La ironía de la vida misma

Todo se va… Tienes sed de ver a aquella persona de aquel atardecer, aún estás plasmado en el tiempo de la primera noche en que la viste, aún sientes sus labios rozando tu mejilla, pero todo se va. Es triste pensar que esa persona ya no estará ahí, ya no la verás todas las mañanas al despertar, ya no encontrarás ese maravilloso desayuno en el comedor.

Tratas de entender cómo pasó, tratas de analizar la situación una y otra vez, ya nada es lo mismo. No preparas café por las mañanas; todo es rutinario ahora. Te dan grandes jaquecas en el trabajo; tal vez por las noches que pasaste en lágrimas, lloras cada vez que te acuerdas de las bellas vibraciones de su voz, pero ahora solo queda el recuerdo.

Tratas de calmarte, tus amigos tratan de apoyarte en aquella pérdida, pero ya no es lo mismo, miras el juego de béisbol con tristeza, ríes sin ánimo alguno; tal vez solo por compromiso.

Amabas tanto a aquella persona que dividiste tu corazón para compartirlo con ella y darías cualquier cosa por tenerla un minuto más a tu lado.

Lloras, lloras y lloras, pero nada dura toda la vida, llegará un día en el que solo quede el dulce recuerdo de esa persona, llegará ese día donde olvidarás como sonaba su voz, olvidarás lo mucho que la amabas y volverás a reír como antes, volverás a salir a divertirte ¿Sabes por qué? Porque todo en esta vida pasa. No existe herida que no pueda sanar y no hay tormenta que dure para siempre.