El código del que todavía me avergüenzo

Natán Calzolari
5 min readNov 27, 2016

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Si te ganas la vida escribiendo código, es posible que en algún punto de tu carrera alguien te pida que hagas algo un poquito engañoso, si no totalmente antiético.

Esto me sucedió en el año 2000. Y es algo que nunca podré olvidar.

Escribí mi primera línea de código a los 6 años de edad; sin embargo, no soy un prodigio. Recibí mucha ayuda de mi papá en ese momento. Pero quedé enganchado. Me encantó.

A mis 15 años, estaba trabajando a media jornada en la empresa de consultoría de mi papá. Creaba sitios web y programaba pequeños componentes para aplicaciones de negocios durante los fines de semana y en verano.

Estaba terriblemente mal pagado. Pero, como a mi papá todavía le gusta señalar, tenía alojamiento y comida gratuita, además de obtener algo de experiencia laboral muy valiosa.

Más tarde, me las arreglé para financiar parte de mi educación a través de algunos trabajos independientes. Construí algunos de los primeros sitios de comercio electrónico para algunos negocios pequeños de la ciudad.

A los 21 años, me las arreglé para conseguir un trabajo de programador a tiempo completo para una firma de marketing interactivo en Toronto, Canadá.

La firma había sido fundada por un médico y muchos de sus clientes eran grandes empresas farmacéuticas.

En Canadá, hay límites estrictos respecto al modo en que las empresas farmacéuticas pueden publicitar medicamentos que requieren receta directamente a los consumidores.

Como resultado, estas compañías creaban sitios web que presentaban información general sobre cualquier síntoma que sus medicamentos debían abordar. Luego, si un visitante podía demostrar que tenía una receta, se le daba acceso a un portal para pacientes con información más específica sobre la droga.

La página principal de edfactscanada.com, alrededor de 2001. Vía The Internet Archive

Uno de los proyectos que me fue asignado tenía que ver con un medicamento que estaba dirigido a mujeres. Los gráficos y el estilo general del sitio web dejaban en claro que el cliente quería apuntar específicamente a las adolescentes.

Una de las características de este sitio web era una encuesta que le hacía una serie de preguntas a las chicas y les recomendaba un tipo de fármaco en base a sus respuestas.

Recuerda, este sitio web se presentaba como un sitio de información general. No era una clara publicidad sobre ningún medicamento en particular.

Cuando recibí los requerimientos, contenían las preguntas para la encuesta junto a las posibles respuestas para cada una.

Lo que faltaba en los requerimientos eran las indicaciones sobre qué tenía que hacer con las respuestas al final de la encuesta. ¿Qué reglas determinaban qué tratamiento se debía recomendar?

Hablé con la gerente de cuentas sobre esto. Ella le envió un email al cliente y consiguió los requerimientos. Con ellos, procedí a programar la encuesta.

Antes de enviar el sitio web al cliente, mi director de proyecto decidió darle una prueba rápida. Después de probarlo, vino a mi escritorio:

«La encuesta no funciona», me dijo.

«Oh. ¿Qué problema tiene?» pregunté.

«Bueno, pareciera que sin importar las respuestas, la encuesta siempre recomienda el medicamento del cliente como el mejor tratamiento. La única excepción es si indico que soy alérgico, o que ya la estoy tomando».

«Sí. Eso es lo que los requerimientos dicen que debe hacer. Todo lleva al medicamento del cliente».

«Ah. Bien. Perfecto».

Y se fue.

Quisiera poder decir que cuando vi los requerimientos por primera vez me molestaron. Quisiera poder decir que se sintió mal programar algo que básicamente estaba diseñado para engañar a chicas jóvenes. Pero la verdad es que no lo pensé demasiado en el momento. Tenía un trabajo que hacer, y lo hice.

Nada de lo que estábamos haciendo era ilegal. Como el programador más joven de mi equipo, estaba haciendo buen dinero para mi edad. Y después de todo, comprendí que el verdadero propósito del sitio web era promocionar un medicamento. Así que, atribuí esta táctica al marketing.

El cliente estaba muy satisfecho con el sitio web. Tal es así que su representante nos invitó a mí y a todo el equipo a una lujosa cena.

El día de la cena, poco antes de salir de la oficina, un colega me envió por correo electrónico un enlace a una noticia online. Se trataba de una chica joven que había consumido la droga para la cual yo había construido el sitio web.

La chica se había suicidado.

Resultó ser que entre los principales efectos secundarios de esta droga se encontraban depresión severa y pensamientos suicidas.

El colega que me envió el correo electrónico no se presentó a la cena.

Yo fui igualmente. Fue difícil e incómodo. Nunca mencioné la noticia. Sólo comí mi plato en silencio y traté de forzar una sonrisa cuando pude.

Al día siguiente llamé a mi hermana. Ella tenía 19 años en ese momento. Habíamos descubierto mientras trabajaba en el proyecto que le habían recetado precisamente el medicamento para el cual yo había construido un sitio web.

La primera vez que hablamos de esto, pensamos que todo era una simple coincidencia. Ahora, el tono de nuestra conversación era muy diferente. Le aconsejé que dejara el medicamento tan pronto como pueda. Afortunadamente, me hizo caso.

Tengo un millón y una maneras de racionalizar mi parte en los suicidios posteriores y casos de depresión severa. Incluso hoy en día, existen litigios en curso con expacientes.

Es fácil argumentar que no tuve nada que ver con ello. Aun así, nunca me sentí bien con haber escrito ese código.

No mucho después de aquella cena, renuncié.

Como desarrolladores, a menudo somos una de las últimas líneas de defensa contra prácticas potencialmente peligrosas y poco éticas.

Nos estamos acercando a un tiempo en el que el software conducirá el vehículo que lleva tu familia hacia la práctica de fútbol. Ya hay programas de inteligencia artificial que ayudan a los doctores a diagnosticar una enfermedad. No es difícil imaginar que pronto también recetarán medicamentos.

Mientras cada vez más software se haga cargo de cada aspecto cotidiano de nuestras vidas, más importante será que tomemos una posición y aseguremos que nuestras éticas estén siempre presentes en nuestro código.

Desde ese día, siempre intento pensar dos veces sobre los efectos de mi código antes de escribirlo. Espero que tu también lo hagas.

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