La cigarra y el pajarillo

Jesus Mauricio Lopez Benitez
Escalera De Caracol.
3 min readNov 9, 2016

Era de mañana, un día de julio, el sol estaba en su punto más alto e inunda las calles con su calor alzando los vapores de lluvias pasadas, una calurosa mañana, un día de verano.
Esa mañana fui al parque cerca de mi casa, caminé un poco y entonces lo escuche, un sonido bajo, casi como murmullo, como olas en la playa, un sonido de fondo que me transportaba a una pintura de julio, el canto de una cigarra, un sonido que crecía cual murmullos con un castañeo débil y luego un zumbido claro. Dicen que ese es el sonido que hacen cuando buscan pareja, cuando buscan aparearse y procrear su existencia en otro, cuando buscan dar vida.
De pronto ahí en ese pequeño espacio de aquel verde parque el sonido se detuvo, otro ruido tomo su lugar, casi como un halcón, un pequeño pájaro café llegó dispuesto a convertir a la cantora cigarra en su almuerzo, fulminante descendió con sus pequeñas alas y su pico al frente cual lanza a embestir contra el insecto.
El sonido del verano se convirtió en lamentos, la cigarra emitía sonidos pero no eran ya sus cantos al amor, la musca de la estación, eran gritos… aleteo con fuerza tratando de escapar, se elevó unos pocos centímetros del piso sólo para ser pescado de nuevo por el pajarillo que con su pico lo prensó y sacudió, lo tomo de una ala y de una forma violenta proyectó al pobre insecto contra el paso.
Era tiempo de tomar la ofensiva, en un arrebato de valor la cigarra envistió contra el pájaro, atacó directo y sin miedo contra el rostro de su depredador, en su furia parecía pellizcar al pajarillo con su pequeña mandíbula, el pájaro no se inmuto y con un movimiento de cabeza se quitó al pequeño insecto. El ataque falló, su captor solo volvió a darle un picotazo y termino por desarmar la ofensiva y arremetió contra el pequeño bicho, lo tomo de una pata y lo volvió a proyectar lejos, quizás a tan sólo unos cuantos centímetros.
La pequeña cigarra ahora atemorizada emprendía la retirada, en un último arrebato de fuerzas aleteo, aleteo con todas fuerzas hacia la libertada y la esperanza, pero fue inútil, a los pocos centímetros de emprender el vuelo se desplomó contra una parte del desnudo concreto cerca del pasto de donde partía, una de sus alas estaba rota por su encuentro con el ave.
Con unos saltos casi joviales, el pequeño pajarillo se acercó a su presa, sabía que este ya no podía escapar, sabía que ya no era más que un bocado que tenía el inconveniente de seguir con vida, giró su cabeza, como hacen las aves inspeccionado al bicho, luego apoyo una de sus patas sobre el cuerpo del insecto. En un último intento por resistir la cigarra movió sus alas, o mejor dicho el ala que le quedaba, el sonido era casi como el de un tamborileo o de un corazón acelerado, al borde de un paro cardiaco. Sus gritos de insecto sonaron por unos cuantos pasos, sonaban más agudos que antes. El mundo se detuvo un instante, de aquella canción de amor que era el sonido del verano no quedaba nada más que un grito quebrado.
Quisiera decirte, mi estimado lector, que las cosas terminaron bien, que yo o cualquiera de los presentes sentimos compasión por el insecto, que lo salvamos o que la muerte del pequeño fue rápida pero no fue así, nos limitamos a ser expectores, como tú lo eres en este momento. El pajarillo se tomó su tiempo para disfrutar si desayuno, y el sonido del aleteo de la cigarra se desvanecía como un latido sobre el asfalto, iba cediendo poco a poco mientras salían las entrañas de su emisor, y así sigo por un tiempo hasta que ese lamento que algún momento fue el sonido del verano se extinguió.

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