El viento vespertino I

Cuento corto

César Ricárdez
2 min readMar 25, 2016
Wind by Pitiejkey Photography

Hubo un tiempo en el que el horror podía esconderse en vastos océanos de bosques, en intrincadas selvas húmedas y en lo alto de montañas que albergaban cavernas oscuras e insondables.

Todavía hasta hace pocas décadas muchos lugares de la Tierra podían permanecer ocultos a la implacable curiosidad humana. Pero esas épocas van quedando solo como material de leyenda, como historias que se cuentan en la noche frente a una fogata para asustar a niños y adolescentes despreocupados.

No. El horror y las cosas terribles que guarda el mundo desde sus orígenes yacen ocultos en las sombras que se forman debajo de nuestras casas. Reptan entre las rendijas de las coladeras y peor aún, caminan entre nosotros, aguardando el momento de revelarse como nuestros pastores.

Aquellas cosas que no deben ser nombradas o escritas, aquellos misterios que nosotros aún no comprendemos siguen aquí, habitan y respiran el mismo espacio que ocupamos, pero en silencio. Ignorantes todos, vivimos nuestras efímeras vidas sin conocer el terror de lo que estuvo antes que nosotros. Creemos como niños que todo tiene una explicación y que las cosas que no entendemos pueden aún ser descifradas con suficiente estudio y ciencia, incluso fé.

Pero qué son la ciencia y la fé humana cuando se les compara con el vasto abismo del tiempo. El hombre y su mente no son más que una suave gota dentro de una eterna tormenta. Nuestros sentidos son instrumentos atróficos que solo pueden engendrar más alejamiento de la realidad. No somos más que una isla de sensaciones dentro de un continente que bulle de vida.

Antes más que ahora, hombres deseosos de saciar su curiosidad se atrevieron a adentrarse más allá de la península que habitaban y se encontraron con un velo que no debe ser jamás corrido. Para mi locura, he seguido sus pasos y ahora la vida daría por olvidar todo lo que he visto, todo lo que he escuchado, olfateado, sentido y comprendido…

Estas son quizás las últimas notas que puedo escribir en mis momentos de cordura, no me tocará a mi publicarlas sino a alguien que crea ver en ellas algún valor poético o artístico, ruego por que no sea por la misma razón que yo las dejo. Los horrores que me persiguen me han cortado de casi cualquier contacto humano. El sol, el viento y el aire vespertino es mi enemigo. No confío en ninguna cosa material porque he comprendido que los que caminan entre nosotros también viven dentro de nosotros…

El viento está golpeándose contra las esquinas de mi apartamento, no desde afuera sino desde dentro y bufa con fuerza…

¡Ese maldito chirrido, ese horrible sonido de flauta!

Están aquí de nuevo… detrás de mi puerta… ¿Escuchas?

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César Ricárdez

Sometimes I write code, sometimes I write stories, I always broke something.