El viaje

Tim Bedlam
Español en ruta
Published in
3 min readJun 23, 2024

Reto 4: Sol y Calor

Debería haber sabido que su carro nunca haría el viaje. Era viejo y no lo cuidaba bien. ¿Cuánto tiempo llevaba caminando ahora? Miró su reloj. Solo veinte minutos pero se sentía como una hora. El sol lo presionaba. El calor era insoportable. El pavimento caliente se sentía como si le estuviera cocinando los pies dentro de los zapatos.

Pocas personas viajaban desde el colapso. No estaban seguros. Nunca sabías en quién podías confiar y quién podía ser peligroso. A Jon no le importaba. No le importaba nada en estos días. O eso se dijo a sí mismo. Solo sabía que necesitaba alejarse y estar en un lugar diferente.

Hasta ese momento, el viaje a través del desierto de Arizona había transcurrido sin incidentes. Luego se oyó ese ruido. Luego, el humo. Y el carro se negó a continuar el viaje. ¿Qué podía hacer Jon? En medio del desierto sin nadie alrededor. Con media botella de agua y su mochila, comenzó a caminar.

¿Qué tan lejos estaba del siguiente pueblo? Recordaba haber visto un letrero unos millas atrás. ¿Qué había dicho? ¿3 millas? ¿o eran 30 millas? No había estado prestando atención. El sol estaba directamente encima, penetrando todo. El sudor le goteaba por la cara y luego se evaporaba inmediatamente en el calor seco del desierto. Frente a él se extendía una larga carretera que atravesaba el hermoso pero implacable paisaje.

Pensó en ella. La última vez que la vio, antes del accidente. Antes de que la vida tal y como la conocía cambiara para siempre. Sentía el pecho pesado. “¿Qué se supone que debo hacer ahora?” Esta pregunta se la había hecho tantas veces desde que la vida había perdido todo sentido. Siguió caminando.

Había pasado una hora y media y todavía no había pasado nadie. Y no había ningún pueblo a la vista. Ya había terminado el agua. Su cuerpo quería más. Tenía la garganta seca. El sol seguía ardiendo en el cielo. ¿Era posible que muriera aquí? Se sentía indiferente al respecto. Estaba cansado. Le dolía el cuerpo. Tal vez se sentaría aquí y esperaría.

Se quitó la mochila, la dejó en el suelo y se sentó en ella, sin saber qué hacer. Sintió su cuerpo cansado. Sintió el sol y el viento caliente. Miró a su alrededor y contempló el hermoso paisaje desértico. Y desapareció por un momento. ¿O fue una hora? Sintió una extraña paz.

Mirando hacia un cactus cercano, vio un hermoso pájaro con plumas verdes y azules. Estaba fascinado por él y quería verlo más de cerca. Se puso de pie, recogió su mochila y se acercó unos pasos. El pájaro voló en la misma dirección en la que Jon había estado caminando y luego se posó en otro cactus, a 20 o 30 metros de distancia. Jon lo siguió. De nuevo, el pájaro emprendió el vuelo en la misma dirección. Jon lo siguió sin pensarlo. Era como si una fuerza invisible lo moviera.

A lo lejos, Jon vio un cruce en el camino. Tal vez sabría qué hacer cuando llegara al cruce. El pájaro voló en esa dirección y desapareció. Veinte minutos después, Jon estaba parado en la intersección, mirando en todas direcciones. No tenía idea de qué hacer o qué dirección tomar. Así que esperó.

Pensó en su vida. Lo bueno, lo malo, la belleza, el dolor, la pérdida. Pensó en cómo, durante el último año, se había alejado de todo y de todos. Una combinación de dolor y rabia. Había estado en guerra con la vida, odiándola por su crueldad. Pero estaba cansado de luchar. “Pase lo que pase, pasará”, pensó.

Escuchó un ruido y miró a la derecha. A lo lejos se acercaba un carro. Jon tensó un poco su cuerpo, sin saber qué esperar. Disminuyó la velocidad y se detuvo cuando estuvo al lado de Jon. Un carro verde con puertas azules. El anciano que estaba adentro miró a Jon cálidamente. “Hoy hace mucho calor”, dijo. “¿Necesitas ayuda?” Jon relajó su cuerpo y se acercó al carro. “Si, gracias.”

Photo by Brent Pace on Unsplash

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