Analgésicos

Angel Medinilla
Errando Ando
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4 min readOct 3, 2018

“El sufrimiento está ahí para enseñarnos una lección. Lo bueno es que, hasta que no la aprendamos, tenemos todo el sufrimiento que queramos disponible.”

Rob Mack

En mis esfuerzos por entenderme, por entender al hombre y su propósito en la vida, por comprender las causas de la felicidad y de su ausencia, hay varios lentes que voy usando. Una de esas lentes es la perspectiva evolutiva: hay comportamientos o fenómenos que están ahí porque, en su momento, otorgaron una ventaja evolutiva a los que lo presentaban. Hoy uso esa lente para observar y entender el dolor.

El dolor cumple con un propósito: defendernos de lo que nos daña. Hay personas que nacen con insensibilidad congénita al dolor, y uno diría “maravilloso, es como un superpoder”. Pues no, más bien es una maldición: las personas que lo sufren tienden a lastimarse a sí mismos sin querer de forma repetida, a sufrir quemaduras graves y, a base de repetir lesiones, acaban empeorando con infecciones, fracturas que no curan bien…

Desde ese punto de vista, uno pensaría que los analgésicos son una mala idea. Eliminas el dolor, pero no te das cuenta de si sigues lesionándote, como esos atletas a los que mandan lesionados a jugar, inflados de opioides y esteroides (o lo que sea que les metan) y que acaban con lesiones permanentes por haber forzado la máquina más de la cuenta.

Pero el analgésico, bien usado, cumple una función: la de permitir la terapia y reducir el trauma de la misma. Por ejemplo, si no usamos analgésicos las operaciones pueden ser muy traumáticas. Así mismo, pedirle reposo o rehabilitación a alguien con un dolor severo puede ser en vano. Reducimos el dolor, lo justo, y luego vamos ejercitando la zona lesionada, muy poco a poco, un poquito más cada vez.

Con el sufrimiento ocurre algo parecido que con el dolor, pero con una diferencia: el dolor puede ser causado por entidades externas, el sufrimiento lo creamos nosotros mismos.

“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”

Haruki Murakami, “De qué hablo cuando hablo de correr”

Pongamos un ejemplo de sufrimiento: el estrés. Todas las causas del estrés son en realidad internas. El estrés cumple un objetivo evolutivo: despertar los mecanismos defensivos de “lucha o huye”. Cuando veíamos a un depredador, ese chute de adrenalina, testosterona, cortisol… Nos ayudaba a matar al tigre o trepar a un arbol. El problema es que hoy en día la amenaza no es tan real como el tigre — nos estresamos a veces por bobadas como que no venga el técnico del ADSL a reparar el Wifi, o por llegar tarde a una cita — y además sostenemos ese nivel de estrés no durante unos minutos (el tiempo de matar, huir o morir), sino durante años.

Aunque las causas sean internas, decirle a alguien “pues no te estreses” es un triste y estúpido consejo. La solución pasa por entender los mecanismos del estrés y localizar qué es lo que está haciendo nuestra mente para generarlos.

Ahí es donde los analgésicos entran en juego. Hay tratamientos, terapias anti-estrés, que pasan por hacer ejercicio, pasar tiempo en la naturaleza, reir, respirar… Y todos ellos son muy efectivos para reducir el estrés y sus síntomas. Pero al final son un tratamiento analgésico — las causas internas del estrés siguen ahí, no estamos haciendo rehabilitación.

Lo mismo ocurre con la tristeza, la soledad o la depresión. Tomamos alcohol y se nos pasa por un rato. A la que nos volvemos a sentir tristes, otro lingotazo. Hay quien acalla esa tristeza, esa soledad, con sexo o con relaciones superficiales, pero una vez que pasa el subidón de hormonas, volvemos a sentirnos solos y volvemos a la caza. Corremos el riesgo de volvernos adictos a los analgésicos: alcohólicos, drogadictos o adictos al amor.

Por eso, la verdadera solución pasa por entendernos. El Buda lo descubrió cientos de años antes de cristo, y su mensaje nos ha llegado a traves de los milenios, las cuatro nobles verdades: todos sufrimos, el sufrimiento tiene una causa, hay un fin del sufrimiento y hay un camino que lleva a ese fin.

Estoy convencido que el auge de la meditación, el yoga, el mindfullness y demás prácticas derivadas de lo que los orientales han estado haciendo durante milenios tienen que ver, sin lugar a dudas, con la terrible epidemia de melancolía, depresión e insatisfacción que sufre la humanidad en estos tiempos de opulencia y abundancia. Hay quien, con esperanza, ven en ello la aproximación de un nuevo nivel de consciencia para la humanidad.

Que no te pille anestesiado.

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Angel Medinilla
Errando Ando

Founder & Head Consultant at Improvement 21. Agile trainer and consultant. Author, 'Agile Management' and 'Agile Kaizen'. Public speaker.