Amor

Angel Medinilla
Errando Ando
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9 min readDec 2, 2018
“El Beso” — Rodin

“El amor verdadero hace milagros, porque él mismo es ya el mayor milagro”

-Amado Nervo

Se me aparece Calíope por las redes y me pregunta a bocajarro — “¿Qué es el amor?”. Me congelo. Valiente preguntita. ¿Me atrevo a responderla? Erato se ríe a escondidas en una esquina. Calíope me mira severa: “Pues tocó, mijo”, me dice con su acento colombiano…

Pues tocó hablar del amor. Cómo si no se hubiera escrito ya todo al respecto, como si nuestras experiencias, que nos parecen tan propias y únicas, no se hubieran vivido ya mil veces, como si nuestros sentimientos no fueran reciclados, como si no masticásemos vidas que ya han sido digeridas infinitamente, como si nuestras vidas significasen algo en lugar de ser vulgares y corrientes remakes de historias repetidas hasta la saciedad…

Pero divago, posiblemente esquivo.

El problema con la palabra amor es que está totalmente prostituida. Todo es amor. Amo las patatas fritas, amo el surf, me enamora esa chica, amo a mi perro, amo esa película, amo a mi esposa pero también amo a mis hijos y a mi amante… Desde mi perspectiva, no pueden ser todas la misma cosa.

Así que vamos de menos a más. Hay un amor, el amor a la literatura por ejemplo, que significa “es de mi gusto, le dedico tiempo, disfruto de ello, me aporta en mi vida, incluso me aporta momentos de felicidad”. Se podría aplicar también a algunas personas, incluso a algunas relaciones.

Sería difícil encontrar casos de personas que sufren por su amor a la literatura. Incluso si de repente uno sufriera un trastorno que le impidiese volver a leer jamás, probablemente al principio sentiría pena, quizás rabia, pero no creo que uno se sumiera en una depresión o se suicidara. Con toda certeza, encontraría nuevas aficiones a las que dedicarse, y de vez en cuando echaría de menos la literatura y sonreiría recordando algún libro o algún relato.

Tampoco sería lógico pensar que uno sintiera celos de que otras personas leyeran tal o cual libro, que otros compartieran el mismo amor. No creo que, si esto fuera posible, la literatura se sintiera celosa del tiempo que uno pasa con sus otros amores — yendo al cine, comiendo o paseando por el campo.

Si este amor se desboca, puede constituir un problema: el amor por la comida es gastronomía, pero desbocado es gula. El amor por el sexo puede ser erotismo, pero desbocado es lujuria.

Quizás en este sentido, las personas que defienden o practican el poliamor (curioso neologismo greco-latino) viven este amor en la misma forma en la que se vive el amor por la literatura o la música. Me parece perfecto. Como nota al margen, aun no conocí de primera mano un ejemplo, un solo ejemplo, de un núcleo poli-amoroso estable en el tiempo. Con todo respeto por los que decidan experimentar, mi convencimiento personal es que, a a larga, este tipo de acuerdo no tiende a funcionar, y creo que es porque el amor entre personas no es como el amor que acabo de describir. Creo que siempre que uno se embarca en una relación abierta, tarde o temprano desaparecerá el interés de forma mutua o bien una de las dos partes querrá algo más, en cuyo caso o bien la otra parte cede a un compromiso no deseado o aparecerá un rechazo, un desequilibrio que hará de la relación un infierno en vida. Es un juicio, lo se, y a lo peor alguien vive una de estas relaciones felizmente, lee estas líneas y piensa “no sabes de lo que hablas”. Lo respeto y asumo que puedo estar muy equivocado: solo reflejo una experiencia que ni siquiera es propia, sino observada en otros casos, y ni siquiera muchos. De hecho, los defensores del poliamor no tendrían que ofenderse por este convencimiento mío: al fin y al cabo, la mitad de los matrimonios monógamos fracasa, y de la otra mitad apenas sabemos qué ocurre tras los biombos y las alcobas.

Tal vez incluso — nuevo juicio — muchas de las personas que declaran interesarse en el poliamor en realidad están movidas solamente por la lujuria, o por una necesidad subyacente de llenar un hueco que no logran completar con una relación de pareja monógama. Quizás tratan de saciar un hambre que no cesa, quizás silenciar voces que no callan. Para mi, sexo, compañía, completarse a través de otro porque uno no se siente completo, tienen poco o nada que ver con el Amor (en mayúscula).

Para mi, este convencimiento es la razón de que no me llamen la atención las llamadas “relaciones esporádicas”. No es que no disfrute de un encuentro físico por si mismo — como decía Woody Allen, una actividad vacía, pero como actividad vacía una de las mejores — pero para tener una relación física con una persona es necesario para mi conocerla un mínimo, y cuando ese conocimiento existe, no puedo obviar a la persona y no pensar que uno de los dos va a salir perjudicado. Quizás lo pienso demasiado, quizás proyecto mi escasa experiencia.

¿Cómo llamaríamos a este amor? ¿“Gusto por”, quizás. “Disfrute”?

Obvio que si fuera por esto, no se derrocharían ríos de tinta. Nadie hizo jamás una oda al brownie de chocolate — por cierto, injusticia, pecado y carencia que alguien debería solucionar urgentemente.

Aumentando un poco la dosis, tendríamos la amistad. Creo que si a cualquier persona le planteas si prefiere perder un amigo o un “ligue”, descartará el ligue. Y si es que no, cambie de amigos, que este no le conviene. Amistad es una palabra que merecería un artículo entero aparte — como poco — pero por ahora usémosla en un sentido genérico. Hay “amiguetes” y hay grandes amigos. Los primeros están más cerca del “gusto por”: tengo gusto por tal o cual persona, disfruto cuando los veo, pero tampoco es que me quite el sueño si no. A los segundos, los grandes amigos, se les tiene cariño. Y ese cariño podría ser el siguiente nivel en esta escalera hacia el Amor. El cariño ya nos lleva a algo importante: a pensar en el otro antes que en uno mismo, a desearle el bien, a hacer cosas por el otro sin necesariamente esperar nada a cambio — al menos de forma inmediata, otro día escribiré sobre la reciprocidad en las relaciones.

Uno puede declarar amar los perros, pero la verdad es que posiblemente tenga gusto por los perros y cariño por el suyo. Son dos cosas distintas.

Quizás en el cariño comienzan a surgir unos celos tímidos. Como hombre heterosexual (con perdón), he sentido punzaditas de celos cuando mis mejores amigas se han echado novio o cuando mis mejores amigos han dejado de estar siempre ahí porque se han echado novia. Pero al final, si vives la amistad con salud, te alegras por ellos y cedes ese espacio con alegría.

Una vez más: si este cariño se desboca, deriva en situaciones de codependencia. Un amigo que siempre te reprocha que no le prestas atención, que insiste en ordenarte la vida, que necesita saber en todo momento lo que estás haciendo, que sufre cuando no le devuelves las llamadas… Lo mismo pasa con los hijos. Por los hijos se siente amor, pero no siempre ese Amor con mayúsculas, por mucho que sea un tabú. Son muchas las personas que admiten hoy en día que quieren a sus hijos, pero que si les volvieran a plantear la experiencia de la paternidad / maternidad, probablemente no la escogerían. Hay incluso algún valiente que se atreve a admitir que le cae mal su hijo, que no lo soporta, pero “ a ver, lo tienes que querer”. Lo mismo con padres, madres, hermanos… Para mi, impera en estas relaciones el cariño, a veces apenas el gusto por, y muy pocas veces veo auténtico Amor.

Otro escaloncito más arriba y tenemos el enamoramiento . Aunque distinto del amor, no lo podemos esquivar, ya que para mi es posiblemente la razón por la que se sufre en el Amor. El enamoramiento puede surgir en el “gusto por” y en el cariño. Se trata, esencialmente, de una reacción hormonal, pero también lo son la ira, la pena, la angustia, el miedo… Y no por ello dejan de ser tangibles, reales y poderosas. Al final, al hablar del enamoramiento, hablamos de una emoción, y de una tan bella que muchas personas deciden que es lo que da sentido a sus vidas. Por ello, y dado que el enamoramiento tiene fecha de caducidad (lo siento, no es una opinión, es un hecho científico), hay personas que pasan su vida en una monogamia secuencial, buscando constantemente el siguiente “chute” de seis meses, un añito con mucha suerte. Es verdad que los efectos de la droga son espectaculares: mariposas en el estómago, filtro rosa, idealización de la persona amada, euforia… Pero también tiene efectos secundarios: ansiedad, disonancia cognitiva (recomiendan no tomar decisiones importantes en tu vida cuando estas enamorado) y un terrible, terrible síndrome de abstinencia, tanto si te abandona la persona de la que aún estás enamorado como si no te corresponde.

Y llegamos al Amor, con mayúscula, y a mi terrible duda. Asumamos que, en el Amor, la otra persona te importa más que tu, estás dispuesta a sacrificar cualquier cosa si ello redunda en el beneficio del otro. Tienes a ese otro en cuenta a la hora de tomar decisiones, sientes que ese otro da sentido a tu vida, que de alguna forma te complementa (no “te completa”, eso sería una puerta a la codependencia). Es alguien con quien no tienes reservas, que te conoce plenamente y tú a ella / él. Si te preguntan, no tienes dudas a la hora de decir que quieres tener a esa persona en tu vida para siempre.

La duda es: si dos buenos amigos, los mejores, deciden irse a vivir juntos, ¿es eso Amor? ¿Con mayúscula? ¿Qué parte de todo lo que he dicho antes no aplicaría?

Así pues, hay algo más. Y si, como dice la ciencia, el enamoramiento no dura más de seis meses, un año, tres en los estudios más benévolos… ¿cuál es la diferencia? ¿Cuál es el ingrediente secreto?

¿Es una cuestión de atracción sexual? Porque si es así, toda la literatura, toda la poesía, toda la magia no son más que un truco evolutivo para hacer que nos reproduzcamos, y yo me niego a vivir en ese mundo… Aunque tal vez sea la verdad. Tal vez todo el anhelo, el sufrimiento, la nostalgia del desamor no son más que un truco de la naturaleza para empujarnos al próximo encuentro. Tal vez la única salida sean la resignación y el estoicismo, como el del celíaco o el diabético al que comunican que nunca más debe comer su comida favorita.

Cuando estos sentimientos me asaltan, mi cerebro racional busca una salida — posiblemente un sesgo de confirmación. Porque yo he amado. Mucho, y con locura. Especifico: he sentido cariño, he estado enamorado, he Amado y he dejado de Amar. Me han Amado, o eso creo, y me han dejado de Amar (eso lo se). Y lo extraño. Cada día, sin excepción. Tal vez tengan que pasar meses, años hasta que deje de echarlo de menos. Me acuerdo cuando dejé de fumar y pasaron más de seis meses hasta que pude pasar un solo día sin pensar en el tabaco. Para mi, fue un hito. Hoy todavía no siento ese nivel de progreso en lo que respecta a Amar.

He Amado y extraño Amar. Me falta en la vida. Si decido creer que es una pulsión evolutiva para reproducirnos (sexo) y cuidar de la prole (monogamia), mis valores tenderán al estoicismo, ya que no quiero ser un animal a la deriva de sus instintos.

Por tanto, busco una explicación del Amor que lo sublime, que lo eleve a un plano espiritual, existencial. En el ejemplo de los amigos que se van a vivir juntos, incluso si practican el sexo de vez en cuando, diré que no sienten Amor si no existe una conexión espiritual, existencial entre ellos.

Diré que ambos sienten Amor si, cuando se miran, sienten una profunda plenitud y una gran paz, una alegría a veces desbordante y a veces comedida. Diré que la amistad y el cariño están siempre presentes. No creo que necesariamente deba existir una pulsión sexual desmedida. Llego a aceptar que, en algunos casos, puede haber un Amor platónico, aunque si una de las dos partes tiene que sacrificar esa necesidad y la otra no, este desequilibrio será en la inmensa mayoría de las veces el fin de la relación de pareja, del Amor en mayúscula, así estas personas sigan sintiendo amistad y cariño.

Habiendo decidido esto, mi pregunta es ahora: ¿qué provoca esa conexión espiritual, existencial, para que surja y perdure un Amor con mayúscula?

Amanece en Sevilla. Mi café se enfrío hace rato, y mi sempiterna tristeza se ha vuelto agridulce y calmada en esta mañana de otoño.

Actualización al 20/4/2020:

Año y medio después de haber escrito esto, incluso después de que otras relaciones y sentimientos hayan pasado por mi vida, sigo extrañando ese Amor con mayúscula que una vez tuve y perdí. Todos los días.

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Angel Medinilla
Errando Ando

Founder & Head Consultant at Improvement 21. Agile trainer and consultant. Author, 'Agile Management' and 'Agile Kaizen'. Public speaker.