Música, café y productividad

Xuan Prada
4 min readAug 16, 2013

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Música y café, dos elementos cotidianos, comunes en la vida de casi todas las personas. Probablemente por eso, por su caracter normalizado, nunca nos hemos parado a pensar en el impacto o simplemente la relevancia que pueden tener en nuestras vidas, o al menos, no en nuestras vidas profesionales.

No voy a ser yo quien vaya a escribir aquí largo y tendido sobre las propiedades psicológicas de la música o sobre la influencia de la cafeína en el organismo humano. Por todos es de sobra conocido.

Déjame sin embargo, que escriba unas cuantas lineas sobre el efecto que tiene el café y la música, o una combinación de los dos, en mi productividad profesional.

Mezclar ambos elementos en mi jornada laboral, me ayuda en buena medida a mejorar mi productividad. Me echan un cable para estar despierto, animado y preparado para los devenires inesperados que se presentan cada día en la oficina.

El café matinal pasa a convertirse en mi caso, casi en una droga de la cual depende mi organismo. Éste la reclama y la añora en caso de que no llegue a la hora que le tengo acostumbrado.

Curiosamente, esta placentera agonía solo está presente los días laborales. Mi cerebro no siente la necesidad de cafeína ni en fines de semana ni mucho menos en vacaciones. Quedando de manifiesto, que el café, en mi caso, es sinónimo de trabajo, de rutina.

Si no trabajo, no lo necesito.

Yendo aún más lejos y ahondando más si cabe en los gustos personales de cada individuo, mi cerebro -o mi paladar-, escogen cuidadosamente el café que me tomo por las mañanas, y solo puede ser ese y no otro, si no, corre el riesgo de ser rechazado como un miembro externo que se intenta implantar en un cuerpo extraño.

La calidad del café, el tipo, el modo de preparación, la forma de presentarlo, incluso la ambientación de la cafetería, son factores que te hacen decidirte por un lugar o por otro, y al cabo de cierto tiempo, tu cerebro se familiariza con esas sensaciones.

Elegido el café, esta dósis de energía matutina, me ayuda a trabajar a un ritmo constante hasta las once de la mañana. Es decir, unas tres horas de producción plena, las mejores del día.

Cuando me tomo mi descanso matinal, aprovecho para preparar mi propio café, reponer fuerzas y tirar hasta la hora de la comida. Otras dos horas de pleno rendimiento en la oficina.

Hasta no hace mucho solía trabajar en Soho, y mis cafés predilectos eran los siguientes.

Ahora, ya no trabajo en Soho, y los cafés cercanos que más me gustan son.

Una mezcla de café y música, es la mitad de la receta de mi pócima secreta de productividad.

La música me ayuda a muchas cosas, la más importante, a no distraerme con elementos ambientales.

Cuando escucho música con mis headphones noise canceling, no me molesta el ruido de la calle, o el ajetreo de los pasillos. No caigo en la tentación de entrar en una conversación ajena cercana a mi escritorio y tampoco me molesta cuando mi compañero de al lado habla por teléfono.

El ritmo de la música me ayuda a crear mi propio ritmo de trabajo, y a mantener la concentración y la energía que pongo en una determinada tarea.

Soy feliz, amable y reacciono mejor cuando alguien me interrumpe para preguntarme algo. Mis reacciones se contagian del espíritu que transmite lo que escucho.

También me ayuda a terminar antes las tareas aburridas, aquellas que no me gustan o simplemente son repetitivas y pesadas. El ritmo me impone tensión y viveza en este tipo de cometidos.

En definitiva, la música impone que me marque mi propio ritmo de trabajo, constante y enérgico. Me libra de las distracciones. Hace que mi ánimo no decaiga en el corto plazo y ayuda a mejorar mi estado de ánimo y mi predisposición hacia los demás.

Me ayuda a terminar mis tareas antes y a ser más eficiente.

Al igual que con el café, procuro ser muy selecto con la música.

No escucho la misma música en casa que en la oficina. Hay canciones o artistas que asimilo a mi jornada laboral, y otros simplemente al placer y al ocio.

Otros, sin embargo, jamás puedo escucharlos en un ambiente laboral, ya que hay ciertos artistas que sólo puedo escuchar si centro todos mis sentidos en sus letras y acordes. De tal modo que me dejan completamente incapacitado para realizar cualquier otro tipo de tarea, por simple que sea.

John Lennon, Tom Waits, Bob Dylan, Nacho Vegas o tantos otros, son algunos de mis músicos favoritos, sin embargo, jamás podré escucharlos en el trabajo.

Mis gustos musicales en el mundo laboral, son muy amplios y variados, y cambian frecuentemente. Así como mis gustos musicales personales son muy cerrados y bien establecidos, soy bastante receptivo a probar nuevas experiencias musicales en la oficina.

Aquí os dejo algunos de los últimos discos que me acompañan en mi día a día.

Son pues música y café, o una combinación de ambos, mis herramientas favorita para aumentar mi productividad en este mundo vomitivo de los efectos visuales.

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