Cuando el cuerpo es campo de batalla
Una de las principales características del conflicto que la República Democrática del Congo (RDC) vive desde hace décadas, es el uso sistemático de la violencia sexual contra mujeres y niñas como arma de guerra. Pero esta violencia no es algo nuevo que haya aparecido con el conflicto, sino que tiene sus raíces en el modelo patriarcal de sociedad congoleña. En un país en el que el conflicto armado se ha cobrado la vida de miles de civiles, las mujeres y los niños han sido el blanco de ataques tanto de grupos armados como de las propias fuerzas estatales, dejándolos en una situación de absoluta vulnerabilidad. Las mujeres han sido utilizadas como objetivo principal de la violencia sexual por su fundamental rol en la sociedad congoleña y las consecuencias para ellas y para la comunidad han sido devastadoras.
El uso de la violencia sexual como un arma de guerra no es una novedad, sino que es una práctica que podemos encontrar en diferentes conflictos armados a lo largo del tiempo y cuyo número de víctimas alcanza cifras escandalosas. En el conflicto en la RDC la violencia sexual es utilizada de forma recurrente tanto por parte de los grupos armados como por las propias fuerzas del Estado. Un estudio hecho por el Centro de Servicios de Salud y Resultados de la Universidad de Stony Brook calculó que unas 1.152 mujeres eran violadas diariamente en la RDC.
No existe un binomio entre el papel que juegan las mujeres y los hombres en el conflicto armado. Si bien son los hombres los que luchan, las mujeres pueden entrar en el combate de forma directa formando parte en ocasiones de las filas de los grupos armados y las milicias o como activistas pagando precios muy altos por ello. Aunque por lo general, las mujeres en las guerras suelen ejercer el papel de cabeza de familia tanto desde el punto de vista de su cuidado como de su manutención económica, por lo que se convierten en un blanco estratégico.
Utilizando la violencia sexual de manera estratégica se persigue el control del enemigo por medio de la intimidación de su población utilizándose concretamente este tipo de violencia básicamente por tres grandes motivos: es un arma muy económica, muy eficaz -sobre todo comparándola con su bajo costo económico- y un método muy inmediato pero con efectos duraderos a largo plazo. En los conflictos armados con mayor contenido de valores étnicos y/o religiosos como es el caso de la RDC es en donde hay mayor probabilidad de que se utilice la violencia sexual como arma de guerra, siendo aquellos con mayor desigualdad de género en los que tienden a registrar más casos de violaciones colectivas.
Las mujeres, como población civil y por el papel específico que juegan en la sociedad, son un blanco recurrente en los ataques de los grupos armados. En muchas culturas, el cuerpo de la mujer es percibido como un símbolo de unidad de la comunidad siendo a su vez depositarias de la cultura, así, a través de la violación se envía un mensaje al conjunto de la comunidad. Como bien lo ha definido Olujic, el cuerpo individual de la mujer se convierte en una metáfora del cuerpo social; los ataques a la mujer son ataques a la comunidad.
En la sociedad congoleña, la mujer es el centro de la familia, es quien la mantiene a través de lo que cultiva y de lo que vende. Ellas son el motor del desarrollo en ese país, ya que trabajan dentro y fuera del hogar para mantener a sus familias. Además, en la mayoría de comunidades de la RDC, las mujeres son vistas como transmisoras de valores y tradiciones dentro de la comunidad.
Cuando hablamos de un conflicto principalmente económico y por recursos naturales como el de la RDC, con la violencia sexual se busca eliminar la resistencia y desplazar a la población de una determinada zona para así hacerse con los recursos de ese territorio. Cuando la violencia se ejerce sobre mujeres que están bajo custodia, bien de las fuerzas del Estado o bien de grupos rebeldes, lo que se busca suelen ser declaraciones o confesiones, o como un método de castigo por “apoyar” o pertenecer a grupos enemigos.
La limpieza étnica es un objetivo recurrente en los conflictos de tipo étnico; es una vía para redibujar las fronteras étnicas. En Bosnia ya se utilizaron las violaciones como herramienta de limpieza étnica violando mujeres musulmanas para que engendrasen descendencia serbia y decantar así la balanza poblacional. Las violaciones también son una forma de humillar al enemigo, sobre todo en aquellas sociedades en las que la mujer es vista como un objeto propiedad del hombre. En estos casos el mensaje que se le está enviando al enemigo es que no ha sido capaz de proteger a sus mujeres lo cual les avergüenza.
La violencia sexual ejercida sobre las mujeres en los conflictos armados tiene consecuencias tanto físicas y para la salud como psicológicas no solo para la mujer víctima directa de la violencia, sino también para sus familias y comunidad como víctimas indirectas.
Las consecuencias para la salud de la mujer son múltiples sobre todo en el caso de las violaciones. Las mujeres corren el riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados, también suelen sufrir dolores abdominales durante largos periodos después de producirse la violación, así como problemas ginecológicos crónicos y daños en el aparato reproductivo permanentes que les impiden quedarse embarazadas en el futuro. En los casos más extremos de violaciones las consecuencias pueden llegar a ser incluso la muerte de la víctima.
A nivel psicológico, la mujer sufre un trauma emocional permanente. En primera instancia, las mujeres suelen no entender lo que les ha pasado ni por qué, sienten vergüenza y en ocasiones se culpabilizan por la situación vivida. Los embarazos no deseados también suponen una carga más para la mujer que da a luz bebes no deseados los cuales tienden a ser repudiadas por la comunidad.
Las sociedades, sobre todo las más patriarcales, son muy injustas con las mujeres que han sido violadas rechazándolas o incluso culpabilizándolas de lo ocurrido. En este tipo de sociedades las mujeres se convierten en un recordatorio para toda la comunidad de que su honor ha sido mancillado por parte del enemigo. Esto puede suponer un éxodo de las mujeres, las cuales en algunos casos acaban formando parte de las redes de trata de blancas o enrolándose en las filas de grupos armados, hechos que tienen como consecuencia la dispersión de la comunidad.
Las consecuencias económicas para la comunidad y sobre todo para la familia son evidentes en sociedades como la congoleña en las que la mujer supone el principal sustento familiar ya que comporta una menor participación en el mercado laboral y mayores niveles de absentismo escolar en las niñas, lo que repercute negativamente en el desarrollo del país.
La gran desconfianza que existe en la RDC hacia el sistema legal, hace que las víctimas, en numerosos casos, opten por no denunciar pensando que si acuden a la policía a denunciar sufrirán represalias y serán agredidas nuevamente. De hecho, las mujeres que denuncian en ocasiones vuelven a ser violadas como venganza por parte del agresor, que en la mayoría de los casos no llega a ser juzgado.
Otro motivo por el que las mujeres en ocasiones optan por no denunciar es el pago de las tasas que han de pagar aquellas personas que quieran iniciar un litigio. A pesar de que el programa del Comité Internacional de Rescate ofrece servicios jurídicos gratuitos, no llega al 5% las mujeres que deciden emprender acciones legales después de la agresión, básicamente por el miedo a las represalias y a la estigmatización dentro de la comunidad. Lamentablemente, la realidad es que las mujeres y los hombres no pueden reclamar de igual forma sus derechos en la RDC porque no disponen de un acceso a la justicia igualitario aunque los derechos que reclaman estén reconocidos a nivel internacional.
A pesar de que las recientes resoluciones del Consejo de Seguridad hayan hecho obligatorio para las misiones para el mantenimiento de la paz documentar e informar sobre los nuevos patrones y tendencias de la violencia sexual, ésta sigue presente y aumenta con cada nueva escalada de violencia en el conflicto congoleño. De aquí se deriva la urgente necesidad de una reforma tanto del sector de seguridad como del poder judicial que eviten la impunidad en la RDC atacando de raíz las violaciones de derechos humanos. La comunidad internacional ha de tener un papel proactivo en la construcción de la paz en la RDC juzgando los crímenes de guerra cometidos contra las mujeres como es la violencia sexual.
Aumentar la inversión tanto por parte de la comunidad internacional como por parte del gobierno congoleño ha de servir para poder financiar servicios especializados como atención ginecológica, atención psicológica, asesoramiento letrado o talleres de reintegración social.
La denuncia pública de la violencia sexual es un factor importante para las víctimas principalmente por dos motivos: en primer lugar porque visibiliza una problemática existente desde hace años y en segundo lugar porque ayuda a que este deje de ser un tema tabú y que las mujeres se animen a denunciar y a hablar sobre ello para superar su trauma. La información ha de ser difundida ya que el reconocimiento sirve a las mujeres para hacer lobby.
Si se logra demostrar que hay conflictos armados en los que no se ejerce la violencia sexual contra civiles, entonces también es posible argumentar que la violación no es un acto inevitable de la guerra como a veces se proclama, y que por el contrario, sí existen fundamentos importantes para responsabilizar a los grupos armados que ejercen la violencia sexual.