lenguajes

Somos lo que pensamos y pensamos en base a un lenguaje.

Dani
Escucho, respiro y escribo
3 min readMar 26, 2020

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No solo nuestro pensamiento, si no también nuestros sentimientos y emociones, nuestras conductas, incluso nuestra salud física están condicionadas por el lenguaje que empleamos. No es lo mismo decir mi madre ha muerto, que decir mi madre ha descansado en paz. Incluso, yendo más allá, en un lenguaje literario, es absolutamente diferente decir mi madre se está convirtiendo en ángel o es parte ya de la galaxia de estrellas. Aunque el hecho es el mismo, la reacción emocional y psíquica son diferentes. Esto es un hecho. A Steve Jobs sus padres no le dijeron “te adoptamos” sino “te elegimos”. La única diferencia entre la esperanza y el miedo es la historia que te cuentas de lo que crees que va a pasar. Si te lo cuentas desde la curiosidad no vas con miedo. Eso es el tono: como en una melodía, marca el ritmo de un estado de ánimo. Esto lo explica muy bien Diana Orero en su libro Todo cuenta.

En esta crisis por el COVID-19, el lenguaje está marcando en gran medida, no solo la percepción ante el problema que existe, si no la reacción colectiva ante el mismo. Los diferentes gobiernos han decidido, muy mayoritariamente, emplear un lenguaje de guerra. Lo dicen explícitamente en las comparecencias diarias de los diferentes responsables políticos. El Gobierno español aparece cada día con una escenografía de guerra, con militares dando explicaciones y con responsables políticos empleando un lenguaje de guerra. Guerra, batallas, primera línea, confinamiento, héroes, victoria, ejército, hospitales de campaña, vigilancia policial, resistencia. Un lenguaje empleado conscientemente para crear un miedo irracional con el que poder controlar mejor.

Desde luego que es una crisis sin precedentes. Claro que es necesario que todo el mundo adopte las medidas impuestas de cara a frenar el contagio. Y por supuesto que nos estamos jugando mucho, unos en sus puestos de trabajo, otros en casa a causa de un ERTE, otros sin asistir a clase y muchos otros en soledad, sin atención y en silencio. Pero me niego a que nos conviertan en soldados, cuando la mayoría somos trabajadores preocupados. No me gusta que se convierta a unos trabajadores, la mayoría vocacionales, en héroes por actuar responsablemente en su trabajo. Mi aplauso y mi reconocimiento para ellos, sin duda, aunque los aplausos se los tenga que dar junto a quienes votaron a las formaciones políticas que impusieron los recortes en sanidad, educación e investigación. Soy consciente de que mi aplauso es coincidente con el aplauso que dan los que nunca han creído en la labor social que la comunidad realiza día a día. Pero no hablemos de héroes, o no solo de unos héroes. Cada cual tenemos en nuestra cabeza en estos momentos a personas que en esta situación podríamos catalogar de héroes.

Podríamos estar hablando de responsabilidad comunitaria o colectiva, de sanidad pública, frente a la privada que en mitad de la crisis anuncia recortes y cierre de centros. Podríamos estar hablando de solidaridad vecinal, de escucha y de reconocer al vecino como otra persona con sus circunstancias. Podríamos estar hablando de personal médico, de cajeras de supermercados, de transportistas, de personas cuidadoras, de profesorado, de personal de correos, de conserjes o de tantas otras personas que con su empeño consiguen sostener una parte del funcionamiento de esta sociedad.

En el momento en que asumimos sin ninguna crítica este lenguaje de guerra, nos convertimos en soldados que solo obedecen, en vigilantes del vecino sospechoso, en chivatos sin preguntarnos por la situación de esa o esas personas, en insolidarios que solo miramos nuestro bienestar. Asumimos la labor del policía para hacer cumplir las medidas impuestas. Y yo no soy un soldado que no piensa, ni soy un policía que multa, ni un héroe para poner una medalla.

Solo soy una persona preocupada con lo que está ocurriendo, que responsablemente cumple con las medidas decretadas y que espera poder aprovechar la oportunidad que esta crisis nos ha dado, para ser una persona mejor, conmigo mismo, con los que me rodean, con el lugar donde vivo y el planeta que habito.

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