Una luz que tiembla
Reto 3: un pulpo, un edificio y la luna
Era la primera vez que viajaba sola. Y la primera también que lo hacía en una casa sobre ruedas. Aquella furgoneta le había llamado la atención al ver sobre su carrocería una llamativa pegatina de un pulpo con gafas de sol. Aquello era premonitorio. Iría hacia la costa. Dónde más brillara el cielo.
Con apenas más planes que la búsqueda de los rayos de luz más deslumbrantes, había empaquetado cuatro trapos en la primera mochila que había encontrado por casa junto con algunos bártulos, casi elegidos al azar, en el neceser. Había dispuesto la pequeña nevera con provisiones quién podía saber para cuantos días. Ya que era indeterminada la duración de aquel viaje, no sabía muy bien que más llevar consigo. Así que no pensó mucho más en ese detalle.
La furgoneta esperaba a los pies del edificio que un día ardió hasta las entrañas y cuyas obras para devolverle a la vida nunca llegaron a culminar. La sola visión de aquel edificio frente a su ventana la hacía enfermar.
Una vez ya sentada en el asiento frente al volante, se agarró a éste para respirar profundo. Estaba cagada de miedo. Pero su instinto, como una mano que te agarra y te sube a la superficie para salvarte del fango, la envolvía e impregnaba de valentía, toda la que necesitaba para emprender aquella aventura.
Todo está bien, pensó. O, más bien, decretó.
Ajustó el asiento, ajustó los espejos. Comprobó que su inseparable cuaderno viajaba de copiloto. Encendió la radio y eligió una canción de Los Espíritus.
El sonido del furgón arrancando le hizo entender lo fuerte y real que iba a ser el viaje que estaba a punto de emprender.
Y con la Luna Llena, redonda y generosa, como un faro en el cielo, se alejó firme y decidida de aquel edificio muerto y en plena descomposición.
La canción que suena al comienzo de este viaje se llama Luna Llena del grupo argentino Los Espíritus. Recomiendo su escucha junto con la lectura de este relato. Descubrir a este grupo fue para mí un regalo que quiero compartir.
