Libros por encima del propio nivel

Otro texto ineludible para mí, a propósito de qué libros son adecuados «para niños», está en una carta de 1959 de Tolkien en la que dice que la gran reverencia que se debe a los niños nos debería llevar a evitar los fatigados y endebles clichés del mundo adulto. El texto, adaptado y resumido a mi gusto a partir de la traducción que figura en el libro que contiene su epistolario, dice así:

¿De qué Niños hablamos? ¿De qué edad entre la cuna y el fin legal de la infancia? ¿De qué nivel de inteligencia? ¿De qué percepción y talento literarios?, pues puede que algunos niños inteligentes no los tengan. En cuanto llegan a la edad en la que son posibles destinatarios de cualquier cosa que pueda llamarse literatura, los gustos y los talentos de los niños son tan diferentes como los de los adultos. Sería inútil ofrecer a muchos niños de catorce o aún de doce años la basura que resulta bastante buena para muchos adultos respetables que duplican y triplican esa edad pero cuyas dotes naturales son menores.

Como la vida está por encima del nivel de todos nosotros (salvo de una muy pequeña minoría, tal vez), todos necesitamos una literatura por encima de nuestro nivel, aunque no tengamos energía para ella todo el tiempo. Pero la energía de los jóvenes es habitualmente mayor y por eso ellos necesitan menos que los adultos los libros que descienden a su (supuesto) nivel. Por tanto, no hay que descender al nivel de los Niños ni de nadie. Ni siquiera en el lenguaje.

Una palabra honesta es una palabra honesta, y uno sólo puede «hacer amistad» con ella si la encuentra en el contexto adecuado. Un buen vocabulario, y una mayor comprensión de las cosas, no se adquieren leyendo libros escritos de acuerdo con el criterio que alguien tenga de qué vocabulario y qué comprensión de la vida son los propios de un determinado grupo de edad. Se adquiere leyendo libros situados por encima del propio nivel.