Diversidad: Disney y racismos recesivos

Entre Lineas ATNAJU
Entre Lineas
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5 min readJul 10, 2019

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No hay que confundir la defensa de una actriz de raza negra que interpreta a un ser mitológico, -en una historia modificada a conveniencia de la original de Andersen- con la defensa de Disney como una empresa de vanguardia, defensora de la diversidad y laequidad.
Podemos ser frívolos, pero no somos tontos. Disney nunca ha sido crítico de sí mismo o del sistema económico, de opresión o afectivo que pertenece. Es uno de sus defensores y se esfuerza por permanecer así.

Disney aparece tantas veces que no debería ser nombrado, pero entonces ¿Cómo hablar de él? Es un corporativo que se amolda a la tendencia que le de más ganancias -no siempre económicas-. Su estrategia consiste en chantajear afectivamente a sus consumidores con la nostalgia de su pasado y el apego a su vieja imagen y productos (todo eso ya lo tiene garantizado), mientras se filtra en otros mercados a partir del conflicto entre valores culturales y estéticos. Negocio redondo.

Así, cuando una estrategia se une a la otra, la gente se encarga del resto. Podría decirse que sus directores de publicidad son brillantes, si no fuera porque en realidad son corrientes y estridentes a lo fácil: buscan esa publicidad en la entraña y los recuerdo del consumidor, lo que genera un choque psíquico.

De pronto el consumidor es confrontado con su apego estético, se le pide que haga a un lado las imágenes y criterios a los el propio Disney lo sobreexpuso durante 20 años (1989–2019), pero no le avisan que no se trata de un conflicto ideológico o de aceptación de lo diverso, sino un desplante contra la memoria de la infancia personal ¿cómo no entrar en conflicto? Es entonces cuando empieza el malestar y se manifiesta.

La propaganda y la opinión activan un racismo recesivo: un tipo de discriminación confusa y subrepticia que opera a partir del miedo de ser racista. Luego, ese miedo se mezcla con la defensa de las creencias, prejuicios personales, recuerdos de infancia cuya mezcla termina por ser racista sin saberlo, inclusive sin desearlo.

De algún modo, cuando se habla de La sirenita, la gente habla, en realidad, de sí misma, de su pasado y sus apegos. La sirenita es el pretexto o el detonante, porque es un ícono de la cultura pop. Es por ello que, al introducir violentamente una modificación en lo que ha asimilado durante años, se genera una polémica falsa: no se discute verdaderamente la diversidad. Se usa como pretexto para hacer publicidad.

Si los racismos recesivos son más contundentes y ampulosos que el típico racismo evidente y agresivo, es porque se introducen en la intimidad y en la memoria común. Después de todo, hacer a un lado la memoria de consumo masivo -que se introyecta en la memoria personal como un símbolo de la cultura pop en la que vivimos- es mucho más difícil que atacar y tachar de racistas a los que no están de acuerdo con la nueva producción. Así, la culpa se desplaza de la empresa al consumidor.

Y si esa estrategia es tan eficaz es porque nadie cuestiona a Disney su manipulación de los pegos estéticos y su fomento de racismos recesivos. De hecho, la película en cuestión se ofrece como Live action, un remake que aprovecha su fama y estética pasadas como un capital de consumo e identificación. Pero, inmediatamente, se burla de sus consumidores, les siembra malestares o sugiere racismos en nombre de la inclusión y se esconde en el castillo blindado de lo políticamente correcto y lo justificable, sin poder ser penalizado o verdaderamente interpelado por ello.

El racismo no está en preguntarse sobre el choque entre los apegos o la memoria de infancia y las estrategias de propaganda que usan la diversidad como trampolín de propaganda, sino en el ejercicio de shaming sobre todos los que lo cuestionan. Y eso, en unos años será completamente recesivo porque se olvidará y pasará a un segundo o tercer plano. Sin embargo, en el momento de consumo, aquí y ahora, esa supuesta inclusión funciona como estrategia que desata la discriminación.

En 20 años se dirá que Disney puso en la pantalla una sirena de raza negra y es súper inclusivo, pero nadie recordará que el motor de su propaganda pasivo-agresiva era precisamente la discriminación y el fomento de un público y sociedad que juzgan por aquello que se piensa y no por actos concretos. En ese sentido, un chiste o un comentario racista no son algo pensado, sino acto concretos no menos irresponsables que buscar el efectismo y propaganda en nombre de la inclusión a sabiendas de que el efecto sería el choque y la confusión.

Pensémoslo un momento: si la empresa fuera creativa y poco ambiciosa, con deseos inclusivos, no tendría necesidad de hacer remakes de su época dorada, que además han sido flojos y planos. Daría oportunidad creativa a artistas de todo tipo con nuevas mitologías y plots, intentaría renovar la simbología pop que la atraviesa en lugar de “refritearla” y justificarse en la diversidad. Quien verdaderamente es inclusivo no anda diciendo que lo es o esperando aplausos por ello.

El remake de la sirenita (1989) es la prueba de una empresa que vive de su pasado y la fama de otras producciones de las que compra los derechos, guionistas, productores, etc. Lejos de la inclusión y la diversidad, si Disney emplea estas estrategias lo hace para capitalizar su atracción: abrir nuevos mercados, que se hable de sus productos y se consuman independientemente de si estamos o no de acuerdo con sus ideas o criterios.

La cuestión es marketing, no inclusión. La tendencia y ganancia es lo que les importa, solo que ahora tienen la ventaja de que siempre pueden decir que no es así, que su causa es “en favor de un mundo diverso e incluyente”. Una doble moral, muy dura y difícil de franquear. Si compartes gratis sus contenidos y hablas de ellos, entonces la empresa llegará a los mercados e ideologías ubicados en la zona gris de la indiferencia. Ellos ganan, procuran ganar siempre. El verdadero ganador es siempre Disney. No la equidad, ni la diversidad, ni la inclusión, ni el género, que a pesar de su importancia social se instrumentan como estrategia de marketing.

Y mientras ellos penetran en otros públicos, los que ya estaban asegurados -por morbo o enojo- pagarán el cine y toda su merchandise; harán el trabajo sucio de su publicidad pero sin tocar nunca el tema de la doble estrategia de racismo recesivo y el apego estético. Esta clase de propaganda ya ha sido experimentada antes y la sirenita es solo la primer apuesta ligeramente fuera del canon.

Si nadie habla de lo oportunista que es Disney quizás sea porque, en cuanto se critique, la empresa “volteara la tortilla” y acusará a todos de racistas, pues discúlpame por no seguirte la corriente y decir que eres incluyente. Más allá de reforzar el problema de superficie habría que mostrar que esa estrategia de marketing y publicidad está basada en el temor a ser juzgado y en la asimilación estética de productos e íconos de la cultura pop. La empresa se deslinda de responsabilidaes, pero intencionadamente ha sembrado y capitalizado ese temor. El habla y acción, la crítica, deberían estar sobre Disney.

Francisco Cuauhtémoc Camilo Delgado

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