Loquillo me debe una

Diego Buendia
3 min readApr 22, 2015

De cómo Loquillo y los Trogloditas pudo haber sido Loquillo y la Colmena. O bien no haber sido nada en absoluto.

Hace unos días escribí un artículo aquí, donde explicaba mi experiencia en una gira de Supertramp en 1986, y donde me atribuía indirectamente el mérito de Boig per tu, un éxito del pop catalán, basándome en el hecho de que pude haber acabado con la vida de Pep Sala, y la mía propia, estrellando nuestro coche una noche de nieve en una remota carretera de Soria.

Reflexionando sobre ese curioso aspecto de la creación artística, que reporta a individuos aparentemente ajenos a la misma una determinada responsabilidad (positiva o negativa) sobre su existencia, me vino a la memoria otra anécdota, aún más remota, que me ocurrió al respecto con Loquillo, entonces — como todos nosotros — un principiante en el mundo de la música.

En aquel lejano 1977 yo formaba parte de un grupo de rock en L’Hospitalet, que se llamaba Colmena. Era una época estimulante, había muerto Franco, nuestro dictador de toda la vida, y parecía que un mundo nuevo iba a crearse por fin sobre las cenizas del viejo. Nuestro grupo empezaba a ser conocido y se multiplicaban nuestras actuaciones en distintos locales y festivales de Barcelona. Hacíamos un rock de barrio obrero, pero también rock sinfónico. Teníamos unos poquitos fans incondicionales.

Un día apareció por el local un muchacho alto y extravagante, vestido de cuero de arriba abajo, y con un tupé triangular que realmente le daba un aire a Woody Woodpecker, el Pájaro Loco de los dibujos animados. Se presentó como Loquillo, y se sentó a escuchar nuestro ensayo (en aquel tiempo nuestros ensayos distaban mucho de ser una cosa privada). Tras el ensayo nos explicó la razón de su visita: Tenía algo que proponernos.

Y la propuesta consistía en ser su grupo de acompañamiento. No tuvimos que deliberar mucho para decirle que no. El factor estético nos pudo: hicimos ni más ni menos que lo que hacían nuestras madres cuando veían a nuestros amigos con las pintas más raras. Posiblemente también influyó el que tuviéramos alergia a la jerarquía implícita que supone ser un grupo de acompañamiento. No conocíamos nada de Loquillo y no teníamos idea de a qué se quería dedicar. Pero ahora, visto con la perspectiva que dan las décadas y el paso de los siglos, creo que en el fondo éramos más conservadores de lo que podíamos reconocer.

Loquillo no se desanimó por nuestra negativa. Poco después encontró por fin su banda de acompañamiento, Los Trogloditas, donde militaba Sabino Méndez, guitarrista y compositor responsable de buena parte de todos los éxitos posteriores de Loquillo. Esa venturosa unión duró una década, pero al terminar había dejado establecida la carrera profesional de Loquillo, que todavía pertenece a esa élite de los artistas que han llegado a lo más alto en lo suyo.

Así que ya sabes, Loquillo, me debes una. Yo no hubiera compuesto para ti ni Quiero un camión ni el Cadillac solitario. Y, como decía en mi artículo de Supertramp, refiriéndome a Pep Sala, debería ser obligado dar el crédito debido no sólo a los que te aportaron algo en tu proceso de crecimiento profesional, sino también a los que apartándose del mismo ayudaron a que ese proceso siguiera su curso.

--

--

Diego Buendia

Saliendo de la nada fui niño, músico, ingeniero, programador, padre, desarrollador SQL, prejubilado y vuelvo poco a poco a la nada.