Soledad

Angel Medinilla
Errando Ando
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5 min readSep 26, 2018

“El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios.”

(Aristóteles, Política, libro 1,1)

Parada en Guatemala, transbordo a El Salvador. Un Domingo, con amenaza de Jet Lag y trabajo mañana lunes. En la media hora que consigo de WiFi, descubro que mi amiga Adriana me ha pisado un tema del que quería hablar pronto — la soledad. Adriana es en buena parte responsable — el tiempo dirá si culpable — de que abriera este espacio y volcase aquí estas reflexiones. “Maldita, me pisaste el tema”, le escribo. “Fea expresión” me responde. Cosas de Colombianos y Españoles, las palabras a veces pesan más de lo que uno piensa. Bromeo, me disculpo y sonrío. Es lindo escribirse con alguien, sentirse conectado en medio de esta vorágine de aeropuertos.

Pero divago.

Soledad.

Observo desde hace un tiempo, no sin cierta preocupación, el auge de un cierto culto al estilo de vida “single”. Me parece fenomenal reivindicar y recalcar que la felicidad no pasa por unir tu vida en pareja. Creo firmemente que uno debe ser feliz consigo mismo para poder compartir esa felicidad con otro. Se, con esa certeza con la que se saben las cosas del alma, que Christopher Barzak tenía razón cuando decía que el que pone su felicidad en las manos de los demás verá como todas y cada una de las veces esas manos la dejan caer.

Pero no es lo mismo estar sin pareja que estar solo. Algunas de estas personas, lo juro, me dicen que les encanta estar solas mientras comparten piso con varios o varias compañeras. Otras pasan el fin de semana de actividad grupal en actividad grupal, de almuerzo familiar a cena con amigos, y declaran estar solas y encantadas.

No soy quien para decir qué significa estar solo y qué no. Puedo hablar no obstante de mi perspectiva. Puedo hablar de haber dejado atrás familia y amigos: por decisión propia, sí, y por razones que intentaré describir otro día, pero quien más quien menos tiene unos padres, hermanos, algún primo… No todos tenemos eso.

Hablo de trabajar solo. De viajar solo, dormir solo y no tener un sitio al que llamar hogar. De mirar el teléfono y no saber a quién llamar para un café o charlar un rato. De salir a caminar como un Sabina temprano: buscando un encuentro que me ilumine el día.

Hablo también de haber tenido y haber perdido.

Encontré hace poco la definición de Soledad Crónica. Compartí varios artículos al respecto, de los que podría resumir algunos puntos:

- La condición de soledad crónica está más relacionada con la percepción de soledad del individuo que con una soledad física. Uno puede estar rodeado de personas y sentirse solo.
- En países como Estados Unidos, el número de Americanos que declaran sentirse solos ha pasado de un 10–20% en los años setenta y ochenta, a un preocupante 40% en 2010
- El síndrome de Soledad Crónica es tan preocupante como la diabetes o la obesidad. Las personas que lo sufren tienen un 45% más de probabilidades de muerte temprana y un 64% más de probabilidades de desarrollar demencia en la vejez. También son mayores los riesgos de enfermedades cardíacas, coronarias y de sufrir depresión.

(uno de los artículos más completos que he hallado al respecto está en
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3874845/#!po=13.7681 )

Y sí, claro que es importante encontrar espacios para estar con uno mismo. Claro que no debería uno intentar acallar las voces interiores con el ruido de la compañía y el ocio. Leía hace poco sobre un retiro de silencio, algo que quiero hacer algún día. Decían los monjes budistas de la Alpujarra granadina que la mayoría de la gente que lo deja, lo deja la primera noche. “Mi mente me ataca”, dicen, y se van. Se van porque no soportan estar consigo mismos.

“Te prescribiré tomes de vez en cuando algunos días en los que, contentándote con muy escasa y vulgar alimentación, con un vestido áspero y rugoso, digas para tus adentros: «¿Es esto lo que temíamos?»

Seneca, Cartas a Lucilio, epístola 18

Pero la antropología no deja lugar a la duda: los seres humanos somos en tribu. Necesitamos la conexión. Hay una regla ética sudafricana, Ubuntu, que viene a decir “yo soy porque nosotros somos — una persona se hace humana a través de las otras personas”. Y es así. Jorge Bucay ha escrito mucho sobre ello. Sobre la necesidad de que nos toquen. Sobre como hace un siglo los niños abandonados en los hospicios se morían de una enfermedad denominada “marasmo” y que, esencialmente, consistía en que, si les faltaba el contacto físico, entraban en un estado de depresión que les llevaba a dejar de mantener contacto visual, alimentarse y, eventualmente, los llevaba a la muerte.

Paraos a pensar en esto: si no nos tocan, si no nos abrazan… En fin.

Hay otro tipo de soledad. No se si llamarla soledad intelectual, moral o espiritual: la sensación de que nadie te entiende, de que las personas con las que te relacionas no comparten tus valores, tus preocupaciones, tus propósitos de vida. Era también Bucay el que hablaba del problema de “subir de plano”: cuando creces en algún aspecto y los que te rodean no. Esto puede ser motivo de grandes cambios en tu estructura social, e incluso si estos cambios no se dan, puedes encontrarte rodeado de personas con las que no tienes la misma conexión que antes, incluso de algunos que, secreta o abiertamente, estarán resentidos contigo porque cambiaste, porque avanzaste, porque los dejaste atrás.

Me está quedando esta reflexión mucho más larga de lo que esperaba, así que resumiré en esto: que hay una soledad física, hay una soledad de pareja, y que disfrutar de estos espacios puede ser bueno, incluso necesario. Pero hay una soledad emocional, intelectual, espiritual, familiar, social… Una soledad profunda, la sensación de que nadie te comprende, a nadie le importas. Y esa mata. Lo que es peor: antes de matarte, convierte tu vida en un infierno.

¿Cómo acaba uno en ese infierno? ¿Cómo atravesarlo? Tema para otro día…

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Angel Medinilla
Errando Ando

Founder & Head Consultant at Improvement 21. Agile trainer and consultant. Author, 'Agile Management' and 'Agile Kaizen'. Public speaker.