Paul Barrette
Español en ruta
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3 min readJul 16, 2024

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¿Se necesitaría un equilibrio entre las emociones y la lógica, o no? (Imagen: Autor)

Dedico este comentario a las opiniones. Por “opinión”, quiero decir una valoración de algo, lo que sea, por alguien, quienquiera que sea, expresado oralmente o por escrito, que se apoya en datos concretos o no. Voy a suponer que solo proceden de un ser humano, nunca de otra forma de vida, y en ello, lo reconozco, puedo equivocarme rotundamente. Las opiniones son sumamente importantes porque, en su conjunto, rigen las sociedades y deciden nuestro futuro, inmediato y a medio y largo plazo. Cada una de las decisiones que se toman en este mundo está precedida por una opinión. Nada podría funcionar sin ellas.

Ahora que tenemos este concepto bien asentado, vamos a ver lo que conlleva desde un punto de vista individual. Distingo dos clases de opiniones. La primera abarca las que son necesarias porque regulan el día a día. Contestan preguntas como: ¿Qué voy a comer para el almuerzo? ¿A qué hora tengo que salir para llegar a tiempo a la cita? ¿Qué escuela convendría mejor a nuestra niña? ¿Cuáles serán las recomendaciones que voy a incluir en el informe sobre el estudio que acabamos de terminar? La respuesta a cada una de estas preguntas está basada en la experiencia del protagonista y de un cierto número de datos. A cada una corresponde una responsabilidad: la de no equivocarse, con consecuencias que varían, según el caso (desde anodinas hasta draconianas). Pero lo característico en esa clase es el papel importante que desempeñan los hechos en estas decisiones.

Luego, hay la otra clase. Son opiniones que no sirven a ningún propósito en concreto. Es decir, no llevan a una decisión o una acción. Sirven más bien para convencerse a sí mismo de que se sabe de qué se está hablando. La única consecuencia que trae consigo es una forma de seguridad y de autoestima. En muchos casos, tiene que ver con temas complejos, porque para comprenderlos, se necesitaría un montón de hechos que el protagonista no tiene (por lo cual, sin ese control, es mucho más fácil opinar). Ejemplos: El gasto de fondos públicos que, según su percepción, no tiene sentido; una derrota de su equipo por culpa del árbitro; nuevos trámites en el trabajo que no tienen su razón de ser, ... La gente se crea así una realidad ficticia, al menos en parte (pero no más, dada la complejidad del universo en el cual vivimos), a veces intentando convencer a los demás que su realidad es también la suya.

Todo ello, lo digo yo. Pero también es una percepción mía de una realidad, la cual, a lo mejor, no es lo real que parece. Sin embargo, me ayuda a distinguir lo que importa de lo que no. Si quiero conocer la realidad, sería mejor que me alejara de las opiniones, y que admitiera que no conozco los hechos que se necesitan para desenvolver la cuestión.

¿Por qué caeríamos en esa trampa, es decir, pretender saber algo que la lógica no apoya? ¿Sería que el ser humano es más emocional que inteligente? Puede ser. Si es así, cuantos conflictos entre parejas, amigos, colegas, y otros tantos podrían evitarse si nos diéramos cuenta de ello.

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Paul Barrette
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I am using Medium as an outlet for out-of-the-box thinking, in Spanish, a refreshing change from my usual writings (as a research scientist).