La leyenda del sueño

María Pozå
Español en ruta
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4 min readJul 3, 2024

Reto 5: insomnio

Foto extraída de Google.

Desde hace tres años me paso más de la mitad de las noches de un mes en vela. Y hago lo que hacen casi todos los insomnes; dar vueltas en la cama, pensar una tontería detrás de otra, respirar, imaginar escenarios posibles de catástrofes y, rara vez, de ilusiones.

A veces, me desespero y me levanto de la cama, dibujo, escribo o escucho música, pero nunca como nada, porque siento que si abro esa puerta voy a tener dos problemas serios y, otras veces, simplemente estoy ahí esperando a que algo me saque del bucle y me mande directa a los brazos de Morfeo.

Lo que tampoco hago es salir a la calle, ni tan siquiera al jardín. Hay algo en la oscuridad de la noche que me retiene en los confines de las paredes de la casa. Sin embargo, una noche en la que me salían las ovejas por las orejas de tanto contarlas, me armé de valor y me reté a mí misma a abandonar la cárcel del insomnio y me aventuré afuera, en plena noche.

Serían las 4 de la mañana, la calle estaba iluminada por la farola, pero a pocos metros la playa se veía muy oscura… ahí que me fui. No había nada de luna y, por ser temporada baja, tampoco luces de restaurantes, el cielo negro, sin embargo, estaba preñado de estrellas. El espectáculo me cautivó de tal manera que olvidé mis miedos y, aunque sin adentrarme demasiado en la total oscuridad, me recosté sobre un tronco de palmera y me concentré en mirar esa bóveda de luces titilantes. Entonces las encontré, Las Pléyades, mi grupo de estrellas favoritas, las también llamadas siete hermanas o siete cabritillas.

Después de un rato de estar mirándolas, sentí que la playa se iluminaba demasiado. Me levanté, miré a mi alrededor y solo veía luz, miré hacía mis pies y sentí un abismo de oscuridad ahí abajo y entonces la escuché. Era la voz de mi madre que me llamaba suavemente. Al principio no podía verla, pero poco a poco fui adivinando su contorno. Temiendo que fuera todo un sueño me abalancé a abrazarla. Así estuvimos un buen rato. Cuando vi que no se esfumaba de entre mis brazos me separé y empezamos a hablar de cosas tontas, como las que hablábamos sentadas en su mesa camilla unos años atrás, creo recordar que hasta me regañó por algo. Estaba a punto de preguntarle por ese lugar tan brillante en el que estábamos cuando ella me dijo que fuéramos a dar una vuelta.

Me agarró de las manos y empezamos a girar y a reír, y me vi envuelta en un torbellino, un remolino de aire y polvo. Salimos lanzadas de ahí y nos precipitamos por una cascada, convertidas en motas de agua dulce y al caer a la poza helada la garganta, los ojos y todo el cuerpo se me inundó de frescor. Con la fuerza de un huracán llegamos a la cresta de una ola, donde la inconmensurable fuerza del mar nos llevó a lomos de esta hasta la orilla, a donde llegamos rodando, rebozándonos en arena. En ese punto vi a mi madre convertida en un ave majestuosa de color rojo, azul y amarillo y, cobijada en su ala, surcamos juntas las cimas de los cerros más hermosos que nunca había visto.

- Mamá, ¿es así como pasas los días? — Le pregunté entusiasmada

- No sé, para mi el tiempo ya es solo una leyenda. Ahora tienes que volver a tu casa, hija.

- Pero, esto es un sueño, ¿verdad?

Y sonriendo suavemente se desvaneció.

Escuché las voces de los pintas del pueblo que se acercaban hacía donde yo estaba, así que salí corriendo hacía mi casa. Al llegar agarré lápiz y cuaderno para escribir, pero debí quedarme dormida instantáneamente.

Por la mañana, en el sopor clásico del que no ha dormido casi, escuchaba a medias la voz suave de mi hija que me daba besitos y me preguntaba:

- ¿Otra vez no has dormido nada?….pero mami, ¿dónde has estado?… estás llena de arena y de polvo de estrellas.

Al oír esto me levanté de golpe y me palpé el cuerpo, que efectivamente parecía resplandecer levemente, como las estrellas que uno pega en el techo y al amanecer aún emiten una tenue luz. Me llevé la mano a la cabeza y descubrí mi pelo húmedo y hecho una auténtica maraña, de la que saqué una pluma de color rojo intenso.

- En Las Pléyades, amor, he estado en Las Pléyades con la más hermosa de las siete hermanas.

Tal vez todo fuera un sueño, el sueño de una noche de insomnio en cualquier caso.

Al hilo de esta historia les recomiendo leer el poema de García Lorca titulado La leyenda del tiempo o escuchar la versión que el gran Camarón de la Isla hizo sobre el mismo.

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María Pozå
Español en ruta

Mother, daughter, surfer and language teacher. I write in Spanish about life and stuff that is just important to be told for me, and maybe also for others.