De los procesos heurísticos y el pensamiento absurdo.
Quizá debería haberlo titulado “Otro artículo sobre el sesgo cognitivo”.
Cuando debemos tomar una decisión y no disponemos de suficientes datos o de un algoritmo comprobado, los procesos heurísticos son una herramienta formidable.
Se trata de echar mano de la experiencia, de la imaginación, del uso de analogías o cualquier otro tipo de estrategia, con el fin de organizar la información disponible, estudiar las posibles soluciones, valorar sus consecuencias y tomar la mejor decisión posible. Dicho de otro modo, es una sistemática que nos permite gestionar situaciones de alta incertidumbre.
Un buen ejemplo de dichos procesos es el Análisis Modal de Fallos más conocido como AMFE, un viejo conocido en la industria desde que fue introducido por Ford en los años 70. En esencia, se trata de reunir un panel de expertos y analizar un producto, un proceso de fabricación o un servicio y predecir que problemas pueden surgir, asignar una probablilidad de ocurrencia y gravedad a cada suceso y actuar en consecuencia, anticipándose. En él se basan, con mayor o menor fortuna, la mayoría de los algoritmos de análisis de riesgos utilizados en seguridad.
Pero el objetivo de este artículo no es el estudio de estas herramientas, el objetivo, es reflexionar sobre las decisiones absurdas que tomamos cuando nos la jugamos heurísticamente, es decir, cuando prescindiendo de un proceso formal adoptamos una idea como buena. Cuando la autorizamos solo porque suena lógica, porque coincide con nuestra opinión, o porque nos conviene. La ideología tiene mucho que ver en la creación de estos agujeros en nuestra mente y ese es el motivo por el que los políticos, fomentan las posiciones ideológicas, y dominan los fundamentos de estos procesos que estimulan contínuamente para evitar lo que más les aterroriza: una población bien formada con capacidad para recordar y pensar de forma autónoma.
Antes de las redes sociales, el pensamiento absurdo se transmitia boca a boca mediante frases que parecían dotadas de una aparente lógica. Un ejemplo: “Donde ha caído un rayo, no vuelve a caer otro.” A poco que razonemos, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que es falsa y que la probabilidad de caída de rayo es mucho más alta allí donde ya se ha producido el fenómeno. Sin embargo, la idea sobrevive y todo trabajo sobre el tema debe citarla y advertir razonadamente sobre su falsedad.
La psicología moderna justifica la toma inmediata de decisiones sin razonamiento previo en la necesidad de supervivencia. Un ejemplo claro: “Cuando se detectaba movimiento en la maleza, tenía más posibilidades de sobrevivir el que salía corriendo que el que se paraba a pensar”. Es lo que llaman atajos heurísticos.
Nunca hemos tenido más información a nuestro alcance. Podemos consultar fuentes de garantía en segundos y sin embargo hay una tendencia a aceptar y repetir ideas sin mayor esfuerzo lo que parece un claro caso de pereza intelectual.
Otro ejemplo: Si en una reunión de más de tres personas se trata el tema de los perros potencialmente peligrosos es seguro que alguno de los presentes dirá algo parecido a: “Los perros no son los peligrosos, son sus propietarios”. Con esta simple frase queda perfectamente justificado desatender todas las juiciosas recomendaciones sobre el manejo de estos animales.
Las redes sociales potencian la difusión del pensamiento absurdo, la frase acostumbra a acompañarse de alguna imagen que añade todavía más verosimilitud y en algunos casos se desarrolla argumentalmente creando sectas del pensamiento errado. Las consecuencias pueden ser muy graves. Seguro que más de uno se habrá topado con la verdad, tiritando bajo la lluvia con el único abrigo de una manta isotérmica.
Un buen ejemplo de los casos graves es el movimiento contra la vacunación, extremo exacerbado de una opinión muy difundida, sobre la poca bondad de los medicamentos, de la medicina científica, de la alimentación moderna y en general de eso que se llama “la química”. A la mínima te espetan que la vida hace doscientos años era mucho más sana. El hecho de que desde entonces, nuestra esperanza de vida se ha multiplicado casi por tres, no hace mella en el concepto. Lo de antes era mejor sin ninguna duda. Incluso, después de ver este interesante vídeo de Hans Rosling.
En el mundo de la seguridad se sufre mucho con lo que he venido a denominar coloquialmente pensamiento absurdo. Nuestro trabajo se desarrolla siempre en entornos de gran incerdumbre y hacemos del sentido común nuestra mejor herramienta, casi todo lo que hacemos se basa en procesos herurísticos formales y a veces es realmente difícil hacerlo en ambientes donde predomina el pensamiento absurdo. Dado nuestro oficio, las consecuencias acostumbran a ser graves y eso acrecenta, más si cabe, nuestra desazón.
He ilustrado este artículo con una foto de Albert Einsten, él fue el que bautizó los procesos heurísticos con el título de su trabajo sobre la fotoelectricidad. Me gusta esa foto. Tenía dudas entre él y Henry D. Thoreau. Al final he decidido comenzar con Albert y terminar con una cita de Henry.
The price of anything is the amount of life you exchange for it.
Esta frase debería presidir nuestro pensamiento, especialmente cuando tomamos decisiones acerca de la salud y seguridad de los trabajadores a nuestro cargo.
Para terminar me permito dos sugerencias: Si debes enfrentarte a un pensamiento absurdo no argumentes en su contra, como seguramente ya sabrás, no funciona. Échale un ojo a este artículo de Antonio Martínez. No es rápido pero funciona. Y si quieres profundizar en los efectos del sesgo cognitivo en la gestión empresarial, te recomiendo este otro artículo de Daniel Casas.
Jesús Belenguer dirige el equipo que diseñó e implanta el Protocolo Mercurio que es el sistema de gestión de la seguridad personal de trabajadores desplazados a países lejanos más implementado en las empresas españolas. Comparte sus ideas en Medium desde abril de 2015.
