Una cálida bienvenida

Entrelatierraytumesa
Entre la Tierra y tu Mesa
2 min readOct 21, 2016

Alejandra Haedo miró y sonrió, le parecía raro que le hicieran una entrevista. Es una mujer de cincuenta años, robusta, alta, de facciones bien marcadas, con una sonrisa que no le entra en la cara; tiene el pelo teñido de castaño oscuro para ocultar algunas canas. Unos ojos negros saltones iluminan su cara. Sus manos son grandes, como dos cuencos que sostienen los productos que ofrece.

Es una de las vendedoras del “Mercado Regional La Posta del Hornero” que se encuentra sobre la Ruta 36 a la altura de Vieytes, un pueblo chico a las orillas de la ciudad de La Plata. Hace más de 2 años que participa y es una de las pioneras. En la finca donde vive con su esposo, a unos 15 km del lugar donde trabaja de lunes a viernes y algún que otro fin de semana, él es peón rural y ella amasa los panes que va a vender, cuando el sol apenas se asoma y le lleva el primer mate de la mañana a la cama.

Es madre de tres hijos, dos chicos de 7 y 9 años y una hija de 17 que está por terminar la secundaria. Joaquín y Pedro, los más chicos de la familia, van a la Escuela Primaria Nº21 Paula Albarracin, viajan en combi durante una hora para llegar; en los días de lluvia los caminos son intransitables, el transporte se atasca en el barro espeso de los caminos, entonces ensillan un caballo y al tranco van marchando.

  • Lo gurises se dan maña para andar bajo la lluvia, ya están acostumbrados de chiquitos. En caso así de emergencia, cuando ni el caballo entra, usamo el tractor de campo -, cuenta Alejandra.

Natalia, la más grande, está cursando sus últimos meses en el Centro Educativo Para La Producción Total (CEPT) Nº29, en la localidad de Roberto Payró, partido de Magdalena; donde nace el proyecto comunitario de La Posta del Hornero.

La calidez con los clientes

Alejandra estaba sentada en un banquito, casi no se lo notaba bajo su cuerpo. Cuando llegaron clientes, se levantó sonriendo y los recibió

Acá todo los que vienen se los atiende como único vistes, casi todos se arriman por los panes de campo, ese es el gancho. Despué se llevan de todo y los que se van a la playa, ni te cuento — dice con voz cálida, suave y un poco grave, tranquilizadora.

Cada turista que entra a comprar, sale sonriendo, es su impronta, la manera en la que garantiza la calidad de sus productos para que los turistas vuelvan.

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