permitamos” la definición personal del éxito? Y cuando digo sociedad me refiero a la gestión de talento en las empresas, por ejemplo, en donde la productividad se mide a partir de las horas que pasas en una oficina y no en los resultados.

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Montserrat Bonilla
Escribiendo en español

You shall love, así me dijo mi Miss y eso hago. “Ordsamlare”, PPRR, amante del diseño, blogger y periodista.