Cómo saber si vale la pena vivir donde vives

¿Sabes el precio que pagas por vivir donde vives? Las anécdotas cotidianas son en realidad las que dan a cada lugar su personalidad.

María Ripoll Cera
4 min readJan 10, 2017

LL a* primera vez que fui al flamante teatro de ese pueblo, lo hice acompañada de un amigo de la big city, así que acudimos como outsiders. La segunda vez me senté en primera fila, sola, atraída por una joven representación de Romeo y Julieta.

Nadie a mi lado esperaba conversando con su acompañante o repasando el móvil a que empezara la función. Todos miraban hacia atrás, buscando sentirse parte de esa sociedad local que allí se reunía. Me enteré, por la conversación de una pareja que vino a saludar a mi vecino de fila, de que en la Rambla han abierto un bar nuevo. Yo no formaba parte, y no tenía muy claro que me gustara algún día conseguirlo.

Por culpa del médico

Empezó la obra. Fascinante puesta en escena. Ese día había tenido que hacerme una ecografía abdominal, pues el traslado a ese pueblo me provocó una infección de orina por agotamiento. Había bebido mucha agua: 2 litros. A los 15 minutos no podía soportar la presión en mi vejiga.

Cambié de postura 7 veces. Me desabroché el pantalón. Me removí en el asiento. Pero vi claro que tendría que levantarme y perder la función.

Mi pantalón traicionó mi deseo de ser discreta en ese momento en que todo el mundo se gira, molesto, cayéndose a medio camino: tuve que detenerme a agarrarlo con una mano y acabar de dar los pasos que me sacarían de ese bochorno.

Ya en el vestíbulo, con el pantalón a medio agarrar de forma oculta bajo la chaqueta, pregunté al que allí se encontraba por el lavabo, al que bajé saltando los escalones de tres en tres. Qué liberación.

Regresé a la entrada del teatro, resignada a perderme la obra, cuando el hombre que me había atendido me dijo «no te vayas, sígueme». Y me llevó a lo alto, al piso 3, junto al encargado de la iluminación. Desde tan privilegiada localidad disfruté de una de las bondades de vivir en un pueblo: la humanidad.

La ovación del público fue tibia. Según mi criterio, había sido una obra de excelente calidad. Me pareció que los espectadores fueron a verla más porque formaba parte de un bono de 4 estrenos por temporada, que por el placer de disfrutar de ese gran drama de amor. Intuí que la vida cultural que me esperaba iba a ser más gracias a la voluntad municipal que al interés personal de los habitantes de esa localidad que es ahora mi hábitat, por voluntad propia.

Cultura a dos euros

Representación de ‘100 Femmes’ en Barcelona, 2013

Mi sospecha iba a verse confirmada cuando fui, a las pocas semanas, también con mi amigo outsider a ver una película por dos euros. Se proyectaba en uno de los círculos culturales que tanto han enriquecido la vida cotidiana popular en el siglo XX. En un viejo teatrillo subvencionado en el que también canta el coro, se escenifican obras de teatro amateur y se representa Els pastorets en Navidad. A Albert y a mí nos regalaron una bolsa de frutos secos por ser los únicos que pagamos. Y probablemente por contribuir a bajar a 79 años la media de edad de los asistentes. Todos nos reímos con la película como niños.

Tiene que costar 2 euros porque la mayoría de espectadores no entiende la película. Fue lo mejor de la velada: escuchar sus preguntas sobre la historia recién vista. Es entonces cuando te haces consciente de que el cine es para todas las edades. Qué gran idea esta sala que escoge para su público películas cómicas y fáciles, que les hacen felices.

Más tarde descubrimos que por la compra en algunos establecimientos de la localidad, te regalan dos entradas para ese cine. Nos tomamos nuestro pago ignorante como uno de los peajes de entrada de la ciudad al pueblo.

Conversemos sobre el lugar donde vivimos

Me he mudado de la gran Barcelona a Badalona, una población marítima de su área metropolitana. Las vivencias y reflexiones que provoca este cambio empiezan a partir de aquí a convertirse en capítulos de una nueva serie en Medium: «Peaje urbano».

Si lees la continuación de esta historia, te enterarás de por qué fui castigada en este pueblo por culpa de The Cure…

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* «L» de 1937 del museovirtual.info

¡Y qué de cerca se ven a los Reyes Magos en Badalona!

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