La lluvia de mis recuerdos

Lazarito
Español en ruta
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3 min readJun 25, 2024

Reto número 4.

la primera lluvia que yo recuerdo fue en un mes de Agosto de 1969, cuando yo tenía un poco más de cuatro años. Ese día se dio el hecho también de que yo viajara en un automóvil por vez primera, y por eso es que recuerdo aquella lluvia. Porque yo, un inocente chiquillo, estaba tan asombrado de ir dentro de aquel aparato y ni una gota de agua lograba entrar. ¡Una maravilla!
Luego, la otra lluvia en mi recuerdos fue cuando salía de mi escuela y justo en ese momento vi hacia el oriente de la ciudad y lo que vi fue un inmenso muro de nubes negras que venían devorando la ciudad de León por los barrios orientales. Yo siempre regresaba a casa caminando, pero esta vez desde que salí de la puerta de la escuela empecé a correr junto a otros chiquillos para ver si la torrencial lluvia y los estruendosos rayos no lograba darnos alcance. Y la lluvia fue más rápida que nosotros; nos dio alcance, y los altos aleros de la viejas casas del centro de la ciudad no sirvieron de nada; así que empezamos a empaparnos ahí en el portón del garaje de la casa donde nos refugiamos. Cinco o seis chiquillos de primaria hechos un puño ahí. Pero de repente, se abrió una puerta y una señora nos hizo señas para que entráramos. ¡La salvación!
Lluvia en vacaciones.
Ya un poco mayor, y a finales de un mes de Diciembre, durante las vacaciones escolares del año 74 , pasándomelo de lo mejor en la casa de mis abuelos maternos. Llegaron unas extrañas lluvias a los que los campesinos conocían como Las Cabañuelas.
Yo observaba por la ventana los chorros que caían de las tejas del alero y de repente me desprendí de la ropa y empecé a corretear entre aquellos chorros de agua bastante fresca. Mis abuelos no se percataron de esto hasta mucho rato después cuando me encontraron ahí desnudo y ya empezando a tiritar y castañetear los dientes. Me gané unos buenos coscorrones de mi abuela, que me llevó a sentarme frente al fogón envuelto en una frazada. Pasé una noche muy mala tosiendo y todo embadurnado del clásico Vaporub. Al día siguiente amanecí un tanto mareado viendo como el campo estaba con apenas rastros de esas sorpresivas lluvias en pleno verano. Mi abuela me llamó a la cocina y me sirvió un tazón de pinol caliente. ¡Una delicia!
La lluvia y lluvia… de balas
Un día nueve de un mes de Setiembre de 1978, justo a las seis de la tarde, unos cincuenta guerrilleros entraron furtivamente a la ciudad de León, Nicaragua, y atacaron los puntos fuertes que defendían los soldados del gobierno. Nadie, excepto lo guerrilleros y sus colaboradores, sabían del ataque. Así que la población fue sorprendida en plena calle, que quedaron vacías en contados minutos.
Yo estaba en la pulpería a tres cuadras de la casa,cuando todo comenzó. Pero no me vi sorprendido porque supuse que eran descargas de pirotecnia. Pero luego vi que algo malo pasaba porque la gente que me daba alcance cuando iba de regreso a casa me decían “¡Corre, niño!”
El servicio eléctrico de la ciudad fue cortado adrede, y la noche empezó a llenar de oscuridad las calles y las casas también porque nadie osaba encender ni una vela.
ingenuamente yo pensé que al llegar la oscuridad de la noche, los combates cesarían. No pararon, mas bien se iban extendiendo hasta los barrios periféricos.
Sabía que era épocas de lluvias y como buen católico que era, le rogué a la Virgen María que enviara la más fuerte tormenta para que detuviera aquella batalla. Y la lluvia vino ¡Milagro! pensé. Pero ni la lluvia detuvo aquello.
Tres días duró la batalla y los guerrilleros se retiraron. Eran cincuenta y se replegaron más de mil… ¡Los multiplicó la lluvia!

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