Menores y redes sociales

Miguel Ángel Gallardo
5 min readSep 2, 2015

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Supongo que muchos de vosotros ya lo habéis visto, me refiero al video que grabó el youtuber Coby Persin, de 21 años, en el que se hace pasar por un chico de 15 para advertir a los padres de tres menores del peligro de las redes sociales. El video sobrecoge, se ve claramente la facilidad con que puede engañarse a una menor a través de Redes Sociales. El experimento se realizó con niñas menores de 14 años, y la verdad sea dicha, me estremecí cuando en el vídeo se ve cómo una niña se mete en la furgoneta de un completo desconocido, en la que podría haber varias personas esperándola y en la que, por suerte, estaban sus padres esperando como cómplices del engaño.

¿En qué piensan los menores? ¿Qué pasa por su cabeza? ¿Qué les lleva a cometer estas locuras? No sé si lo habéis pensado, el tema no es para pasarlo por alto, todos hemos sido menores, aunque también es cierto que las herramientas de comunicación que disponen los jóvenes ahora no son las mismas, ni de lejos, a las que teníamos nosotros antes. Si te paseas por una plaza cualquiera verás que está llena de niños y jóvenes que tienen un teléfono móvil con conexión a Internet independientemente de su edad, sea con tarifa de datos o buscando una red wifi cada vez que pueden. La conclusión a la que llego tras ver el video y pensar sobre el tema un buen rato es que que los menores llegan a eso por una simple razón: la búsqueda de “su yo”, de su sitio en la sociedad, de su aceptación por parte de terceras personas. Y qué mejor caldo de cultivo que una red social, donde el anonimato nos permite mostrarnos tal y como somos.

Muchas veces, también nos puede pasar a los adultos, pensamos que cuando nos conectamos a las redes sociales nos transformamos en otras personas, nos ponemos una careta digital, nos escudamos tras la pantalla y nos desinhibimos. Pero la verdad no es esa, realmente cuando nos conectamos a Internet es cuando somos realmente nosotros mismos. Y más a esa edad tan temprana, en la que la conjunción de la inocencia y la necesidad de “pertenencia” a un grupo, de llamar la atención, de ser alguien, de curiosear, de descubrir la sexualidad, de formar la autoestima a fin de cuentas, hace tan vulnerables a los menores.

Las redes sociales ofrecen un escudo perfecto para los adolescentes contra el rechazo de los demás; ya sea por el aspecto físico tan importante a esa edad, o como por los propios gustos, siempre encontrarás un grupo, un foro, un sitio, en el que poder ser uno más. Además tampoco podemos olvidar que es el lugar perfecto para esconder las vulnerabilidades personales, los complejos, lo que no gusta de nosotros mismos. Si tomamos un poco de conciencia, tan solo tenemos que ver como podemos caminar por la calle con los auriculares puestos, ajenos a los demás, en los transportes públicos intentamos sentarnos en la medida de lo posible alejado de los demás, guardando las distancias. No nos comunicamos con nuestros semejantes, a veces si en los cruces de portal o de ascensor, evitando muchas veces incluso mirar directamente a los ojos de quien tenemos enfrente, esos auténticos desconocidos, por miedo a que averigüe lo que se esconde tras de nuestra mirada. Pero, y este es el punto, no tenemos ningún reparo en decir quiénes somos, ni lo que nos gusta, ni lo que hacemos, ni donde estamos en las redes sociales. Es más, no tenemos reparo alguno en mostrar fotos en Facebook, Instagram, o cualquier otra red social de cualquier forma desenfadada.

¿Y todo esto por qué sucede? Quizá porque lo que no nos atrevemos a mostrar en público, quizás por el miedo al rechazo o incluso a la burla, lo mostramos a través de Internet, seguros y parapetados tras la pantalla del ordenador o del móvil. Además, y esto es muy importante, ya sabemos cómo es, o cómo aparenta ser, la persona que se encuentra al otro lado de la línea. Conocemos su hipotética cara, sus posibles gustos; lo sabemos todo o eso creemos sobre esa persona. Esto nos permite hacernos una idea previa de aquel con quien estamos intimando. Y así podemos abrirnos libremente a ellos, porque aparentemente son afines a nosotros, saben escucharnos, nos entienden, viven lo mismo, tienen nuestras mismas inquietudes y preocupaciones, etc. Son, en definitiva, lo que estamos buscando. Además, si algo falla, no pasa nada, lo borramos de nuestro círculo de ciberamistades y listo, no hay mayor problema, ya encontraremos otra persona. No quedan secuelas, no hay que verles después por la calle, ni compartir espacios comunes con el resto de nuestros amigos, es todo muy aséptico. Y eso no se encuentra a primera vista en la vida real, en la que todos estamos escondidos tras “nuestro yo amurallado”. Justo lo contrario a lo que sucede en nuestra vida virtual.

Entonces ¿qué debemos hacer? Estoy plenamente convencido y soy defensor a ultranza de que la educación es el mejor conducto para evitar que los menores caigan en estas trampas de grooming, tan hábilmente diseñadas por los pederastas. Pero, y aquí es donde viene el mal dimensionamiento del problema, falta algo más que educación, por parte de los padres. Es preciso de empaticen con los menores, que se pongan en su piel. Es absolutamente necesario que la educación informática venga acompañada de la educación emocional. Sin educación en valores, sin ponerse en la piel del menor para desde su punto de vista y explicarles qué es lo que vale y en quién hay que confiar y en quién no, no podremos enseñarles la vida digital. En definitiva: primero debemos construir personas, para luego construir cibernautas. Y esto sólo se consigue con educación y comprensión, primero, y obtención de su confianza, después. Justo lo que hacen los pederastas que se encuentran al otro lado.

Así que espero que los padres que leáis esto no miréis para otro lado, que no pensáis que vuestros hijos saben más informática o conocen mejor internet que vosotros, no se trata solo de conocimiento digital, se trata de conocimiento de las personas, antropología pura; y en eso cuanto más mayor se es, cuanta más vida se lleva recorrida más se sabe. La vida es una escuela que nos enseña, a veces tropiezo tras tropiezo, así que tened presente esto, que la seguridad de los menores pasa por enseñarles a cuidarse por ellos mismos, siendo conscientes en todo momento de hacia donde van, que puertas abren y de las responsabilidades y consecuencias que tienen sus actos. Debemos aprender y enseñar a usar bien las redes redes sociales, aprender a movernos en un cibermundo más seguro, y para ello nada mejor que formar a los menores en valores, en sensatez, también en sexualidad y, sobre todo, en el respeto y la confianza hacia sus mayores.

Artículo publicado originalmente en mi blog blog.primiumcm.com

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