Un regreso torpe

Reto 4: nieve y frío en el norte

David Ve
Español en ruta
4 min readJun 14, 2024

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Photo by Simon Berger on Unsplash

El sol se ponía detrás de un horizonte helado. Dió una luz débil aunque Ray podía ver todavía los árboles en la orilla del lago. El sonido de sus esquís chisporroteaba sobre la nieve que ya parecía transformarse en hielo por la caída de temperatura. Charlotte corría adelante como si fuera persiguiendo un animalito — un ratoncito o un campañol — escondido en un montecillo de nieve. Ray tuvo ganas de llegar a su cabaña, al calor de la estufa de leña, en el centro de huéspedes.

El día antes Ray había viajado en su carro por la carretera Gunflint Trail hasta llegar al Lago Hungry Jack en el norte de Minnesota, en el borde de la reserva lejana que se llama el BWCA (boundary waters canoe area), justo en la frontera con Canadá. Es una zona boscosa con lagos esparcidos por todas partes, de tal manera que se puede navegar de un lago a otro en canoa, llevándola en hombros entre los dos. Bien, esto en verano pero ahora en enero todos los lagos están helados y cubiertos de la nieve nueva y polvorosa, condiciones ideales para el esquí nórdico. Ray llevaba los esquís sobre el techo del carro y en el asiento detrás tenía sus botas, calcetines, guantes, gorro, y suéter de lana. Había disfrutado del viaje por el Gunflint Trail, bien limpiado del hielo por un camión quitanieves, y como siempre admiraba la grandeza de los pinos y el misterioso silencio del bosque congelado. Esperaba descansar y cenar bien en el comedor del complejo de cabañas, charlar con los hosteleros, y dormir durante la calma profunda de una noche en el norte. Mañana iba a ponerse los esquís para correr más al norte, un recorrido por donde su instinto y su mapa lo guiara.

Por la mañana hacía mucho frío y a Ray le gustó el olor del humo que escapó al aire libre, un producto estimulante de las estufas y la chimenea central. No tuvo prisa en salir, mejor sería esperar que el sol se levantara en el cielo para hacer desaparecer las sombras y animar su espíritu con luz y la promesa de un ambiente menos frío. Llenó su mochila con galletas, una mezcla ensacada de frutos secos, una botella de agua, y un mapa del terreno y los lagos que pensaba visitar. Después de desayunar, agarró sus bastones, se puso los pies en las fijaciones de los esquís, y bajó de su cabaña al Lago Hungry Jack. Detrás de él vino corriendo y brincando la perra del jefe de la propiedad, Charlotte, que se veía lista para jugar, cazar, y explorar. Ray fue esquiando por el lago hacia la orilla opuesta, y aunque pensó que Charlotte iba a quedarse en casa, no, el perro estuvo animado de seguir al excursionista en su recorrido. Ray encontró un pasillo al norte — al Lago Bearskin — y Charlotte le siguió. Los dos entraron en un paisaje blanquíssimo bordeado por los verdes y marrones de los árboles en la orilla. El sol ya había subido alto e hizo brillar todo el ambiente. No hacía viento y Ray saboreó el aire limpio y frío. ¡Qué bonito día! Después de esquiar por una hora Ray se paró para descansar y consultar el mapa. Averiguó que dos lagos quedaban cerca y al norte — Duncan y Daniels — entonces decidió rápido buscar cómo atravesar por el bosque hasta ellos. Charlotte se quedó cerca, husmeando y cazando entre la maleza helada.

El Lago Duncan era más pequeño, rodeado por un bosque tupido, y Ray vió huellas de un ciervo y… ¿quién sabe? …un lobo que lo cazaba. Más al norte llegaron por un pasillo al Lago Rose. Correspondía con el mapa: largo y extendido del oeste al este. “Aquí estoy en la frontera con Canadá,” se decía Ray. Charlotte andaba atentamente y le hizo a Ray creer que conocía este sitio. Hacía más frío ahora que faltaba bosque para proteger contra el viento del noroeste. Ray se regocijó que se había puesto un suéter grueso y ropa interior térmica para abrigarse contra el frío. Esquió sobre una parte del lago donde se podía oir el flujo de una corriente debajo de la capa del hielo, un sonido tanto alegre como preocupante, pues Ray temía una fractura en la superficie del lago. No quería meter ni un pie ni otras extremidades en el agua, podría ser fatal. “Ya volvemos, venga,” dijo en voz alta a Charlotte.

El regreso al refugio de cabañas fue más rápido que la ruta norteña, por donde habían llegado. Ray estuvo feliz que Charlotte se quedó con él porque la perra seguramente podría haber corrido adelante y podría haber dejado a Ray abandonado detrás. Charlotte era tan aventurero como él. La luz disminuía y el brillo de la nieve desapareció. Ray imaginó que veía movimiento de un animal — no lo pudo averiguar bien — en el bosque. A veces encontró pasillos por el bosque y así podía escapar los espacios abiertos y menos protegidos del viento sobre el lago. Se animó al entrar en el Lago Hungry Jack de nuevo, y reconoció la ruta que había tomado horas antes. Pero la luz había cambiado y además el refugio de cabañas estaba escondido detrás de los árboles en la orilla. Ray siguió el lago cerca de la orilla, Charlotte persiguió de cerca, pero Ray no vió la meta. De repente Charlotte desvió, subió por la nieve de la orilla, y desapareció entre los árboles. “Yo he encabezado el recorrido con una buena perra,” se dijo Ray, “y ahora es ella quién me ayuda a no perderme en esta frontera helada y quién me guía a casa. ¡Prende fuego a la estufa!” Habían regresado.

Escritura creativa. Retos.

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David Ve
Español en ruta

Retired software analyst and programmer, now trying to stay active with outdoor sports, travel, and love of language learning.